noticias.terra.es 19/09/2011

Científicos brillantes que en su vida personal eran el colmo del despiste; Arquímedes, desnudo y corriendo como un loco por las calles de Siracusa, o aquel poeta romano que estaba convencido de que comer palomas adormecía el apetito sexual. La historia de la ciencia recoge sus logros, pero ahora también podemos conocer sus inventos fracasados y sus manías más curiosas.

Los anales de la ciencia están repletos de teorías que han cambiado la humanidad. Pero, a pesar de que en el recuerdo permanecen los triunfos, lumbreras como Newton, Arquímedes o Aristóteles también tuvieron ideas estrambóticas y fracasos estrepitosos que poco se comentan en las aulas.

Plinio el Viejo dedicó su vida a la ciencia hasta que ésta acabó con él; Arquímedes paseó su cuerpo desnudo por las calles de Siracusa gritando «¡eureka!», e Isaac Newton fue pillado «in fraganti» observando atentamente un huevo mientras cocía en el fuego su reloj.

Los científicos y sus «locos experimentos» han inspirado al escritor estadounidense Ian Crofton, que ha publicado recientemente el libro»Historia de la ciencia sin los trozos aburridos», con el objetivo de «pasear ociosamente por los caminos apartados y poco transitados de la historia de la ciencia», según apunta en su introducción.

El ‘eureka’ original
Arquímedes se conoce como el que resolvió el problema de determinar el volumen de un objeto de forma irregular. Hierón II, rey de Siracusa, le había pedido al físico que comprobara si su nueva corona era realmente de oro sólido.

Muchas vueltas le dio Arquímedes al asunto y no le venía a la cabeza ninguna idea hasta que, harto de pensar sin resultados, se sumergió en un cálido baño y, de repente, advirtió que el nivel del agua subía a medida que él se zambullía. Así se dio cuenta de que podía medir el volumen de cualquier objeto sumergido dividiendo su peso por su volumen. Salió del agua y corrió desnudo por las calles de Siracusa gritando «¡Eureka!», que en griego clásico significa «¡Lo encontré!».

Además, Arquímedes fue un hombre clave durante el asedio de Siracusa porque diseñó dos armas que se usaron contra los barcos romanos que atacaban la ciudad. En la misma época, el científico y filósofo griego Teofrasto escribió que el sonido de una flauta curaba la epilepsia y la ciática.

Hasta que la muerte os separe
Conocido como Plinio el Viejo, Cayo Plinio, autor de «Historia natural», fue uno de los científicos más importantes del mundo antiguo. Este completo y curioso personaje propuso teorías tan descabelladas como que la mejor cura para los piojos era bañarse en caldo de víboras.

Su ambición por el conocimiento le llevó a protagonizar una muerte trágica cuando el Vesubio entró en erupción el año 79 d.C. y él ordenó que un barco lo llevara hasta Pompeya, atravesando la lluvia constante de ceniza caliente y de piedra pómez que caía por efecto de la erupción.

Plinio se vio rodeado por densas emanaciones que le impidieron levantarse. El científico obligó a sus acompañantes a que le abandonaran y su cuerpo fue hallado dos días después sin señal alguna, ya que una dolencia cardiaca acabó con él antes de que el gas y el polvo de roca le intoxicaran.

Diez años después, el poeta romano Marcial se sirvió de los animales para sus teorías y, en sus «Epigramas» declaró que las palomas frenan y adormecen los poderes varoniles y que por ello era mejor no comerlas si uno quería «ser amoroso». Las peluqueras romanas, en cambio, utilizaban este animal, o más bien sus excrementos, mezclados con ceniza, para decolorar el cabello de sus clientas.

La gravedad de ser el colmo del despiste
Sir Isaac Newton fue un físico y matemático inglés de finales del siglo XVII y principios del XVIII que dejó su huella en la historia cuando descubrió la ley de la gravedad al ver una manzana caer en su jardín.

Pero una vida dedicada a la ciencia da para mucho, y también predijo que el mundo terminaría en el 2060, tomando para ello como base lo que creía que eran mensajes en clave en la Biblia.

Newton era un despiste en su vida personal. Cuenta el poeta Thomas Moore que, en una ocasión, su sirvienta entró en la cocina y lo encontró ante el hornillo, contemplando pensativamente un huevo, que se hallaba entre sus manos, mientras su reloj estaba dentro del perol de agua, hirviendo.

Estos son solo algunos ejemplos, pero la historia de la ciencia está repleta de curiosidades y experimentos extravagantes, como cuando Sanctorio de Padua, durante los primeros años de la revolución científica, pesaba meticulosamente sus propios excrementos, o como cuando Richard Lower trasfundió la sangre de una cabra a un hombre.

A pesar de ello, gracias a estos aventureros curiosos, se han descubierto elementos, curado enfermedades y hasta viajado al espacio.

FUENTE: http://noticias.terra.es/2011/ciencia-y-tecnologia/0919/actualidad/ciencia-sin-complejos.aspx