Íñigo Domínguez | Roma | www.elcorreodigital.com 05/03/2006

La gran aportación del libro de varios autores ‘Mar Exterior. El Occidente Atlántico en época romana’, editado por Mercedes Urteaga y María José Noain con la Escuela Española de Arqueología de Roma y la Diputación foral de Guipúzcoa, es marcar un hito en lo que se sabe de la presencia latina en la fachada oceánica europea. Naturalmente, había publicaciones hasta la saciedad sobre el Meditérraneo, pero pocas acerca del ‘otro’ mar del imperio, que ha resultado ser tan romano como el Mare Nostrum. «El ámbito Atlántico tiene una entidad marcada, una comunidad cultural que era un ‘alter ego’ del Mediterráneo», explica Urteaga.

Íñigo Domínguez | Roma | www.elcorreodigital.com 05/03/2006

La gran aportación del libro de varios autores ‘Mar Exterior. El Occidente Atlántico en época romana’, editado por Mercedes Urteaga y María José Noain con la Escuela Española de Arqueología de Roma y la Diputación foral de Guipúzcoa, es marcar un hito en lo que se sabe de la presencia latina en la fachada oceánica europea. Naturalmente, había publicaciones hasta la saciedad sobre el Meditérraneo, pero pocas acerca del ‘otro’ mar del imperio, que ha resultado ser tan romano como el Mare Nostrum. «El ámbito Atlántico tiene una entidad marcada, una comunidad cultural que era un ‘alter ego’ del Mediterráneo», explica Urteaga.

Tras el descubrimiento del puerto de Irún en 1992, técnicos del museo de Londres cedieron generosamente al equipo de arqueólogos su método de clasificación de piezas. «De las 14.000 que teníamos, sólo con dos necesitamos crear códigos nuevos, las demás encajaban en los esquemas que nos pasaron», recuerda Urteaga. Esto quiere decir que Londres y Oiasso, la antigua Irún, formaban parte de un mismo mundo cultural y mercantil. Las ánforas halladas demuestran que incluso al final del imperio, el aceite y el vino de Bizancio llegaba regularmente a los puertos atlánticos. Es decir, un viajero podía atravesar Europa manteniendo la dieta mediterránea. La colonización romana se impuso en las poblaciones indígenas que se asomaban al oceáno, una presencia humana denominada de forma general ‘facing the Atlantic’ (cara al Atlántico).

Morogi y Vesperies

Navegando siempre a vista de tierra, por el respeto que infundía el inmenso océano, las naves doblaban la Torre de Hércules de Brigantium (La Coruña) y podían ir haciendo escalas a lo largo de una cadena de puertos estable. Tras abandonar Flaviobriga (Castro Urdiales), en el actual País Vasco estaba Oiasso y luego Lapurdum (Bayona) hasta Burdigala (Burdeos).

Hay textos que hablan de otra localidad llamada Menosca, que puede ser Getaria (del latín ‘cetaria’, donde se dedicaban a la salazón de pescado), y Plinio cita dos misteriosos puertos que todavía no han sido localizados con exactitud: Morogi, quizá en Orio o San Sebastián, y Vesperies, que podría hallarse en la ría de Gernika. Como se ve, aún queda espacio para más sorpresas arqueológicas.