HISTORIOGRAFÍA
ROMANA
1.-
CONSIDERACIONES PREVIAS
1.1.-
Definición del género y evolución histórica
La
Historiografía en la Antigüedad es un género literario en prosa que tiene
como objeto los sucesos acaecidos a un determinado pueblo. La Historia es, por
tanto, materia literaria: las leyendas y sucesos recibían un tratamiento que,
pretendiendo reflejar la verdad histórica de los mismos, fuese a un tiempo
una obra de arte.
La
Historiografía romana nace en el último tercio del siglo III .a.C. De hecho,
la primera obra histórica completa latina, por así decirlo, se remonta a los
Orígenes de Catón, donde la historia de Roma se ve reflejada a través de un
prosa cortada y simple a la que daba marco el lenguaje jurídico, religioso y
legal existente en el época. De hecho fue el último género literario
cultivado a un digno nivel cuando ya la oratoria, la filosofía, la comedia,
la tragedia..., incluso la poesía, habían alcanzado su apogeo.
Así
con todo, la influencia del mundo griego en el nacimiento del género en Roma
es de importancia capital para entender la evolución del mismo, hasta el
momento en que el espíritu romano adquiere conciencia de su idiosincrasia y
se desgaja tanto en la lengua, como en la temática, estilo y pretensiones de
su genial maestro. Evidentemente sus épocas están condicionadas por las
vicisitudes de la historia política, pero no se identifican necesariamente
con ellas:
-
Primera
Época: Comienza propiamente con las Guerras Púnicas, al convertirse Roma
en una gran potencia. Hasta entonces los datos recogidos estaban a cargo de
los pontífices, a maneras de crónicas anuales con la relación de los
principales sucesos acaecidos. Pues bien, en esta primera etapa la Historia
estaba presente para los romanos de muchas maneras, pero principalmente:
-
A
través de los restos de su patrimonio arqueológico, donde la epigrafía,
gracias al carácter lapidario del latín, aumentaba su eficacia y
-
A
través del poder de la palabra y la tradición retórica, que conformaban
totalmente la estructura social de Roma. Los primeros analistas empezaron
escribiendo en griego, cumpliendo una importante función diplomática y
propagandística (se trataba de hacer accesible la historia de Roma al
vasto mundo helenizado) hasta llegar a Catón (234-149 a.C.) quien además
de suponer la adopción del latín como medio de expresión, concibió la
narración histórica desde el punto de vista del orden lógico de los
sucesos y con la temática de Italia como eje central de la misma: ya no
se trata de "Roma y el mundo helénico", sino de "Roma e
Italia".
De
esta época datan un sinnúmero de leyendas, que entrelazadas con los
escasos datos objetivos que se poseían, contribuyeron a la reconstrucción
imaginaria y exaltada de una historia de Roma donde el patriotismo exagerado
y la gloria de la URBS dominan sobre cualquier otra finalidad. La política
del momento manda y se carece del más elemental sentido crítico. Para
todos ellos la Historia es una escuela de civismo y un instrumento de
gobierno: de hecho está al servicio de una forma de actuación política,
que reflejaron individuos de elevado rango social, cuya autoridad y
"gravitas" primaba frente al rigor histórico y las cualidades
literarias, y que tenían acceso a la documentación necesaria para evocar
el relato de los procesos históricos.
No
obstante, a partir de la segunda mitad del siglo II a.C. se produce un gran
cambio en el género en torno al círculo de los Escipiones, aristócratas
progresistas en manifiesta oposición al conservadurismo de Catón, con los
llamados propiamente "historiadores", donde la necesidad de cuidar
artísticamente la elaboración formal de la narración histórica adquirió
una importancia capital. La tendencia no varía demasiado en cuanto a los
contenidos, y la característica fundamental mencionada en los párrafos
anteriores sobre el historiador-político se mantiene.
-
Segunda
Época: Comienza propiamente tras la etapa de transición posterior a Sila
(138-78 a.C.), con los grandes historiadores de Roma de finales de la República,
donde la crisis del sistema manifiesta entonces la necesidad de las monografías
que reflejen por un lado la decadencia y crítica de las costumbres y por
otro los éxitos militares y la justificación política de los mismos.
Entramos en la etapa definitiva para la conformación del género.
Con
estos historiadores y el resto de literatos, fundamentalmente autores de
prosa (comenzamos la Edad de Oro de las letras romanas), una vez asimilados
los primeros gérmenes del helenismo, el nivel cultural romano se va
elevando paulatinamente y los hombres de acción se sienten cautivados por
los problemas de lengua y estilo; el empirismo es sustituido por un estudio
racional de los diferentes géneros literarios; se introduce la crítica y
la erudición, esparciéndose el buen gusto y las obras de arte: la Grecia
vencida acabó de cautivar por completo a la Roma vencedora.
-
Tercera
Época: Durante el Principado, con unas características formales semejantes
al final de la etapa anterior (seguimos en la Edad de Oro de las letras
romanas, pero dominando ahora los géneros en poesía) las dos tendencias
políticas quedan patentes:
-
Los
partidarios del régimen realizan biografías de Césares y su entorno.
-
La
oposición se mantenía en la defensa de las formas republicanas
tradicionales, a través de la crítica directa al César o el pesimismo
resignado a lo largo de la exposición de la trayectoria histórica de
Roma.
-
Cuarta
Época: A partir del siglo III d. C. sigue aún más acentuada la paradoja
entre el programa político y la reglamentación estricta de todas las
esferas de la vida: a esta época pertenecen tanto el desbordamiento panegírico
como la manipulación histórica. Quinta Época: con la caída del Imperio
Romano de Occidente el año 476 d. C. no se extingue propiamente la
historiografía romana como tal, pero sí se acentúa el deterioro a partir
de la creación del género de la Historia Eclesiástica en la época de
Constantino a cargo de Eusebio, y la continuación en la obra de Aurelio
Agustín De Civitate Dei.
2.-
JULIO CÉSAR: La prosa clásica a través de la propaganda política
2.1.-
Datos biográficos y perfil humano
Cayo
Julio César (100-44 a.C.) es uno de los grandes historiadores romanos, no sólo
por su gran personalidad, sino también por el carácter único en su género
de su obra literaria. Narrar la vida de César equivale a escribir la historia
de su época, caracterizada por dos notas fundamentales:
-
La
crisis de la República, como institución, y
-
La
lucha de individualidades por el poder.
Además
de historiador, y antes de ello, fue la personalidad política más importante
de su época, el protagonista de la evolución fundamental por la que Roma pasó
de un régimen republicano oligárquico a otro basado en el poder personal. No
en vano se le han adjudicado definiciones populistas, pero rigurosamente
ciertas, que retratan a la perfección al personaje y su circunstancia:
"Julio César fue un dictador que quería ser rey, pero fue asesinado en
el Senado".
Nacido
de ilustre familia, este "monstrum activitatis" al decir de Cicerón,
comienza tardíamente una carrera política que, sin embargo, fue
deslumbrante: recorrió todas las magistraturas y desempeñó además otros
cargos públicos de gran prestigio como el de Pontífice Máximo; formó con
Pompeyo y Craso el primer triunvirato; conquistó la Galia y derrotó
finalmente a Pompeyo en la Guerra Civil (Farsalia, 48 a.C.).
A
partir de entonces asumió todos los poderes y aún participó en varias
empresas bélicas, como la guerra en Alejandría en defensa de Cleopatra, la
guerra contra Mitrídates y de nuevo contra partidarios de Pompeyo... hasta
que fue asesinado el día de los Idus de Marzo (15) del año 44 a.C.: su
talante conciliador y sus numerosas reformas legislativas y sociales no fueron
suficientes para ganarse las simpatías de todos los senadores, algunos de los
cuales aterrados ante la idea de la pérdida de poder que conllevaría al
final la República, promovieron la conspiración que acabó con la vida de
uno de los estadistas y autores literarios más influyentes y fundamentales en
la relación y desarrollo del proceso histórico.
2.2.-
Obra literaria
Como
hemos señalado anteriormente, Cesar combinó la política con la literatura,
destacando como extraordinario orador y escribiendo obras sobre distintos
temas. De todas ellas nos centraremos en las dos que nos han llegado completas
y que en cierta forma enmarcan su evolución personal y pretensiones políticas
de manera definitiva.
Se
trata de las tituladas genéricamente Commentarii Rerum Gestarum, acerca de
dos de las más grandes acciones bélicas que llevó a cabo: la guerra de las
Galias (58-52) (De Bello Gallico) y la guerra civil (49-48) (De Bello Civili);
tipo de género literario, que como hemos comentado en el apartado anterior,
era propiciado por la situación política del momento: de hecho, tanto la
justificación de la actuación política y militar personal, como las
opiniones de los políticos de vanguardia expresadas a través de intensos
debates en todos los géneros, son una nota habitual en las grandes crisis.
En
esta línea los Commentarii de César no se pueden juzgar con los criterios de
objetividad absoluta de la moderna investigación histórica ni con los
criterios artísticos de la historiografía. Y por otra parte, como todos los
informes romanos de campañas militares, los de César perseguían también
objetivos políticos: no se trataban sólo de un material de archivo, sino más
bien de un eficaz instrumento para influir sobre la opinión pública.
De
Bello Gallico ("Sobre la guerra de las Galias") es una obra que
consta de ocho libros, cada uno de los cuales se corresponde con un año de la
campaña de conquista que él llevó personalmente a cabo entre el año 58 y
el 51 a.C. De estos libros sólo el VIII no es obra de César, sino de su
lugarteniente, Aulo Hircio.
Respecto
a los contenidos, en una primera visión superficial, podemos decir que tras
una descripción geográfica de la Galia el autor va siguiendo sus conquistas
y enfrentamientos con los diversos pueblos galos:
-
Campañas
contra los Belgas
-
Campañas
contra los Germanos
-
Expediciones
a Britania
-
Levantamiento
general de la Galia dirigido por Vercingetórige y
-
Triunfo
final de César con la toma de Alesia
No
se tiene certeza sobre si fueron escritos año tras año o todos los libros
juntos una vez terminada la guerra; en cualquier caso parecer ser que fueron
editados como obra unitaria en los años 51-50 al solicitar su autor de nuevo
el consulado.
De
Bello Civili ("Sobre la guerra civil") consta de tres libros en los
que se narra el enfrentamiento del propio César con Pompeyo para hacerse con
el poder en Roma. Comienza con la exposición de las causas de la guerra y
sigue con los sucesos principales de la misma:
-
paso
del Rubicón por César.
-
huida
de Pompeyo hacia Oriente
-
toma
de Marsella
-
derrota
en Hispania de los lugartenientes de Pompeyo
-
enfrentamiento
y derrota definitiva de Pompeyo en Farsalia y, por último,
-
huida
de éste a Egipto y su posterior asesinato.
Los
libros de De Bello Civili debió escribirlos entre el 49-48 y el 44, pero
tampoco en este caso se aducen pruebas convincentes sobre la fecha exacta de
su publicación.
En
cuanto a su estilo y valor literario, éste es indiscutible y aquél posee una
serie de rasgos que merecen la pena destacarse: Si hemos de hacer caso a Cicerón,
sus formas de expresión era nudi et venusti, es decir "simples y
elegantes"; y efectivamente, la pureza de la lengua empleada tanto en el
léxico como en la construcción sintáctica así parecen confirmarlo: la
selección del primero alrededor de un vocabulario básico restringido a unos
1.200 términos lo hacen de una claridad meridiana en su interpretación, así
como en el uso de la sintaxis y expresiones habituales, siempre dentro de la
normas lingüísticas más rigurosas.
Algunos
de sus rasgos más característicos es el uso del estilo indirecto en los
discursos, dejando el estilo directo casi exclusivamente para expresar
emociones. Llama también la atención el hecho de que siempre se refiera a sí
mismo en tercera persona, con lo que el relato gana claridad y
distanciamiento, provocando en los lectores una impresión de objetividad.
Su
innegable calidad literaria queda reflejada a través de una persuasiva
naturalidad, claridad y concentración de su prosa, la coherencia de las
construcciones y la fuerza sugestiva de las descripciones, dotadas de un tono
lacónico y preciso, aún en momentos de intenso dramatismo. En último término,
su estilo certifica lo que sus contenidos manifestaron más explícitamente:
una voluntad portentosa y temible.
2.3.-
Justificación de su obra
Evidentemente
la obra de Cesar requiere una segunda lectura, que interprete y justifique la
mera narración de los hechos reseñados en el apartado anterior. El hecho de
que estas dos obras históricas se refieran a acciones de las que él mismo es
el principal protagonista pone en evidencia su carácter político y propagandístico:
trata de justificar su política militar dando una visión favorable de la
misma, puesto que la legalidad de sus actuaciones era puesta en duda.
Para
un maestro de la acción como César, la organización de la opinión pública
no debía resultar un impedimento en la consecución de sus planes; poseía la
capacidad de concentrar los sucesos dirigiéndolos en línea recta hacia su
resultado: la victoria. César no perseguía ideales abstractos, sino únicamente
el poder personal; sin embargo podemos matizar sus objetivos a través del análisis
de sus dos obras.
-
En
De bello Gallico, gracias a los informes que mandaba
(verdadera "memoria oficial" del momento), documentación
detallada al hilo de los acontecimientos y de primerísima mano, además de
inundar Roma con noticias sobre la geografía, idiosincrasia y
personalidades de los pueblos galos, germanos y britanos, naturalmente no
dejaba atrás otros aspectos de interés, como:
-
Los
éxitos de su diplomacia y su estrategia, a través de su política de
alianzas, de amistad (amicitia) y compromisos de servicio (beneficium),
mediante los cuales los pueblos, antiguos adversarios, pasaban ahora a
estar bajo su protección (in fidem accipere).
-
El
comportamiento ejemplar de sus oficiales y tropas, a los que su coraje y
el valor de su verbo era capaz tanto de animar en momentos de decaimiento
como de disciplinar en plena crisis.
-
La
grandeza, incluso, de personajes enemigos, como el caso de Vercingetórige...
para realce de la suya propia.
-
Sus
propias realizaciones, manifestando tanto los hilos rectores de su política
como los rasgos dominantes de su personalidad, retratándose como el
mantenedor de la tradición romana y la encarnación de la virtus, que le
hacían acreedor a ejercer como caudillo de ese gran pueblo.
Efectivamente,
ya desde el principio de la obra (Gallia est omnis...) indica con claridad
que su pensamiento estaba puesto en el dominio total de las Galias; todos
los conflictos y operaciones individuales se subordinan a esta idea. De
hecho el conflicto bélico en las Galias se presenta ante la oposición
senatorial como una guerra "defensiva" en ayuda de unos aliados
amenazados. De esta manera la hábil dramatización de los peligros y la
iterativa discriminación de los adversarios creaban un telón de fondo
contra el que su prudencia, su honestidad, su energía y su buen hado
destacaban ejemplarmente.
Al
mismo tiempo, hábil y persuasivamente, iba fundamentando sus legítimas
pretensiones -tan discutibles como otras- y preparando el terreno al
argumento y la conservación de la propia dignitas, objetivo personal
prioritario. en esta época la autoridad radicaba aún de manera
preponderante en la persona y no estaba institucionalizada: de hecho a César,
a pesar de su adscripción a los "populares", ni las instituciones
ni los programas le interesaron nunca, pues siempre personalizó su
pensamiento político y militar. Por eso acabó imponiendo su persona con un
carácter absoluto.
-
En
De bello Civili, narración de un episodio políticamente
mucho más complicado, se muestra a un César defensor del pueblo romano
frente a la soberbia y arbitrariedad del Senado. No fue él, sino sus
enemigos, quienes desencadenaron la escalada de la discordia política, los
que deseaban la lucha... aunque luego fuese él quien le recondujese con
mano firme y enérgica al resultado apetecido. La proverbial clementia
cesariana, de la que ya había hecho gala en su obra anterior, se manifiesta
aquí en toda su generosidad para con los vencidos, evitando el
derramamiento de sangre gratuito. Asimismo su insistencia por demostrar que
gozaba del favor del pueblo itálico e incluso de parte de las tropas
enemigas, le retrataba como un hombre capaz de mantener la disciplina,
imponer su soberana energía y al mismo tiempo manifestar justicia, moderación
y generosidad. En suma, tanto un suceso como el otro responden realmente a
unos cálculos cuidadosamente elaborados por César que le conducirían a la
conquista del poder, estableciendo sin fisuras la base de su autoridad:
-
la
guerra de las Galias, con la rápida difusión de sus éxitos le
proporcionó prestigio militar;
-
con
la guerra civil logró desembarazarse de Pompeyo, anulando al mismo tiempo
el poder del Senado.
Parece,
pues, que los Commentarii son una obra maestra de propaganda política, donde
las verdades no están abiertamente falseadas, pero sí disimuladas o
desvirtuadas siempre en beneficio de su autor.
3.-
SALUSTIO: Retrato de la decadencia de la sociedad republicana
3.1.-
Datos biográficos y perfil humano
C.
Salustio Crispo (86-35 a.C.) procedía de la región de la Sabina, de familia
plebeya, pero acomodada. Se trasladó muy joven a Roma con intención de hacer
carrera política como "homo novus", pero fracasó: Efectivamente,
desempeñó algunos cargos, como cuestor y tribuno de la plebe, pero su vida
privada (que no fue mejor ni peor que la de la clase dirigente del momento) le
valió como excusa para ser expulsado del Senado en el año 50 a.C. En
realidad su persistente oposición a la clase aristocrática senatorial pudo
contribuir en gran medida a una determinación de tal magnitud.
No
obstante, su rentable amistad con César le sirvió para conseguir en el 46
a.C., tras los avatares de la Guerra Civil, el cargo de gobernador de la
provincia de Africa Nova, donde acumuló una enorme fortuna de dudosa
procedencia y que le obligó a hacer frente a una denuncia de concusión;
denuncia que no prosperó gracias de nuevo a su amistad con César. Muerto el
dictador se convenció de la inanidad de este tipo de vida: desde entonces se
retrajo voluntariamente de toda actividad política y de las habituales de la
aristocracia romana, dedicándose a la redacción de sus estudios históricos.
Hasta
aquí los datos biográficos, que resultarían totalmente incompletos sin un
pequeño análisis de su evolución vital en el entorno socio-político en que
le tocó desarrollarse y que nuestro autor se esforzó por reflejar desde su
personalísimo punto de vista. El sistema republicano estaba ya abocado a una
"crisis sin alternativa", que la rigidez de la clase aristocrática
se empeñaba en no interpretar como tal: los cambios socio-económicos que la
expansión del dominio romano fue ocasionando, junto con la falta de un
adversario exterior (metus hostilis), produjeron una serie de factores
funestos, que dieron comienzo a la alarmante descomposición interna:
-
adquisición
de riquezas y lujo
-
incompetencia
de la clase rectora
-
debilitación
de la voluntad de resistencia, arrojo e intrepidez de la juventud romana
-
brutalidad
en el desempeño del Imperio
-
violación
de los deberes morales para con los aliados
-
destrucción
de la economía del minifundio para el campesinado libre, por la competencia
de la mano de obra servil
-
el
despojo sistemático de las provincias
-
el
aprovechamiento abusivo del ager publicus
-
la
concentración creciente de grupos de población proletarizados en la
capital sin la contrapartida de puestos de trabajo suficientes...
Todo
ello y algo más, constreñido en el marco limitado del mantenimiento de las
mores maiorum a ultranza, condujo a gravísimas tensiones sociales que
buscaban desesperadamente una válvula de escape para descargarse... y no
faltaban "salvadores" empeñados en el poder personal como única
solución a los conflictos. En realidad, el régimen republicano se mantenía
mientras los intereses que lo combatían se opusiesen entre sí.
Sea
como fuere, Salustio se vio fascinado por la interpretación de la época
tumultuosa y revolucionaria que le tocó vivir; su concepción moralista de la
Historia, con la aportación de ideales y consideraciones éticas, coincide
con la realidad política del momento, convirtiéndose en el intérprete de la
crisis de la República, del progresivo deterioro de las antiguas
instituciones y del surgir, sobre sus ruinas, de un nuevo estado: la nobleza y
su mundo cerrado, el concepto de plebe y su participación en la política
como mero comparsa, la demagogia, la corrupción administrativa, la crisis de
valores (patria, libertad y familia)... en suma, del resquebrajamiento del
sistema.
3.2.-
Obra literaria
La
obra de Salustio no es muy copiosa. En los casi siete años que pudo dedicar a
ella compuso dos monografías y una extensa obra de historia de la época, de
autenticidad indiscutida:
-
De
Coniuratione Catilinae: en ella trata la Conjuración de Catilina
que tuvo lugar el 63 a.C., durante el consulado de Cicerón. Realiza un
relato extenso de las causas lejanas de la conjuración, así como de la
ambiciones de Catilina, noble degenerado y sin escrúpulos.
-
Bellum
Ingurthinum: en ésta trata la guerra de Jugurta rey de los númidas,
entre los años 111 y 105 a.C., con el pueblo romano, contra cuya voluntad
se había proclamado rey y el "gigantesco escándalo colonial" que
desveló a raíz de ésta.
-Historiae:
era su obra más ambiciosa y madura, que abarcaba en cinco libros los doce años
transcurridos desde la muerte de Sila en el 78 hasta el 67 a.C. De esta obra sólo
nos quedan algunos fragmentos, cuatro discursos y dos cartas.
3.3.-
Concepción de la Historia: pretensiones y ética
Salustio
es el creador de la Historia como género literario. Ésta es ante todo un
arte para él: una narración histórica, más que Historia propiamente dicha,
en función de unos objetivos morales concretos. No era ningún investigador
de temas de historia militar, lo que le fascinaba era ante todo el ser humano,
los sucesos del acontecer histórico y la atmósfera de la época. Por eso, el
valor informativo de sus excursos históricos y geográficos es muy variable,
a pesar de él los considere dignos y altamente documentados: "Mihi multa
legenti, multa audienti".
Siente
directa y conscientemente la influencia de Tucídides: los discursos, cartas y
disgresiones no son adornos, sino que valiéndose en ellos del retrato de un
personaje (César, Catón, Mario, etc.) hace toda una serie de consideraciones
éticas sobre su época al tiempo que refleja la actualidad contemporánea.
Salustio
penetra en su tema como dogmatizador, por lo cual frecuentemente comete
errores o descuidos, porque no es la precisión histórica lo que le interesa,
sino la narración de unos hechos con sus causas y consecuencias, así como la
posibilidad de esclarecer el desarrollo del proceso de la degeneración en que
la República se vio inmersa.
Así
pues, no es sólo el individuo el objeto de su observación meticulosa; también
es notable la pintura que realiza de las clases sociales y de los partidos políticos:
la confrontación con un pasado idealizado, regido por la virtus, hizo que le
atribuyera el proceso de decadencia a la excesiva ambitio, avaritia y luxuria,
que proliferaban por doquier, así como a la discordia y al irreflexivo abuso
del poder por parte de las distintas factiones (partidos políticos), de
quienes se convirtió en un crítico feroz. Para Salustio no es la
"Tyche" la que hace imprevisible el devenir, sino el hombre genial
que actúa con sentido de la responsabilidad. Considera su misión perpetuar
el recuerdo de la extremas realizaciones humanas, en el bien y en el mal, para
excitar admiración o aborrecimiento y ofrecer criterios para la conducta
futura.
En
suma, podríamos decir que los dos aspectos fundamentales de la concepción
histórica de Salustio, se resumen en estas dos notas, que matizaremos
jalonadas de comentarios concretos sobre las dos monografías:
-
Concepción
moralizante de la historia: En los prefacios de sus monografías reflexiona
sobre la brevedad de la vida, la superioridad del espíritu sobre el cuerpo
y, por lo tanto, la supremacía de las acciones de aquél sobre las de éste,
la corrupción de las costumbres y el desprecio de los bienes materiales...
aunque todo ello resulte poco convincente en boca de alguien que había
amasado con muy pocos escrúpulos una enorme fortuna. No pinta las cosas con
el contraste del blanco y del negro, sino que lo mismo hace creíble la
grandeza del criminar (Catilina) que las sombras y peligros del héroe de la
plebe (Mario). A final echa por la borda todas las idealizaciones y atiende
siempre a presentar por el haz y el envés todas las realizaciones humanas.
De esta manera Salustio se muestra imparcial
cuando se trata de juzgar a un personaje, pero no lo es cuando se trata de
juzgar ideas, pues su propio color interpretativo luce brillante ante un
tema capital de permanente actualidad como es, la lucha mortal entre la
moral y el poder.
-
Sentido
dramático de la Historia: Esta característica domina en profundidad toda
su obra, lo que lleva a la elección de personajes y situaciones
conflictivas. El tema de Catilina lo vio justificado "sceleris atque
periculi movitate"(4,4), mientras que Jugurta lo impresionó porque
"tunc primum superbiae nobilitatis obviam itum est" (5.1).
Salustio penetra profundamente en el alma de estos individuos fuera de lo
corriente; y de esta profunda observación psicológica se obtienen magníficos
retratos, tanto de los protagonistas como de los personajes secundarios que
en conjunto exponen los aspectos relevantes de la decadente sociedad romana
que Salustio se esforzó en retratar.
Respecto
al tema de ética, mucho se le ha achacado a Salustio la falta de identidad
entre su obra y su vida: dogmática y moralizadora/licenciosa y disipadora. Su
declaración de intenciones (pulchrum es bene facere rei publicae, etiam bene
dicere haud absurdum est) aclara bastante la situación: "Es hermoso
servir bien al Estado, y no está de más decir sus alabanzas" (Cat.,
3,1). En su edad juvenil se dedicó a actuar ("facere") en política
y cuando ésta ya no pudo ofrecerle una gloria duradera con la potencia de su
inteligencia, se volcó en su oficio de historiador, aportando sus
consideraciones personales para el nuevo orden salvador.
Tras
una experiencia negativa, Salustio llegó a una especie de reflexión
regeneradora, se dedicó a un otium prematuro, donde podría prestar un
servicio eficaz, exponiendo ante las nuevas generaciones las lecciones del
pasado: su dedicación a la Historia es una vuelta a los dominios del espíritu.
De todas maneras su imperiosa necesidad de autojustificación imprime a sus
obras un cierto tono sospechoso de culpabilidad, apoyado en otras evidencias
como su aparente adscripción a los "populares", que bajo una capa
de democracia e igualitarismo, deja entrever que era tan clasista como los
aristócratas a quienes ataca.
Efectivamente,
nunca se convirtió en portavoz de la plebe, de quien supo reflejar su
miseria, pero aún así debemos dejar un margen de confianza para alguien que
en continua regeneración y acorde con la evolución de los tiempos supo
reconocer y lamentarse de la situación a la que otros como él habían
abocado a la República.
3.4.-
Cuestiones estilísticas
Su
arte de narrador histórico le ha conquistado la admiración general tanto en
la Antigüedad como, incluso, actualmente, a través de aspectos muy concretos
como:
-
la
estructura armónica de las monografías,
-
el
interés oportunamente despertado y mantenido hasta el final,
-
las
caracterizaciones convincentes a pesar de la simplicidad psicológica y
-
el
lenguaje impregnado de rudeza arcaica.
Salustio
fue un brillante estilista: su estilo es producto de un deliberado esfuerzo
por reaccionar contra la moda imperante impuesta por Cicerón. Ya hemos
hablado de la influencia de Tucídides, también de Catón, cuyo lenguaje
arcaico y concisión se ven apoyados por períodos abruptamente escindidos y
de un efectismo patético. Su lenguaje queda impregnado de antítesis
vibrantes, desequilibrio y divergencia en la formulación.
Su
lengua se sale de lo corriente, buscando el colorido arcaico en aliteraciones
y otros recursos. La objetividad de Catón se condensa en lacónica concisión:
la brevitas es el ideal (paucis absolvam, Cat. 4,3), lo cual entraña el
peligro de la obscuritas... Destaca en su prosa la sobriedad, suprimiendo toda
palabra innecesaria, así como el uso de la asimetría o variatio, uso del
infinitivo y del presente históricos, empleo abundante de frases
participiales al estilo griego, así como el matiz causal para el ablativo
absoluto, adverbios y conjunciones temporales (ubi) abundantes...
Pero
lo que más caracteriza a Salustio, lo que más le preocupaba fundamentalmente
a la hora de escribir, y ello se reflejó en el lenguaje, es su interés por
manifestar las causas últimas, lo cual le proyecta al futuro, en una línea
similar a Tucídides (que alcanzaría su máxima expresión en Tácito). Ambos
son investigadores de las causas, a pesar de las profundas diferencias entre
ellos: Tucídides entiende; Salustio sentencia.
El
empeño por comprender la Historia a partir de su acontecer, dirigido por el
valor del bonum publicum, nos demuestra que Salustio no es un escritor
partidista, ni un dogmático filósofo, ni un científico erudito, sino un
hombre que gracias a su afán de elevarse hasta la verdad eterna, llegó a ser
el historiador de la República romana.
4.-
TITO LIVIO: el entusiasta creador de la Historia Romana
4.1.-
Datos biográficos y perfil humano
Tito
Livio (59 a.C.-17 d.C.) nació en la ciudad de Padua (Patavium). Procedía de
familia acomodada y burguesa, amante de las tradiciones y de la paz, donde el
respeto profundo a la religión y un espíritu de casta más acusado aún que
el de la propia aristocracia romana (propio de la nobleza provincial)
determinaría de manera fundamental el planteamiento y desarrollo de su obra
literaria.
Marchó
a Roma en el año 30 a.C., entrando en contacto con Augusto, con cuyo programa
patriótico se identifica y quien respetaba con simpatía las tendencias
republicanas del literato. Totalmente alejado de la vida política (por
primera vez no se da el binomio senador/historiador) Tito Livio consagra toda
su vida a las investigaciones que le exige su obra literaria: la historia
romana. Transcurre así plácidamente su existencia, alterada únicamente por
la publicación progresiva y exitosa de las sucesivas "décadas".
En
el nuevo Estado fundado por Augusto, que quería ser una república
"restaurada", la posición del Princeps, absolutamente preeminente,
se conciliaba mal con los viejos ordenamientos: de ahí que resulte inevitable
una llamada al pasado. Y éste es precisamente el elemento más característico
de Livio: la recuperación integral del pasado. En los 142 libros de su obra
Ab Urbe Condita narró la historia de Roma desde los orígenes hasta su
tiempo; la obra concluía con la muerte de Druso en el año 9 a.C.
La
vuelta al pasado, a la tradición y a los orígenes es el único medio para él
de superar la historia reciente hecha de revoluciones, guerras civiles y
posiciones irreconciliables: así pues el programa de gobierno de Augusto, su
voluntad de restauración y de orden encontraron en este
"republicano" el portavoz más afín que imaginarse pueda, y de esta
manera su obra, junto con la Eneida de Virgilio, se convierte en la abanderada
literaria del programa político de Augusto, con la glorificación de los
comienzos de Roma y su innegable vocación de dominadora de pueblos.
4.2.-
Obra Literaria
Los
142 libros de Ab Urbe Condita no tratan todos los períodos con la misma
amplitud; los primeros siglos de la historia de Roma están resumidos en unos
pocos libros y la narración de los sucesos se va haciendo más extensa a
medida que avanza en el tiempo y se va aproximando a la época del autor. En
el prefacio de la obra expone Tito Livio los motivos que le han impulsado a
acometer tamaña empresa: "Será para mí una satisfacción haber
contribuido a evocar los hechos gloriosos del pueblo que está a la cabeza de
todos los del universo".
La
obra, debido a su enorme extensión (unas 7.000 páginas impresas actuales),
se comenzó a publicar en grupos de diez libros que se conocen con el nombre
de "décadas". Desgraciadamente se ha perdido en su mayor parte; sólo
se nos han conservado tres décadas y media, es decir, 35 libros de los que,
además, los últimos están incompletos. Los libros conservados son los
siguientes:
*Década
primera (libros del 1 al 10) *Década tercera (libros del 21 al 30) *Década
cuarta (libros del 31 al 40) *La mitad de la Década quinta (libros del 41 al
45)
Además
quedan las recopilaciones o resúmenes (periochae) de cada libro, atribuidas a
Floro (siglo II d. C.) que nos dan una idea del contenido de toda la parte que
se ha perdido.
La
década primera trata los acontecimientos ocurridos desde la fundación de
Roma (753 a.C.) hasta el 293 a.C. con el desastre de las Horcas Claudinas en
las guerras Samnitas. Las dos décadas y media restantes abarcan en sucesión
cronológica desde el año 221 a.C. (2ª guerra púnica) hasta el 167 a.C.,
fecha en que se produce el sometimiento de Macedonia por L. Emilio Paulo con
la batalla de Pidna. El proyecto inicial era ambicioso, desproporcionado para
las fuerzas de un solo historiador, sin embargo fue llevado a cabo con una
tenacidad y entusiasmo extraordinarios, animado su autor por el éxito de su
publicación y por su popularidad creciente. Trabajó en ella durante 40 años,
llegando hasta 142 libros de los 150 que pretendía.
4.3.-
Concepto de la Historia. Las Fuentes
Frente
a las monografías que habían caracterizado a sus dos grandes predecesores (César
y Salustio), Tito Livio escribe una gran historia nacional, cuyo único tema
es Roma ("fortuna populi romani") y cuyos únicos actores son el
Senado y el pueblo de Roma ("senatus populusque romanus"). Entronca
así Tito Livio en su concepción de la Historia con los primitivos analistas,
cuyos testimonios nos transmite en su primera década.
Su
propósito general es ético y didáctico; sus métodos fueron los del griego
Isócrates del siglo IV a.C.: es el deber de la Historia decir la verdad y ser
imparcial, pero la verdad debe presentarse con una forma elaborada y
literaria. Coincide con Salustio en la concepción moralista y ejemplarizante
de la Historia: "es preciso conocer su historia (de Roma) para imitar lo
bueno y rechazar lo malo". Con la exaltación a ultranza de Roma pretende
desarrollar en sus conciudadanos el amor a la patria, el respeto al mos
maiorum, la concordia civil y la religiosidad profunda. Livio se limitó a
amoldarse a unas circunstancias históricas, en las que la tradición era un
dogma oficial, un credo nacional: no creer en la tradición era casi un
crimen, un atentado contra la majestad del Estado. El historiador se convierte
en moralista presentando tanto modelos a imitar como ejemplos que deben
evitarse.
Nada
más práctico que el hombre de Roma y Livio eleva su pragmatismo hasta cotas
de gran nobleza: no se trata de defender intereses personales, familiares o
partidistas; ni siquiera de abogar por el senado o la plebe: se trata de
servir a la patria entera, de ayudar a su resurgimiento moral, de presentar a
sus conciudadanos para su educación política y moral la imagen de una República
dirigida por los mejores, en la que todos acaban olvidando sus intereses
personales en aras del interés supremo del Estado. Livio huye del pasado
reciente y de la actualidad contemporánea. Busca, sobre todo, las pruebas de
grandeza proporcionadas por el pueblo romano e indaga los motivos de su
superioridad. El respeto de este escritor frente a la tradición y sus
transmisores era tan grande, su pietas hacia lo heredado de sus antecesores
tan determinante, que intentaba siempre eliminar contradicciones y armonizarlo
todo: su indiscutible realización consistió en la síntesis conservadora de
la tradición histórica romana y en su transmisión por medio de un estilo
que resultaba atractivo para los contemporáneos de la era augústea.
La
resignación del autor frente a las tempestades del pasado reciente y a veces,
incluso, el escepticismo frente al deseado cambio, se hacen patentes en no
pocos pasajes de su obra. No obstante, él estaba profundamente convencido de
la primacía del pueblo romano, proyectando su vocación de dominadora del
orbe hacia atrás, a los comienzos de su historia: Roma era, para Livio, la
"in aeternum urbe condita" (4,4,4). La religión, las normas del
Derecho y la política condicionaban a partes iguales la forma de vida del
hombre romano. Livio concretó las infinitas variantes de las mores maiorum,
que constituían una monumento a la antigua romanitas en dos aspectos
fundamentales: la pietas y la virtus. Y a éstas las diversificó en otras
como: moderación, equidad, tesón, disciplina, respeto a la autoridad e
indulgencia hacia los vencidos; de la guerra sólo la justa ("bellum
iustum") y de manera leal... según Livio, la dominación romana era el
imperium justo y moderado de los mejores.
El
método histórico utilizado deja mucho que desear. Utiliza como fuente a los
primeros analistas y a Polibio, pero su nacionalismo exacerbado le lleva a
deformar la realidad en detrimento de las naciones extranjeras. Su espíritu
crítico es prácticamente nulo, aunque él intenta ser honesto y con
frecuencia expone opiniones distintas sobre algún suceso para que el lector
contraste y saque sus propias conclusiones.
En
su larguísima narración, Livio acredita tradiciones míticas y fabulosas,
con historias suculentas para la sociedad y educativas para la juventud, que
él intenta hacer verosímiles, y en vez de someter a una crítica sistemática
a las fuentes, por el contrario opera en ellas verdaderas y propias
deformaciones en sentido filorromano. No es un historiador científico ni
intuitivo como Tucídides. Y si añadimos su inexperiencia militar y política,
junto con su escasa documentación de las condiciones económicas o de la vida
social de Roma, su credibilidad podría quedar en entredicho.
Sin
embargo Livio vive profundamente la historia de Roma y, aunque es un
historiador de gabinete que no viaja ni conoce personalmente los escenarios de
los hechos que describe, su capacidad psicológica, su profunda fe en lo
humano y su exacto conocimiento de la dignidad del hombre y de sus
posibilidades, le facultan como un psicólogo excepcional para intuir el alma
de los individuos y de los grupos. Por ello sus retratos, discursos y
descripciones de multitudes tuvieron tanto éxito. A través de su obra está
siempre presente el alma de Roma, que se revela en todos los actos de la
comunidad nacional: Livio escribe una historia colectiva: "Res gestae
populi romani".
Su
historia no es económica, en cierto sentido es social, por el importante
papel que juegan los problemas políticos; es también una historia militar y
diplomática y, ante todo, una historia cultural y del espíritu en la medida
que presenta la encarnación del alma romana en el curso del tiempo y la
excepcional visión sobre cómo contemplaba un romano, desde la cima, su
pasado.
4.4.-
Cuestiones estilísticas
Fuera
de toda duda está la altísima categoría de Tito Livio como escritor. Se sitúa
en una época de transición: la prosa había alcanzado su apogeo en la
generación anterior con César y Cicerón y comenzaba ahora a decaer,
mientras que la poesía alcanzaba su máximo esplendor. La poesía domina de
tal forma este período que incluso va a impregnar a la prosa de sus características:
Tito Livio escribe una prosa imbuida de connotaciones poéticas.
La
herencia de Cicerón se deja sentir en los períodos largos, amplios y
cadenciosos, en una prosa elocuente, clara, ordenada y completa y, por último,
en el abuso de los discursos. Y fue precisamente a través de ellos que supo
investigar en el alma y las circunstancias de cada personaje, aunque como
literato, inexperto en política, no fuera capaz de aprehender el crucial
problema político de su época. En realidad Livio asimiló y moldeó desde la
época augústea un concepto global de la historia de Roma que respondía
perfectamente a las expectativas de su tiempo; se comprende que su éxito
fuera inmediato: varias generaciones de ciudadanos aprendieron por medio de la
tradición transmitida por Livio a conocer a su patria. Creó al romano-tipo
representativo de las gentes de Roma y con él una imagen digna y respetable
ante los pueblos conquistados.
5.-
TÁCITO: un "tribunal de la Historia" a través de un investigador
de las causas
5.1.-
Datos biográficos y perfil humano
El
género histórico, que tuvo ilustres representantes en la época de la República
(César, Salustio, Tito Livio), conoce un renacimiento en los últimos años
del siglo I y en los primeros de II d. C. con la figura de Publio Cornelio Tácito
(55-120 d. C.), el gran historiador del Imperio bajo los Flavios.
Tenemos
muy poca información biográfica, pese a ser uno de los más grandes
escritores latinos e, incluso, las fechas de nacimiento y muerte son
aproximadas. Procedía sin duda de familia distinguida, posiblemente de la
Galia Narbonense, y estudió Retórica y Filosofía con buenos maestros.
Estuvo vinculado por matrimonio con la clase dirigente, ya que su esposa era
hija de Julio Agrícola, alto dignatario imperial, conquistador y gobernador
de Britania.
En
Tácito tomó la palabra una vez más un miembro de la clase senatorial
dirigente buen conocedor de la Retórica, un hombre que había recorrido con
éxito el cursus honorum, coronándolo con el desempeño de los cargos de
pretor (año 88) y de cónsul (año 97). Su experiencia del tiránico reinado
de Domiciano (81-96) le indujo a escribir sobre la difícil y penosa
supervivencia en la vida pública bajo el mandato de semejante emperador en la
introducción de una de sus primeras obras (Vida de Agrícola) y esta visión
fatalista y amarga marcaría de manera determinante el resto de su obra.
A
pesar de ello se hizo famoso en vida y gozó de la amistad de insignes colegas
como Plinio el Joven. De modo parecido a su predecesor y modelo Salustio,
también organizó su vida y su obra en dos fases principales. Hasta los 40 años
su vida fue la normal de un orador y abogado, pero después siguió el período
de actividad pública, el período de trabajo literario; en su obra, a las
tres monografías preparatorias siguieron los dos grandes relatos históricos.
5.2.-
Obra Literaria
1º)
De vita Iulii Agricolae: publicada en el 98, se trata de una biografía apolegética
de su suegro, en la que no sólo relata una descripción de la ocupación
romana de Britania (de la que poseía información privilegiada), sino que
también pasó revista a las condiciones necesarias para la libertad
individual y el trabajo historiográfico, así como al problema de la conducta
a seguir por la clase dirigente bajo un gobierno tiránico: habla de la pérdida
de la vida... "nosotros no sólo hemos sobrevivido a aquellos otros, sino
a nosotros mismos" (3,2).
|