Albert Lladó www.lavanguardia.com 19/09/2011

Marilia Samper reflexiona sobre el placer y el dolor en la sala Beckett con una triple recreación del mito griego.

La joven dramaturga Marilia Samper (Sao Paulo, 1974) recibió el encargo de la compañía Q-Arts Teatre para crear una pieza con los únicos requisitos que hubiese en ella dos Fedras y un tercer personaje que interpretara a Sarah Kane, autora británica de culto que escribió, entre otras piezas, Phedra’s love, y acabó suicidándose en 1999.

El excelente resultado se puede ver hasta el 9 de octubre en la sala Beckett de Barcelona, bajo la dirección de Pep Pla. La libertad creativa, a veces, también nace de los mínimos parámetros del encargo, y Samper es capaz de hilvanar una triple trama que nos interpela, que habla de nosotros y de nuestros vecinos, y que tiene el «impulso autodestructivo llamado eufemísticamente amor» como centro de operaciones.

La obra comienza antes de que el público se siente en las butacas. Nos están contando una tragedia, pero no es ajena al mundo por el que nos movemos. Encienden una cerilla y, mientras la llama dure, podremos soñar. La propuesta lleva como subtítulo una canción de Ben Harper, Pleasure and Pain, que reza: «he conocido el placer, he sentido el dolor y sé que nunca volveré a ser yo mismo». Las cerillas siempre se apagan.

El texto tiene presente el Hipólito de Eurípides y la Fedra de Racine. Pero las escenas son del ahora, del entorno inmediato. Fedra es una camarera (Freddy) que se enamora de su cuñado, con el que trabaja en un bar. Fedra es Vera, una actriz venida a menos que ahoga su vejez en el alcohol y la decadencia. Fedra es, al mismo tiempo, la propia Sarah, que se enamora de la vieja intérprete borracha y, al ser rechazada, tiene que ser hospitalizada en un centro psiquiátrico. Qué grandes están las tres actrices.

F3DRA es una propuesta deliciosa, dura, punzante. El rol del único actor de la obra, Jaume Madaula, tiene como objetivo entrelazar las tres historias. Reto que tanto la autora como el director consiguen con maestría. Sólo con ponerse una bata blanca, una camiseta de promoción de una conocida cerveza, o un albornoz, el intérprete se convierte en una pieza de engranaje que nos traslada por los tres escenarios fundamentales: la barra del bar, la cama del manicomio y el camerino de la vieja actriz.

Además, y sin que se resienta la inteligibilidad de la obra, somos testigos de un cuidado juego de metateatro. Sarah le promete a Vera que escribirá una Fedra para ella, y por ese motivo visita el bar en el que trabaja Freddy, viéndola ya como una versión actualizada del mito griego. Fedra, en cualquiera de sus posibilidades, opta por el amor equivocado, por el camino hacia el abismo. ¿Por qué escoge a su Hipólito? ¿Por verdadero amor o por capricho? Y la pieza sigue escribiéndose ante nuestra mirada…

Todas las obras tienen momentos prescindibles. Incluso ésta. No se entiende por qué tiene que ponerse a cantar Freddy en medio de la tragedia. No se comprende que al camarero le entre el impulso repentino de convertirse en un cantante de rap. Pero, comparado con la fuerza del conjunto, son anécdotas sin importancia. La calidad del texto lo perdona todo.

La violencia y la soledad están por todos sitios, por todos los poros de las relaciones humanas… La camarera es agredida por su marido, un soldado herido que le pega a diario. Cuando ella confiese sus sentimientos a Billy, su cuñado, éste la rechazará y justificará los malos tratos. También Sarah es rechazada. Y Vera, ya fuera de control, acaba agrediendo en escena a una atractiva actriz. Posee la juventud que ella tanto anhela. Por eso, besa a las esculturas de piedra, que se mantienen inmóviles ante el paso del tiempo.

Sarah deja de comer y escribe compulsivamente. «Voy extendiendo la muerte por allí donde paso», asegura. «Sólo salváis a los cuerpos, no a las personas», se queja cuando le neutralizan con fuertes calmantes. El telón de su vida quiere bajar cuanto antes. El eros se ha convertido, irremediablemente, en thanatos. Y el dolor sopla la última cerilla que quedaba encendida.

FUENTE: http://www.lavanguardia.com/escenarios/20110919/54217647541/fedra-al-cubo.html