LÍRICA
ROMANA
1.-
POESÍA LÍRICA
1.1.-
Concepto de Poesía Lírica
1.1.1.-
Antecedentes Griegos
Caracteriza
a la poesía lírica la polimetría, la musicalidad y la expresión de
sentimientos personales muy variados, desde el más dulce amor hasta el odio más
enconado. Se diferencia de la moderna sobre todo en los contenidos, formas y
modos de comunicación: era fundamen-talmente pragmática y estaba íntimamente
vinculada a la realidad social y política, a la acción concreta del
individuo dentro de la sociedad.
Por
otra parte su contenido constante era el mito, que constituía el punto de
referencia ejemplar, el alma y la vida de la poesía lírica (aunque a veces
no pasase de constituir un tópico aparato literario), la cual no estaba
destinada a ser leída, sino a ser recitada ante un público por un individuo
aislado o un coro con el acompañamiento de algún instrumento musical. Y de
ahí, fundamentalmente, que en el ámbito cultural griego, el vocablo "lírica"
designase a la poesía cantada al son de la lira (o cualquier otro instrumento
de cuerda similar).
Se
caracterizaba asimismo no sólo por la variedad de contenidos, sino también
por la variedad en estructuras y formas métricas, siempre en composiciones
breves. En cualquier caso la primera definición nos remonta a un concepto
extralingüístico para pasar después a una fijación mayor en el contenido
personal e intimista, dando lugar a la elegía, como luego comentaremos.
1.1.2.-
Poesía Lírica en Roma
La
lírica latina comienza en Roma mucho más tarde que la épica o el teatro,
concretamente a finales del siglo II a.C., en plena influencia helenística y
cuando las circunstancias políticas y sociales habían abocado los ánimos de
los ciudadanos cada vez más hacia la intimidad y la vida privada. Las
convulsiones sociales que propiciaron la falta de ideales comunes que
justificasen una épica nacional, hacen brotar una serie de composiciones
breves y delicadas en las que se renuncia a todo lo que sea grandeza, volcándose
en la intimidad de las pequeñas cosas.
Las
características de esta nueva poesía siguen siendo semejantes a las de la lírica
griega (mitología, polimetría, etc.), pero la diferencia es que los romanos
escribieron poca poesía lírica propiamente dicha y además fue un producto
completamente literario no arraigado en la costumbre social, pensado para ser
leído y no cantado. En este marco afloró en primer lugar el círculo de
Lutacio Cátulo y sus célebres epigramas eróticos, a quien podemos
considerar como precedente de los neotéricos, verdaderos artífices y
abanderados de toda una renovación literaria y estética.
1.2.-
Los Neotéricos
Son
llamados así un grupo de poetas (no una escuela), considerados como los
renovadores cultistas de la poesía latina del momento. Propugnaban el
abandono de la épica en aras de unas pequeñas composiciones en las que
predominaban la pureza estética, la propiedad en el lenguaje, la selección
del vocabulario y la polimetría, buscando siempre la perfección métrica. Básicamente
insisten en un nuevo tratamiento poético que gira en torno al culto a la
forma perfecta y a la introducción de una nueva temática.
La
obra maestra que tenía que escribir el neotérico romano para graduarse de
"doctus poeta" era un epilio. El epilio o pequeña epopeya es un
excelente testimonio del gusto alejandrino, que odiaba la gran epopeya. El
concepto de poema corto y gracioso es consustancial a la palabra epylion en
toda la Antigüedad, cuyo ejemplo más representativo es el, por otra parte,
poema más extenso de Catulo, Las bodas de Peleo y Tetis (64), en 408 hexámetros:
-
escenas
coloristas del mundo mítico,
-
moralizadoras
reflexiones finales,
-
añadidos
en estrecha conexión interna y externa con el tema principal,
-
acentuación
del elemento erótico,
-
arte
descriptivo brillante, etc.
Otros
representantes del arte neotérico del epilio son los poemas Culex y Ciris,
pertenecientes a la Appendix Vergiliana y, como toda ella, atribuidos a
Virgilio. Ésta en concreto y el estilo en general de los poemas de esta
"escuela" influyeron notablemente en obras capitales de la
literatura posterior como las Metamorfosis de Ovidio. El término "neotéricos"
fue acuñado por Cicerón (neotérico arrepentido y a quien irritaban
especialmente) de una manera un tanto despectiva, y se generalizó en la Antigüedad
tardía. La generación que los representa abarca desde la dictadura de Sila
(82-79 a.C.) hasta el período comprendido entre las batallas de Farsalia y
Accio (48-31 a.C.). La mayoría proceden de la Galia Transpadana; y en cuanto
a sus concomitancias poco más podemos decir, salvo que están más unidos por
los rechazos que por intereses o propósitos comunes.
Así
pues, rechazan a Ennio y se unen en un intento de imitar a los poetas
alejandrinos (Calímaco, especialmente), que ejercerían una gran influencia
en su forma de componer: vocablos, construcciones sintácticas, doble espondeo
para terminar el hexámetro, introducción y pronunciación a la griega en el
alfabeto latino de la "y" y la "z"...). Defienden el arte
por el arte en un alarde de erudición y subliman las más nimias vivencias
personales encuadrándolas en un preciosismo exagerado y en un ansia desmedida
por la perfecta ejecución formal. Algunos de sus autores más cualificados
son:
-
Helvio
Cina, con su obra Zmyrna, que tardó nueve años en componer y supone una de
las muestras más representativas del grupo.
-
Valerio
Catón, autor de una de las producciones eróticas más celebradas: Lydia,
así como su poema de técnica calimaquea, Dyctinna.
-
Licino
Calvo, quien destaca en literatura epitalámica y erótica, especialmente
por el poema elegíaco a su esposa muerta, Quintilia.
-
Cornificio,
Furio Bibáculo, Terencio Varrón, etc...
1.2.-
CATULO
Máximo
representante de los poetae novi o neotéricos, es el único autor del que se
nos han conservado todos sus poemas y uno de los poetas latinos más populares
hoy día. En realidad su inclusión en el apartado de la poesía lírica se
debe fundamentalmente a su calidad de líder de los neotéricos, pues
propiamente líricas tiene escasas composiciones, entre las que podemos
mencionar los poemas 11-17-30-34-51-61 y otros. Por otra parte todavía hoy se
discute su pertenencia al movimiento elegíaco, aunque por una cuestión
meramente formal. En cualquier caso, lírico o propiamente elegíaco, Catulo
merece comentario aparte.
Aunque
parte de su atractivo radica en su versatilidad, se le recuerda ante todo como
poeta amoroso y en esto influyó sobremanera en los grandes elegíacos que le
sucedieron: Tibulo, Propercio y Ovidio; efectivamente, fue el primer poeta
latino que describió el desarrollo de un proceso amoroso de una manera
profundamente intensa. Cayo Valerio Catulo, nacido en Verona (84.54 a.C.),
tuvo una vida breve, pero intensa, aunque sin acontecimientos extraordinarios.
Era hijo de una familia provinciana, que aún sin grandes bienes de fortuna,
pudo dotarle de una excelente educación y facilitarle un trato social
elevado: políticos, aristócratas, intelectuales. Su padre se preciaba de la
amistad con César, sentimiento que Catulo no compartía. Tuvo poca inclinación
por los cargos oficiales y el comercio, y gustaba, por el contrario, del
otium, de la vida social, del trato con los amigos, de las mujeres, del arte
poético...
El
actual Corpus Catuliano que poseemos consta de 116 poemas y podemos
vertebrarlo en tres partes claramente diferenciadas:
-
La
primera parte, del poema 1 hasta el 60, comprende poemas líricos cortos, en
metros y contenidos variados: Así encontramos incidentes de la vida diaria,
expresiones de amistad, sátiras, críticas políticas, poemas de amor e,
incluso, un himno a Diana y la traducción (51) de un célebre poema de
Safo.
-
La
segunda parte, del poema 61 hasta el 68, se caracteriza por una mayor
extensión de las poesías e importancia del asunto: himnos nupciales, elegías
epistolares, y hasta una breve epopeya con motivos mitológicos. Aquí
Catulo se nos revela como el poeta doctus, de influencia alejandrina y carga
erudita hasta el punto de versionar dos poemas de Calímaco.
-
La
tercera parte, del poema 69 hasta el 116, es parecida en cuanto al contenido
a la tercera parte, pero se caracteriza por su forma métrica común, el dístico
elegíaco, y además porque expresa los sentimientos del poeta de una forma
más tradicionalmente romana.
Catulo
escribió, pues, básicamente dos modos de poesía:
-
poemas
yámbicos o mélicos (de corta extensión) y epigramas en dísticos elegíacos,
que en su mayoría reflejan sentimientos personales o impresiones vividas y
-
poemas
total o predominantemente narrativos, en los que o no se alude en absoluto a
su persona o sólo para dar pretexto a una extensa digresión, donde el
preciosismo y la precisión técnico-poética dominan absolutamente.
En
suma, Catulo se nos presenta como la figura más destacada entre los poetas jóvenes
de su época, que buscaban la inspiración no en sus antepasados romanos sino
en los griegos, tanto en los poetas cultos y esmerados de la época helenística,
como en los poetas líricos más directos de siglos precedentes, como Safo.
En
él se resumen todas las características de los neotéricos en cuanto a temática:
Y
de la misma manera se observa en conjunto la influencia de los líricos
griegos:
-
preocupación
por la consecución de formas perfectas
-
selección
del vocabulario
-
introducción
de nuevos metros y temas
-
sentimentalismo
-
plasmación
de vivencias personales.
Para
terminar haremos alusión a las dos circunstancias vitales determinantes que
marcaron su vida y su obra:
-
la
infidelidad de Lesbia
-
la
muerte de su hermano.
En
la vida del poeta se mezclan momentos de felicidad, demasiado breves, con
momentos de abatimiento y autodestrucción. La pasión desencantada junto con
el angustioso drama de la muerte de su hermano le hacen llegar a una revelación
íntima que llena de luz su alma, indecisa entre el odio y el amor: llega la
hora amarga de la resignación.
Observamos
un sólida entereza, insospechada en alguien que creció en medio de un mundo
galante, de disipación y amores livianos. La angustia catuliana, el dolor que
apenas encuentra alivio, son el testamento profundamente humano del primer
elegíaco que intentó sobrellevar la carga de un amor burlado, de una
vivencia asumida en su integridad y que, gracias a ello, pudo proporcionarle
una visión trascendental y serena a su existencia.
A
través de los breves retratos de su pasión observamos un tesoro de
expresiones y motivos populares y de la tradición poética. Su lengua surge
del habla familiar y nos sumerge de lleno en la sociedad romana de la época.
Fue, en suma, uno de los fundadores de la escuela "modernista" de la
poesía latina, el primer lírico de esta literatura y un autor cuya obra reúne
todas las cualidades técnicas y emotivas necesarias para llegar al equilibrio
deseado. Ello la ha convertido en uno de los "corpus" más armónicos
y atractivos de cualquier autor lírico latino.
1.3.-
HORACIO
Quinto
Horacio Flaco (65-8 a.C.) nació en Venusia (Apulia), hijo de un liberto que
ejercía el cargo de recaudador de impuestos en las subastas. Con gran
sacrificio de su familia, recibió una esmerada educación en Roma y más
tarde en Grecia, entusiasmándose con la filosofía epicúrea. Se enroló en
el ejército de Bruto y combatió en Filipos con el grado de tribuno militar.
Tras
la derrota volvió a Roma y compró un puesto de amanuense de los cuestores
para poder vivir. Allí empieza a escribir con amargura sus Épodos y Sátiras,
trabando amistad con Virgilio, quien lo presentó a Mecenas, al cual le unió
una profunda amistad durante toda su vida. No se casó nunca. Se dedicó por
completo a su actividad literaria, permitiéndose incluso rechazar el cargo de
secretario particular del "princeps", que el propio Augusto le había
ofrecido.
1.3.1.-
Obra Lírica
No
estudiaremos la obra completa de Horacio, por pertenecer parte de ella a otros
géneros literarios tratados en diferentes temas. Así pues, baste con
mencionar las Sátiras o Sermones y las Epístolas, para pasar al estudio
detallado del resto de su producción poética. No en balde él mismo afirmó
que no todo lo que había escrito en verso era poesía.
1.3.1.1.-
Épodos
Llamados
por Horacio Iambi, fueron escritos en el intermedio de las batallas de Filipos
(42 a.C.) y Accio (31 a.C.), es decir, contemporáneos de los Sermones e
inmediatamente anteriores a las Odas. Están a media distancia entre la poesía
satírica y lírica y con ellos Horacio aspiró a convertirse en el Arquíloco
romano. Efectivamente, adopta la estrofa yámbica, mezclándola con otros
ritmos y fijando desde aquí las reglas de la métrica latina. Reúne aquí 17
poemas cortos, de tono violento y agresivo sobre temas muy diversos: junto a
las deprecaciones contra las guerras civiles, aparecen las invectivas contra
personas de la vida pública o privada, contra sus enemigos literarios o
contra mujeres perversas... No obstante, también hay un poema de tema bucólico,
el conocidísimo Beatus Ille, en el que canta la vida del campo frente a las
complicaciones de la vida urbana.
1.3.1.2.-
Odas (CARMINA)
Escritas
entre el 30 y el 20 a.C., se trata de composiciones líricas agrupadas en
cuatro libros, con las que intenta crear una poesía lírica que rivalice con
la griega; naturalmente utiliza temas y metros líricos griegos, estrofas eólicas
sobre todo. En los primeros libros de Odas, Horacio apoya las intenciones
morales y religiosas de Augusto, incluyendo una temática muy variada:
-
Temas
político-nacionales, centrados en el valor educativo de la guerra y en
la predicación de la vida serena y la aurea mediocritas, como medio de
freno para las ambiciones y ansia de novedades provocadas por la guerra
civil. Igualmente habla del sometimiento de los pueblos bárbaros para
garantizar la paz de Roma y dedica también poemas de alabanza a Augusto.
Tanto gustaron al "princeps" estos
cantos, entre los que se encuentran las llamadas Odas Nacionales, que pidió
a Horacio que compusiera un himno para los Juegos Seculares del 17 a.C.
(destinados a conmemorar la paz definitiva en Oriente, tras el sometimiento
de los Parthos), al que se denominó Carmen Saeculare.
-
Temas
religiosos, donde Horacio usa a los dioses como un mero artificio
literario.
-
Temas
de ética y moral, donde se pueden incluir también alguno de tipo erótico
y otros de tipo profano (la alegría de los banquetes, la tranquilidad de la
vida del campo, amores propios y ajenos...), pero donde fundamentalmente se
deja ver la influencia de la filosofía epicúrea que Horacio profesaba, en
clara contradicción con su carácter típicamente romano: se ha de vivir el
presente, disfrutando de la vida ("carpe diem"), pero de una
manera sensata, con calma y tranquilidad, evitando el ansia de riqueza y las
esperanzas infundadas, que fueron, según él, las causantes de la crisis
romana. En el fondo Horacio entiende el deber por encima de los placeres del
alma.
Por
otro lado, en el libro IV de las Odas Horacio se nos presenta de forma
diferente a los anteriores: es un libro más personal e íntimo, como el
apogeo del hombre, ya anciano, que ve pasar su vida y agudiza sus
sentimientos; ante la tristeza de la muerte busca la inmortalidad que puede
conferirle la poesía y, como tal instrumento de recuerdo, la alaba. Aquí
desaparece el anonimato y se confiesa abiertamente sin seudónimos.
En
realidad toda la lírica de Horacio, en sus aspectos más elevados, no es otra
cosa que una meditación en torno a la muerte: ésta es el hilo conductor de
su mundo. Pero su pesimismo no es absoluto, como lo demuestra su evolución
fatigosa desde el epicureísmo al estoicismo, manifestada en su producción lírica
donde supo aunar los aspectos ambiguos de la vida humana.
Por
otra parte, la posición señera de Horacio como uno de los mayores poetas
latinos se basa en la perfección formal que muestra su poesía y en la
profundidad y detalle de su propio retrato: aparece como uno de los hombres más
agradables, urbanos, graciosos, tolerantes, observadores, amantes de las cosas
buenas de la vida y de su país que podamos imaginar.
Precisamente
esta capacidad de observación lo aleja definitivamente, en un tema tan común
en la lírica como el amoroso, de Catulo y, sobre todo, de los elegíacos
Tibulo y Propercio. En Horacio las pasiones son contempladas con un espíritu
de observación casi objetivo como si el autor no estuviera implicado en
ellas: ante la belleza de Cloe, no ejercita el sentimiento, sino la fantasía.
Muestras
fundamentales de su producción lírica y reflejo de sus preocupaciones
vitales permanentes son las siguientes Odas: "Tu ne quaesieris, scire
nefas..." (I,11) "Rectius vivis, Licini,... (II,10) "exegi
monumentum aere perennius..." (III,30) "Diffugere nives, redeunt iam
gramina campis..." (IV, 7)
1.3.2.-
Cuestiones estilísticas y Pervivencia
El
mismo Horacio manifiesta sus gustos literarios en la Epistula ad Pisones,
verdadero tratado de preceptiva literaria, denominado también Ars Poética.
Pueden resumirse en las siguientes características:
-
Plasticidad:
consiste esta cualidad en dar forma, relieve y límites a lo que se está
escribiendo. Horacio es insuperable en la descripción tanto de motivos de
la naturaleza, como de sus ideas y sentimientos, personificándolos si es
necesario por medio de divinidades alegóricas: intenta llegar al
entendimiento a través de los sentidos.
-
Sentido
del equilibrio: intenta llevar a la literatura la idea epicúrea de la
moderación que cultivó durante toda su vida. Insiste en la importancia del
orden y combinación de las palabras como principio fundamental del lenguaje
poético. La "callida iunctura", como definición del estilo de
Horacio, se ha convertido en frase proverbial: la acertada e inteligente
combinación del acervo lingüístico cotidiano para lograr un efecto nuevo.
-
Sentido
de la perfección: es la cualidad más acusada y característica, aunque
pueda hacerle perder a veces sentimiento y espontaneidad. Horacio utiliza en
todo momento la palabra o construcción exacta, trabaja una y otra vez los
versos hasta dejarlos perfectos; la estructura de sus composiciones es armónica
y rigurosa, todo en consonancia con la alta misión social que el poeta se
atribuye, de ser educador e intérprete de los sentimientos de la sociedad.
Para
terminar podemos decir que los temas y formas usados por Horacio no
constituyen una innovación en sí dentro de la lírica romana, pues ya se tenía
el precedente de Catulo. Pero lo que sí supone una aportación original es su
estilo dialéctico en que la tradición romana arcaica se sintetiza con las
nuevas tendencias alejandrinas de su época, apoyándose en los líricos
griegos antiguos y recreándolos, frente a los "Poetae Novi" que
siguieron los modelos helenísticos. Horacio supera todo lo anterior partiendo
de unos elementos conocidos. Tuvo un grupo de sucesores que imitaron sus
formas líricas, aunque luego en la Edad Media sus Odas no fueron leídas. En
el Renacimiento cobraron de nuevo una gran aceptación, así como en el siglo
XVIII, cuando la filosofía de moderación preconizada por Horacio asumió un
papel preponderante.
2.-
La obra elegíaca de OVIDIO
2.1.-
Datos biográficos y Perfil humano
La
terrible atracción que Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) sentía hacia la poesía,
queda patente por su propia mano: "Et quod temptabam scribere, versus
erat". Espíritu libre y personaje económicamente independiente, nunca
quiso sentirse vinculado a nadie, por lo que evitó su adscripción a círculo
literario, sistema filosófico o programa educativo alguno.
El
tremendo golpe de infortunio en su vida del año 8 d.C., el destierro a Tomis,
su gran tragedia, significó paradójicamente su consagración como poeta elegíaco.
No entraremos a comentar los motivos del destierro, salvo insistir que éste
le llegó en uno de los momentos de su vida más dichosos y centrados en Roma,
con un matrimonio feliz, como poeta célebre y en medio de un círculo de
amigos con quienes congeniaba.
Desde
luego, la impresión que el castigo produjo en el poeta, que entonces contaba
con 51 años, fue espantosa. De hecho, de los tres grandes autores romanos que
tuvieron que asumir el exilio (Cicerón, Séneca y Ovidio) es Ovidio el que
con más dureza y persistencia fue afectado. Una vez en Tomis hizo todo lo
posible por conseguir el perdón y regresar a Roma, pero todo fue inútil,
incluso tras la muerte de Augusto. Sólo su amor a la poesía le libró de la
desesperación total; murió en el destierro.
2.2.-
Desarrollo y características de su poesía
Hombre
de extraordinaria facilidad para versificar, no muestra demasiados requisitos
por cuestiones profundas, lo cual le ha valido la acusación de dejarse
dominar por su talento, en vez de dominar a éste. Efectivamente, no se
detiene lo suficiente a seleccionar lo que creaba con tanta naturalidad y cae
a veces en repeticiones y lugares comunes; con todo, su poesía es de una
perfección formal pocas veces igualada y superior sin duda al contenido.
La
obra de Ovidio es rica en formas y facetas, pero toda ella está centrada
sobre un tema único: Eros es el dios a quien este poeta rinde culto, por
supuesto de una manera muy especial. A pesar de que el tema que nos ocupa es
el Ovidio elegíaco, realizaremos un resumen del conjunto de su producción:
Pasando
ya a la producción propiamente elegíaca podemos destacar variados aspectos
en cada una de sus obras:
-
Amores:
se trata de un conjunto de elegías de tema amoroso, dedicadas muchas de
ellas a una tal Corina. Él mismo afirma haber trastocado su primera intención
de escribir un poema épico, cambiándolo por una elegía amorosa, tras ser
herido por los dardos de Cupido: y no debe andar muy lejos de la verdad,
pues en la composición se observa cierto convencionalismo y rasgos de
erudición. Destaca esta obra por la precisa presentación de un
sentimiento, de una sensación, dentro de un marco escasamente delimitado.
Ovidio es insaciable en el amor, tanto en gozarlo como en cantarlo, pues es
el impulso que hace latir con más fuerza el corazón del hombre,
apareciendo con más claridad su naturaleza.
-
Heroidas:
son las cartas apasionadas o epístolas poéticas que Ovidio atribuye a heroínas
míticas dirigidas a sus maridos o amantes: Penélope a Ulises, Dido a
Eneas, etc. El apasionamiento del ardor solitario se derrama en estas
escenas representando situaciones modelo: se suceden alternativamente el
anhelo y los celos, la tristeza y la ira, los recuerdos y esperanzas, las
quejas y acusaciones... hasta formar una galería dramática que en
sucesivos contrastes entre sus protagonistas sondea, complementándose unos
a otros, la diversidad de emociones y conmociones humanas.
-
Tristia:
se trata de doce libros con casi cien poemas, que estuvieron terminados
alrededor del año 12 d.C. Aquí no nombra a los destinatarios de estas
cartas poéticas personales, según él mismo afirma, para no
comprometerlos. A pesar de que muchos poemas empalman con la gran tradición
elegíaca (p.e. la estremecedora despedida de Roma), la mayoría fatigan por
su tono quejumbroso y deprimen por la autohumillación en su desdicha.
Especial interés tiene el dedicado a su autobiografía (4, 10), que como
sello poético debía cerrar la colección.
-
Epistulae
ex Ponto: son cuatro libros de cartas en dísticos elegíacos y
dirigidas a su mujer y a influyentes amigos, pidiendo insistentemente que
intercedan por él para que le sea levantado el exilio. El lector moderno se
siente cansado por su monótona actitud de queja, que por otra parte no nos
debe extrañar, tratándose de un poeta marcado por el sello de la elegancia
de Roma.
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