SÁTIRA
y EPIGRAMA
SÁTIRA
1.-
Características del género
El
término "satura" designa un género literario que, si bien recibe
influencias del drama griego y de las diatribas de los filósofos cínicos, se
desarrolla por primera vez en Roma como tal género con características bien
definidas; por este motivo Quintiliano se jactaba de que "la sátira al
menos es un logro totalmente romano".
El
origen del término "satura" es oscuro: ya en la Antigüedad se
proponían diversos orígenes para el mismo, sin que existan razones de peso
para proponer unos por encima de los otros. La historia del desarrollo de la sátira
como género literario es larga, pudiéndose rastrear hasta cuatro tipos de
composiciones de carácter satírico. En primer lugar el historiador tito
Livio, al hablar de los comienzos del teatro en Roma, nos informa de una
"satura dramática" en las que se mezclaban cantos, música y mimo.
Las informaciones sobre este tipo de representaciones son prácticamente nulas
y, desde luego, no parece que hayan ejercido ninguna influencia en el
desarrollo de la sátira como género independiente.
Un
segundo grupo de escritos satíricos lo forman composiciones de carácter
burlesco y moralizador, pero en las que no se incluían, al parecer, ni
invectivas ni ataques personales. Algunas obras del polifacético poeta Ennio
(239-169 a. C.) fueron de este tipo. Publicó al menos cuatro libros (algunos
autores hablan de seis), de poemas cuyas característica fundamental era la
mezcla de elementos diversos tanto desde el punto de vista de la forma como
del contenido: no sólo estaban escritas en diversos metros, incluyendo
fragmentos en prosa, sino que su contenido oscilaba entre la fábula, el
episodio autobiográfico y algunos poemas típicamente satíricos con críticas
de costumbres de su época.
El
tercer tipo de sátira es precisamente el que define el género: composiciones
sobre diversos temas pero en las que se incluye una crítica mordaz desde un
punto de vista muy personal de personas concretas y de la sociedad en general.
Lucilio es el creador del género; Horacio, Persio y Juvenal son sus máximos
representantes.
Por
último desde época muy temprana se desarrollaron composiciones satíricas
que seguían el modelo de Menipo y que por ese motivo se titularon sátiras
menipeas. Eran composiciones en las que se repartían desigualmente prosa y
verso con una intencionalidad más didáctica que crítica. Varrón fue el
primero en escribir este tipo de composiciones .La Apocolocyntosis de Séneca
y el Satiricón de Petronio también se incluyen en este apartado.
2.-
LUCILIO: el creador del género
Horacio
fue el primero en otorgar a Lucilio de Suessa Aurunca el privilegio de ser el
creador de la sátira como género literario autónomo. No existe ninguna
"vita" que nos aporte datos fidedignos sobre su vida, aunque, al ser
la sátira un género muy personal, podemos obtener alguna información de los
fragmentos que nos han llegado de sus Saturae. Sabemos que nació en Suessa
Aurunca, localidad de la Campania, hacia el 180 a. de C. y que estuvo muy
vinculado con el círculo de los Escipiones, sirviendo en la caballería en
Hispania a las órdenes de Escipión. De familia acaudalada, escribió en
provecho y en defensa del grupo de aristócratas reunidos en torno a los
Escipiones y que propugnaban reformas moderadas en el terreno social y político.
Murió a edad avanzada en Nápoles entre el 102 y el 101 a. C.
Comenzó
a escribir en su madurez, al regreso de la campaña de Hispania. Escribió 30
libros de los que sólo nos han llegado 1.375 versos. En los primeros libros
utilizó una gran variedad de metros pero posteriormente utilizó solamente el
hexámetro, que desde entonces es propio de la poesía satírica. Mantuvo sin
embargo siempre una gran variedad temática: ataques contra personajes
corruptos y contra los vicios imperantes en la sociedad de su tiempo,
testimonios autobiográficos, críticas literarias y filosóficas, etc. Lo más
característico de Lucilio es que, por encima de la diversidad temática se
impone siempre la crítica y los ataques mordaces, de carácter personal, lo
que confiere a la "satura" esa nota distintiva que ha llegado hasta
nuestros días.
Lucilio
escribe en el lenguaje normal de la calle (sermo cotidianus), alejándose de
la selección de vocablos típicas del lenguaje poético y marcando de esta
forma diferencias con la poesía épica. Los términos groseros e incluso
obscenos son propios del género y Lucilio los utiliza con normalidad. Pero su
estilo es poco cuidado y Horacio le criticaba su abandono a la inspiración fácil
y su falta de autocrítica que le llevaban a expresar sus ideas de forma tosca
y con descuido; de cualquier forma, sus defectos literarios no fueron un obstáculo
para que, trazando un cuadro vivo y crítico de la sociedad de su tiempo,
estableciera de forma clara los rasgos fundamentales de un género típicamente
romano.
3.-
HORACIO: Sermones y Epistulae
Si
Lucilio es considerado como el fundador del género satírico, a Horacio, su
continuador como él mismo se proclama, le cabe el mérito de haberlo llevado
a la perfección formal.
Las
diferencias entre Lucilio y Horacio son notables tanto en los aspectos de
contenido como en los formales. Las sátiras de Horacio carecen de la fuerza y
de la dureza crítica de Lucilio; las circunstancias políticas de la época
de Horacio no permitían, a pesar de que el poeta pertenecía al círculo de
amigos de Augusto, llevar la crítica y los ataques personales a los extremos
a que se habían llevado en los primeros siglos de la República. Por este
motivo no encontramos en Horacio referencias críticas sino a personas difícilmente
identificables. El poeta dedica pues sus esfuerzos a perfeccionar los aspectos
formales del género, única cosa que encuentra criticable en su antecesor. Se
incluye así en esa tendencia propia de la poesía de la época de Augusto
que, aún reconociéndose heredera de los poetas arcaicos, retoman sus metros
y temas para darles su definitiva forma clásica. Con Horacio la poesía satírica
en hexámetros alcanzó un alto nivel de refinamiento artístico que se aleja
de la rudeza de Lucilio.
En
realidad Horacio no tituló ninguna de sus obras Saturae, pero la tradición
manuscrita nos ha transmitido como obras satíricas del poeta dos libros con
el titulo de Sermones y otros dos bajo el epígrafe de Epistulae, ambos en hexámetros,
como es ya propio de la sátira desde Lucilio.
La
vida de Horacio ocupa toda la segunda mitad del siglo I a. de C. (65-8) y su
obra satírica ocupa el comienzo y el final de su labor poética, debiendo
situarse entre ambas su producción lírica. Este hecho explica que podamos
dividir la obra satírica de Horacio en dos grupos con características
propias: por un lado estarán las composiciones escritas entre el año 45 y el
30 y por otro las producidas entre el 23 y el 13 a.C.
En
el primer grupo tenemos que situar los Sermones, escritos en el período
anterior al gobierno de Augusto y en los que se percibe una mayor dureza en el
tono de lo que será habitual en las obras posteriores. En el libro primero
Horacio realiza una crítica moral y literaria y en alguna de ellas introduce
elementos autobiográficos; los temas son variados: la alabanza del justo
medio (est modus in rebus), la crítica de la rigidez y la intransigencia de
los estoicos hecha desde una perspectiva epicúrea y, junto a estos temas
filosóficos, otros como relatos de viajes (recogiendo una tema ya tratado por
Lucilio). En el libro segundo el poeta escoge la forma de discusión libre
(diatriba) entre interlocutores anónimos que habían popularizado algunos filósofos
griegos, en especial los cínicos; la sátira se transforma así en una
"charla" (sermo) animada que permite tratar con distintos puntos de
vista diversos temas: fábulas, confidencias, teoría literaria, reflexiones
personales y filosóficas, etc.
Todas
sus composiciones satíricas, a las que el poeta seguía llamando Sermones, a
partir del año l30-29 tienen forma de cartas en verso por lo que se nos han
transmitido como Epistulae. Este segundo grupo de sátiras recogidas en dos
libros es una obra de madurez y en ellas predomina sobre todo el tono didáctico.
Dentro de esta obra tienen un interés muy especial tres cartas extensas en
las que Horacio hace una crítica estética de la evolución de la literatura
romana; dos de ellas nos han llegado formando parte del libro segundo,
mientras que la tercera se considera una obra especial titulada De Arte
Poetica.
En
la primera de estas cartas, dirigida a Augusto, trata el poeta de las
relaciones entre la literatura griega y la romana; la segunda está dirigida a
Floro, al que con un tono muy personal desaconseja que se dedique a la poesía;
por último, la titulada De Arte Poetica, dirigida a los Pisones, es un análisis
extenso y técnico del arte literario.
Tanto
en los Sermones como en las Epistulae el objetivo de Horacio era llevar a la
mayor perfección formal la sátira y consolidad sus posibilidades artísticas.
El lenguaje, la selección de palabras, el tono que puede ser culto o popular
según el tema tratado, resultan ser instrumentos perfectos para la consecución
de ese objetivo.
4.-
La sátira de la época de Nerón: PERSIO
Se
ha comentado ya que las circunstancias políticas que se imponen en Roma con
la llegada del principado destierran de la sátira el ataque personal y la crítica
mordaz: así se ha comentado a propósito de Horacio. A lo largo del siglo I
d. C. el ambiente de reprensión y de desconfianza se acentúa y la sátira se
va volviendo cada vez más abstracta y retórica, perdiendo contacto con la
realidad cotidiana. A esta época pertenece la obra de Persio.
Aulo
Persio Flaco era de origen etrusco; nació en Volterra en el año 34, en el
seno de una familia de orden ecuestre. Huérfano de padre a muy temprana edad,
marchó a Roma donde recibió una esmerada educación. Murió prematuramente
en el año 62, cuando sólo contaba 28 años. Sus seis sátiras fueron
publicadas después de su muerte por el lírico Cesio Baso, a quien Persio había
dirigido la última de ellas. Fue discípulo del filósofo estoico Anneo
Cornuto y la influencia de éste sobre el poeta es enorme tanto en su obra
como en su vida. Aunque no participó en la vida política, se movió en los
ambientes de la oposición estoica al gobierno del emperador Nerón.
Persio
tomó la inspiración y los temas de la filosofía estoica, a cuyo servicio
puso su poesía. En todo momento, incluso cuando habla de teoría literaria,
se sitúa en una posición moralizadora y convierte su obra en una exposición
de la rígida moral del estoicismo de la época de Nerón.
Su
obra no es muy extensa, no sólo a causa de su temprana muerte sino muy
especialmente porque no era poeta de inspiración fácil: escribía, según
afirma su biógrafo con poca continuidad y lentamente (scriptitavit raro
lentoque). Escribió en total seis sátiras. La primera trata de los problemas
generales de la poesía y expone su posición al respecto. En las restantes se
desarrollan los temas particularmente queridos para los estoicos: el verdadero
espíritu de la religión, la educación, la libertad y el desprecio de la
riqueza.
Persio
es un poeta de una gran obscuridad. Persigue el lenguaje coloquial, pero se
deja llevar por la corriente imperante de su época de utilizar recursos
expresivos tomados de la retórica. Su obra es una mezcla de discursos, monólogos,
interrogaciones retóricas y antítesis. Por todo ello su lengua es poco clásica,
difícil, llena de metáforas desconcertantes y de palabras obscuras.
Fue
muy valorado en la Antigüedad y durante la Edad Media, muy probablemente por
el contenido moralizante de su obra pero en la época actual ha sufrido,
frente a los otros poetas satíricos romanos, una creciente desvalorización.
5.-
El último gran poeta satírico: JUVENAL
Es
característico del género satírico su carácter fuertemente personal, que
hace que la vida del autor se transparente en su obra y que sean frecuentes
las alusiones autobiográficas; así lo hemos visto en Lucilio, en Horacio y
en Persio. Sin embargo ésta es la primera diferencia entre Décimo Junio
Juvenal y sus predecesores: Juvenal en sus sátiras no nos cuenta gran cosa
sobre sí mismo; sí nos informa su obra sobre sus sentimientos ante la
sociedad de su tiempo y, en definitiva, sobre su talante interior, pero no hay
apenas alusiones a su vida personal.
Se
sabe que nació en Aquino, ciudad del Lacio meridional, hacia el año 60 y que
murió a edad avanzada con posterioridad al 127. Parece ser que era hijo de un
liberto adinerado y que vivió la vida difícil de los clientes que recoge él
mismo en sus sátiras. De los escasos datos que tenemos parece desprenderse
que hizo carrera militar y recibió una sólida formación retórica.
La
juventud y parte de la madurez y de Juvenal transcurre durante el funesto
reinado de Domiciano, prototipo de tirano que estableció un auténtico régimen
de terror y que marcó definitivamente al poeta. En el año 96 muere Domiciano
y se inicia con Nerva y sus sucesores una época de restauración política,
social y moral; es éste el momento que Juvenal, ya de mediana edad, elige
para comenzar a publicar sus 16 sátiras en cinco libros ordenados por el
mismo autor.
En
la sátira inicial del libro I que, como ocurre en sus predecesores, tiene carácter
programático, expone su deseo de escribir sátiras a la manera de Lucilio,
realizando una agria crítica de la sociedad de su tiempo. Sin embargo el
poeta declara en esa misma sátira que sólo hablará de personas ya muertas,
de manera que dirige su indignación tantas veces sofocada contra la época de
Domiciano. La sátira IV es particularmente ilustrativa de cuáles son los
motivos y las intenciones del poeta: desahogarse del horror experimentado en
el inmediato pasado y resarcirse del obligado silencio. La crítica alcanza
tanto al emperador, al que se censura su arbitrariedad y su crueldad, como a
la clase senatorial, inclinada a la adulación y a la delación. Sin embargo
esta crítica se hace extensiva al presente porque los defectos de la sociedad
se perpetuaban y se hacían difíciles de eliminar.
La
actividad literaria de Juvenal duró aproximadamente unos treinta años y,
como es natural, se observan diferencias en el contenido entre las primeras
composiciones y las últimas; con el paso del tiempo disminuye la virulencia
de los ataques y aborda cuestiones morales y narraciones de menor carga satírica.
En
el campo de la lengua y el estilo, Juvenal aporta a la sátira toda su formación
y su experiencia de retórico. Destaca sobre todo en las descripciones rápidas
y concisas, sacadas de la observación de la realidad. Su utilización de la
lengua es admirable por su fuerza y por su poder evocador. Juvenal es, al
mismo tiempo que uno de los máximos representantes de la sátira romana, el
punto y final de este género, el más típicamente romano.
EPIGRAMA
1.-
Características del género
Etimológicamente
el término epigrama se usa para referirse a las composiciones destinadas a
ser grabadas en piedra. Así pues los primeros epigramas fueron composiciones
breves pensadas para su inscripción con carácter votivo o funerario. Este
tipo de epigrama arcaico está perfectamente documentado en Roma, pudiendo
adscribirse a este tipo de poesía los primitivos "elogia"
(composiciones laudatorias en honor de difuntos) todavía en versos saturnios.
El
epigrama literario, difundido extraordinariamente en época helenística,
tiene su origen en estas inscripciones y de ellas toman gran parte de las
características del género: brevedad, concisión, ingenio y vivacidad
expresiva. El epigrama literario, concebido para ser leído o recitado,
extiende su temática y pasa a expresar la más variada gama de sentimientos;
encontramos epigramas eróticos, satíricos, costumbristas, festivos y, por
supuesto, fúnebres.
En
Roma los primeros epigramas literarios datan de finales del siglo II a. C. y,
siguiendo la moda alejandrina, describen en dísticos elegíacos sentimientos
amorosos. En la segunda mitad del siglo I a. C. encontramos dentro de la
variada obra de C. Valerio Catulo una importante serie de epigramas en los que
narra los vaivenes de su relación con Lesbia así como puyas y críticas a
competidores y enemigos. Igualmente en la Appendix Vergiliana, obra al gusto
neotérico y que se piensa que fue escrita por Virgilio en su juventud,
figuran una serie de epigramas recogidos con el nombre de Catalepton
("composiciones ligeras").
2.-
MARCIAL
Sin
embargo el epigrama como forma literario alcanzó su configuración definitiva
con Marco Valerio Marcial (aprox. 40 d. C- 103/104); él es el único escritor
que adopta el epigrama como forma exclusiva para expresar sus ideas y
sentimientos, dando a esta composición el carácter que actualmente tiene.
Nació
Marcial en Bílbilis, una pequeña población situada en la Hispania
Tarraconense. En el 64 marchó a Roma donde, falto de medios económicos, tuvo
que adaptarse a la vida de "cliente" sometido a la protección de
patronos. La mayor parte de su vida transcurre en Roma, pues ya no regresaría
a Bilbilis hasta el 98, sólo unos años antes de su muerte, cuya fecha exacta
no se conoce; el único dato que nos permite realizar alguna suposición en
torno a la muerte de Marcial es que Plinio el Joven hace alusión a la misma
en una carta fechada en el 104. Sin embargo, a pesar de su prolongada
ausencia, la vinculación del poeta con su tierra española es uno de sus
rasgos definitorios; su poesía deja entrever un amor obstinado por su tierra,
sus paisajes y, muy especialmente, por el tipo de vida que allí se puede
vivir.
Marcial
escribía poesía para ganarse la vida; sus primeros epigramas fueron obras de
ocasión. La primera colección figura como un libro aparte y se titula Liber
spectaculorum; fue compuesto para celebrar la inauguración del Coliseo
(anfiteatro Flavio) por el emperador Tito y describía los espectáculos que
allí se sucedieron. De esta obra conservamos treinta y tres poemas
interesantes por la información que proporcionan sobre este tipo de espectáculos.
Al Liber spectaculorum siguieron dos nuevas obras ocasionales: Xenia y
Apophoreta; eran pequeños poemas dedicados a acompañar los regalos que se
intercambiaban con motivos de las Saturnales. Los Xenia y Apophoreta aparecen
recogidos como los libros 13 y 14 de los epigramas.
A
partir del año 86 comienza a publicar su obra más importante: alrededor de
1.500 epigramas agrupados en doce libros y basados en la observación burlona
de la vida. Suelen ser composiciones breves, en la que se expresa con concisión
y acierto una idea. El metro más utilizado es el dístico elegíaco, aunque
utiliza también con frecuencia el coliambo y el endecasílabo. En algunos de
los libros coloca como introducción un prefacio en prosa en el que se
defiende de las críticas.
La
poesía de Marcial no se explica sin la ciudad de Roma; por todas partes se
muestra en sus epigramas con gran realismo los distintos tipos humanos que se
movían por la corrompida sociedad romana de la época de los Flavios:
cazadores de fortuna, delatores, glotones, etc... No faltan tampoco las
alusiones personales y así se reflejan en su obra las dificultades de su vida
de cliente, sus quejas por la tacañería de los patronos e incluso su demanda
de regalos y préstamos. Las composiciones dedicadas al emperador Domiciano
son abiertamente aduladoras, sin que parezca que esto le resultara humillante:
consideraba la adulación un medio para sobrevivir, y lo cierto es que gracias
a ella consiguió de Tito y Domiciano ciertos honores y compensaciones.
Como
obra literaria los epigramas de Marcial responden a una postura de reacción
contra los usos y modos literarios imperantes en su tiempo. Era ésta una época
en la que predominaba un gusto clasicista que llenaba las obras de adornos
mitológicos y retóricos, imponiéndose las declamaciones y descripciones de
carácter épico. En el uso de la lengua se rechazaban las expresiones
vulgares, el "llamar a las cosas por su nombre", el detenerse en
asuntos desagradables sórdidos u obscenos. A todo esto opone Marcial su obra.
En
primer lugar, frente a las grandes composiciones narrativas él se inclina por
el epigrama, la forma más humilde de poesía; en segundo lugar reclama su
derecho a expresarse con "la cruda verdad de las palabras" (lasciva
verborum veritas). Consigue de esta forma una claridad de expresión difícilmente
imitable y la sencillez de sus versos, a pesar de estar hechos con gran
cuidado, da impresión de improvisación.
La
intención de Marcial es simplemente representar la vida de la sociedad de su
tiempo, sin falsos pudores y sin tapujos, quizá por ese motivo en ocasiones
resulta excesivamente obsceno. Su actitud es más de cansancio y hastío que
de indignación ante los vicios y defectos de la sociedad; busca provocar más
la risa o la burla que la reprobación. La actitud de Marcial está lejos de
la propugnada por los poetas satíricos porque no tiene intención
moralizadora, no intenta provocar un cambio de actitud sino simplemente
observar la realidad desde su aspecto más risible y jocoso. Además, y este
es otro rasgo que lo separa de los poetas satíricos, nunca utiliza la
invectiva o el ataque personal; las personas a las que se refieren sus
epigramas son en la mayor parte de los casos imaginarias. Este deseo de no
realizar ataques personales lo expuso con un verso que, libremente traducido,
resume ese dicho popular que reza así: "se dice el pecado, pero no el
pecador" (parcere personis, dicere de vitiis).
Su
servilismo al dirigirse a los emperadores, la libertad en el uso de la lengua
y la obscenidad de que son frecuencia hace gala motiva que su valoración haya
variado según las épocas. En su tiempo tenía gran aceptación por el
pueblo, mientras despertaba críticas airadas entre los poetas que respetaban
las tendencias de la poesía clasicista. Lo cierto es que con su forma directa
de escribir, con su ingenio y vivacidad dio al término epigrama las características
con las que ha pasado a la literatura actual.
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