Manuel Rodríguez Santos www.seecgalicia.org 23/03/2011

Desde que José Solís Ruiz, ministro franquista natural de Cabra (egabrense por mor del latín, en vez de…), pronunciara allá por los años sesenta la desafortunada frase «Menos latín y más deporte», esta asignatura no ha dejado de perder peso en la enseñanza, especialmente en la Secundaria, situación que se ha ido agravando progresivamente con el devenir de los tiempos. Los profesores de lenguas clásicas -Latín y Griego- nos hemos resignado a sufrir las periódicas reformas educativas, cual filósofos estoicos, sabedores de que después de cada una de ellas nuestras materias tendrían indefectiblemente una menor presencia en el curriculum educativo. Y esto ha sido así, hasta el extremo de que hoy en los institutos es habitual que un único profesor cubra todas las horas de ambas lenguas, cuando apenas hace tres lustros cualquier centro contabilizaba en su plantilla al menos tres.

No es ningún secreto, pues, que la inmensa mayoría de los alumnos que acaban ese paupérrimo Bachillerato que padecemos en nuestro país desde la extinción del B.U.P., lo hace sin haber tenido contacto alguno con la lengua latina. Y esto se nota. Vaya si se nota. Que se lo pregunten a los docentes universitarios. Ellos se lamentan amargamente de que los estudiantes debutan en sus carreras -ahora grados- sin capacidad para comprender un texto de dificultad media, menos aún para redactarlo. Esta circunstancia es bien conocida por los que ejercemos en la Enseñanza Secundaria, por más que apliquemos a veces la política del avestruz. Nos hemos acostumbrado a leer trabajos plagados de faltas de ortografía – hay profesores que ya ni las tienen en consideración-, exámenes llenos de incorrecciones gramaticales y comentarios de texto sin vertebración ni sentido. Nos consolamos pensando que los chicos suplen estas carencias con su dominio de las nuevas tecnologías, como si esta capacidad – a menudo no es tanta- pudiera corregir las deficiencias mencionadas.

Las nuevas tecnologías en absoluto están reñidas con el Latín. Entren en la red y tecleen la palabra Chiron. Encontrarán una web en la que colaboran cientos de profesores de Latín y Griego creando recursos on line al más alto nivel para lograr métodos de aprendizaje más atractivos, más modernos. Es sólo un ejemplo. Podría llenar páginas con las URL de webs y de blogs dedicados plenamente a la enseñanza de esas lenguas, a las que, lejos de muertas, se las debería considerar inmortales.

Sinceramente, creo -y no sin motivos- que el colectivo de profesores de lenguas clásicas, en el que me incluyo, es vanguardista en Galicia y en España en lo referente a la aplicación de las nuevas tecnologías.

Y es que el latín no incapacita para nada; al contrario, abre la mente de quien lo cultiva. El latín es un sistema organizado, lógico, acumulativo, en el que cada destreza se construye sobre la anterior; nada puede ser olvidado; todo debe ser recordado. Todos los conocimientos y habilidades están interrelacionados. El estudiante construye el rascacielos del saber ladrillo a ladrillo hasta alcanzar el más alto nivel de habilidad y competencia. El estudio del latín es, pues, una educación completa porque desarrolla las facultades intelectuales al mismo tiempo que la capacidad para utilizar bien la lengua propia.

Así lo afirma Cheryl Lowe, y así lo entienden los gobernantes de países como Finlandia -habitual número uno en los resultados del informe PISA-, Estados Unidos, Alemania, etc.; y por ello lo han incluido sin reservas en sus sistemas educativos a pesar de hablar idiomas no románicos. Nuestros líderes políticos, en cambio, llevan años negándole el pan y el agua a esta asignatura, condenándola al ostracismo; en el mejor de los casos, la han relegado a la tercera división obligándola a competir con una maraña de materias que no pocas veces, tras el envoltorio rimbombante de sus nombres, sólo esconden humo.

Y como a perro flaco todo son pulgas, hete aquí un nuevo enemigo; nuevo e insospechado. Y digo insospechado por provenir de la Universidad, en concreto de la CIUG (Comisión Interuniversitaria de Galicia). Sorprendente, sí, pero cierto. Infórmense ustedes si no, sobre el valor que dicha comisión atribuye a las asignaturas que componen la prueba de Selectividad. Parece una broma de mal gusto, y lo sería si no procediera de la Universidad, alma mater de la cultura, de la ciencia, de la sapiencia.

Manifiesto esto porque, con las nuevas ponderaciones (del latín pondus -eris), un alumno que quiera estudiar Periodismo tendrá más posibilidades para ser admitido en este grado si en lugar de cursar la materia de Latín ha cursado la de Dibujo Artístico. Y es así desde que la CIUG decidió que sobre un total de catorce puntos, el Latín valga uno únicamente, mientras que al Dibujo Artístico le atribuye un valor de dos. Con esta decisión injusta -más bien kafkiana- olvidan que el Latín, además de madurez mental, propicia la familiarización del alumnado con el vocabulario, con los procedimientos de formación del léxico y con las estructuras elementales de la frase; en resumen, con todo aquello que constituye la esencia del periodismo; con todo aquello que las aulas universitarias echan en falta.

Por todo lo dicho, y porque considero que esta decisión es un agravio en toda regla contra la lengua latina, contra los discentes -pocos, pero muy buenos- que la escogen cada curso, y especialmente contra la inteligencia y el sentido común, he escrito este artículo. Tengo la esperanza de que alguno de los aludidos, tras leerlo, tenga a bien explicar a mis alumnos por qué para poder estudiar Periodismo en Galicia es más importante saber dibujar que saber latín. Yo para ese enigma no tengo respuesta.

(* Manuel Rodríguez Santos es profesor de lenguas clásicas en el IES Nº 4 do Couto, Ourense)