Marta Gómez www.lavozdegalicia.es 10/11/2010

Tras la sorpresa del hallazgo, la falta de interés condena a los restos romanos de Rianxo a quedar de nuevo ocultos bajo tierra.

Patrimonio ha dado su veredicto y no parece que a estas alturas haya nadie dispuesto a evitarlo, al menos ninguna de las Administraciones con competencia en este asunto. Dice la Xunta que los restos romanos hallados en Rianxo, y que datan de entre los siglos III y V después de Cristo, podrán conservase in situ una vez protegidos convenientemente y enterrados bajo el suelo de la vivienda en la que aparecieron, una decisión que muchos en la villa de Castelao no acaban de entender teniendo en cuenta la importancia que los expertos dan al descubrimiento y a sabiendas de que existe la alternativa de retirar las estructuras encontradas y dejarlas a buen recaudo en un museo, con lo que se evitaría, al menos, que ese trozo de la historia rianxeira acabase olvidada bajo una placa de cemento.

También hay quien opina que por qué no expropiar el inmueble o modificar el proyecto de la vivienda para que los restos sean visibles y accesibles a todo el mundo. Sin embargo, esto son palabras mayores, y además hay la posibilidad de excavar, recuperar todos los restos y conservarlos en un espacio adecuado sin causar grandes perjuicios a los dueños de la casa en cuestión, una opción que, además, requiere de una inversión mínima si se tienen en cuenta los millonarios presupuestos que manejan las Administraciones.

Sin embargo, parece que el interés también es mínimo, lo que lleva a más de uno a preguntarse para qué demonios sirve Patrimonio si no garantiza que se preserve un descubrimiento arqueológico como el de Rianxo. Se trata además de un departamento que no cuenta con demasiadas simpatías entre los ciudadanos que se ven sometidos a sus directrices a la hora de rehabilitar sus viviendas y que se cuestionan si a la Administración solo le preocupará que las casas del casco viejo rianxeiro estén todas pintadas de color blanco.

Control arqueológico
Otra cuestión que se antoja difícil de entender es por qué es obligatorio que haya un arqueólogo supervisando las obras de rehabilitación que se desarrollen en viviendas incluidas en un área protegida si luego los restos encontrados simplemente se incluyen en un inventario y acaban bajo tierra.

Tampoco el Concello se libra de las críticas por acatar sin rechistar la resolución de la consellería, puesto que a nadie debería escapársele que la aparición de una necrópolis en un espacio que pudo ser una basílica paleocristiana podría convertirse en un jugoso reclamo turístico para la localidad si pudiese verse en algún lado.

Pero, sea por la burocracia, por las dificultades para conservar los restos o por el coste de la intervención en tiempos de crisis, todo parece indicar que los vestigios donde yacen los rianxeiros más antiguos de los que se tiene constancia física -en la zona aparecieron los huesos de tres personas y posiblemente haya más restos en otras tumbas- acabarán de nuevo enterrados mientras los prolíficos historiadores del municipio estarán ya a estas alturas revisando sus escritos para ampliarlos e incluir en ellos este nuevo descubrimiento. Al menos, en los libros seguirá presente.