restos de OiassoÍñigo Domínguez | Roma | www.elcorreodigital.com 05/03/2006

El hallazgo del muelle romano en 1992 ha dado un vuelco al tópico de la escasa colonización latina del País Vasco, una ‘revolución’ que culmina en un libro y este verano, en un nuevo museo.

Un día de 1992, y ante el anuncio de que se iba a levantar la calle Santiago de Irún para instalar un colector, un grupo de arqueólogos fue al ayuntamiento con una petición: que les dejaran buscar restos romanos. «Las carcajadas se oyeron en todo el pueblo», cuentan Mercedes Urteaga y María José Noain, del centro de investigación Arkeolan. También recuerdan que cuando empezaron a excavar y le dijeron lo que buscaban a un señor que pasaba por allí les respondió con perplejidad: «¿Pero no sabéis que aquí nunca ha habido romanos?». Lo cierto es que, a la primera, apareció un puerto del siglo I y sacaron 14.000 piezas, más material romano que todo el encontrado hasta entonces en Guipúzcoa.

La importancia del hallazgo aumentó cuando siguieron tirando del hilo, esta vez en las mejores bibliotecas de Roma, y descubrieron que, en realidad, el primitivo puerto romano de Irún era el segundo descubierto en el mundo, después del de Londres. «Había mucho escrito, pero de restos, nada», señalan las investigadoras. Esta pequeña revolución cristalizó tras una década de trabajo en un congreso celebrado en 2003 en Pisa, que acogió la presentación internacional de los descubrimientos de Irún, y ha culminado esta semana con la presentación del libro que recoge aquellas ponencias en la Escuela Española de Arqueología de Roma. Este centro del CSIC y la Diputación foral de Guipúzcoa han apoyado el proyecto desde el principio.

El volumen cuenta con aportaciones de 17 expertos, entre ellos españoles como Emilio Rodríguez Almeida, Javier Arce, Juan Santos Yaguas o José Manuel Iglesias, y por primera vez da forma concreta a una idea: además del ‘Mare Nostrum’, el Mediterráneo, el imperio romano tenía otra cara más desconocida pero con una identidad propia en el ‘Mar Externum’, el Mar Exterior. Y la antigua Irún, Oiasso, era uno de sus puntos de referencia. El puerto, donde ha aparecido la estructura de madera del muelle y el varadero, es sólo la primera prueba. Además de una necrópolis ya conocida han aparecido unas termas y otras prospecciones dibujan un núcleo urbano de unas 12 hectáreas, con una planta reticular, almacenes, tiendas y talleres. Esta nueva realidad, que ha cambiado la percepción histórica de la ciudad, tendrá su traducción en el nuevo Museo Romano de Irún, algo impensable hasta hace poco. Será inaugurado este verano.

Oiasso era una verdadera ‘civitas’ vascona situada en un enclave que ya entonces constituía una frontera, entre Aquitania e Iberia. Según cuentan Estrabón y Plinio el Viejo, hasta allí llegaba la calzada que partía de Tarraco (Tarragona), a través de Ilerda (Lérida) y Osce (Huesca). Más o menos, unos 307.000 pasos, según Plinio. Se ha encontrado la base de un puente sobre el río Bidasoa y las dos arqueólogas están convencidas de que, tarde o temprano, aparecerá el ‘portorium’, la aduana, donde se cobraba una tasa del 2% a los productos que se exportaban. Era un poco más barata que la tasa impuesta en la Galia, un 2,5%.

El primer melocotón

Junto a miles de pedazos de cerámica las excavaciones han encontrado calzado, instrumentos y sobre todo muchísimos restos orgánicos, que han dado información muy valiosa sobre lo que se comía entonces. Como explican Leonor Peña-Chocarro y Lydia Zapata en un artículo específico del libro, además de las nueces, avellanas y otros frutos del bosque, aquellos ciudadanos que habitaban en los confines del imperio estaban abastecidos de todos los productos del mundo romano. Las aceitunas se importaban, pero otras especias introducidas quizá ya eran cultivadas en el lugar, como ciruelas, cerezas, higos… Los huesos de melocotón hallados en Irún tienen el honor de ser el primer testimonio de esta fruta en la Península. Oiasso era la base comercial de las rutas marítimas desde la que partía la distribución de mercancías en el interior, al valle del Ebro y a la gran ‘autopista’ XXXIV, la Astorga-Burdeos (Asturica Augusta-Burdigala). En las grandes distancias, las frutas viajaban conservadas en líquidos o secas.

¿Habrá bajo las calles de Irún, por ejemplo, un anfiteatro? «Pues sí, por qué no, y un foro, un templo… ya saldrán si hay oportunidad de excavar con alguna obra», explica Urteaga. La prioridad en este momento es otro aspecto que añade un dato más a la personalidad de Oiasso: era una ciudad minera. En las peñas de Aia, la característica cresta de tres puntas que domina la comarca, han localizado tres kilómetros de galerías romanas junto a las explotaciones modernas. «Son minas de plata que no han sido tocadas, con sedimentos vírgenes, y han constituido otra sorpresa», dicen las arqueólogas. El hallazgo de galerías de drenaje, notable ejemplo de ingeniería hidráulica romana, indica que había detrás toda una estructura administrativa.

Ideas preconcebidas

La conclusión de esta aventura que comenzó en 1992 es una profunda revisión de conceptos erróneos en una cuestión contaminada de prejuicios ideológicos. Al igual que Urteaga recuerda cómo un alcalde franquista de Irún estaba encantado con la idea de encontrar rastros de los romanos, ha sido laborioso cambiar cierta mentalidad nacionalista que quería creer que nunca estuvieron. Por otro lado, el propio Claudio Sánchez Albornoz se refería a los vascos como «los españoles sin romanizar».

Con tales tesis preconcebidas, a nadie se le ocurría buscar restos arqueológicos. «Era totalmente lógico encontrarlos, lo ilógico era pensar que no había romanidad en el Atlántico, si Irún está en el mismo eje del Golfo de Vizcaya», dijo Urteaga en la presentación de Roma. «Una historiografía que, de una u otra forma, ha vinculado la presencia romana con la expresión identitaria actual de los vascos ha condicionado las investigaciones», afirma en el libro. «Cuando damos alguna conferencia, el tema de la identidad vasca siempre sale en las preguntas», confirma Noain. El nuevo museo de Irún da por fin una buena respuesta.