Susana Vergara Pedreira | León www.diariodeleon.es 15/11/2013

La Legio y la ciudad. No hay que comprar tiquet. Está a simple vista, en plena calle. Es el León romano. Los mismos rincones que pisaron los legionarios y sus familias. Transitados por miles de personas cada día. Ignorados y desconocidos.

Cuándo se fueron los romanos de León? El guía responde impasible para sorpresa del viajero: «Nunca, aquí son romanos aún, señor». Y sigue por la calle Ancha arriba, hasta la Catedral. En realidad, por la calle principal del campamento de la Legio VII hasta las termas romanas.

León sigue pisando Roma. Casi en cada rincón de la ciudad vieja. Y también en el Campus de Vegazana, donde se alza la Universidad. Y en Navatejera.

Quizá el guía no le lleve nunca por allí. La prometida ruta romana que todos los gobiernos municipales anuncian en época de programas electorales sigue siendo transitada en absoluto anonimato por miles de personas cada día camino de su trabajo, del colegio, de las compras. Ninguno es turista. Tampoco le llevarán al cubo de la muralla que se funde con San Isidoro, en la calle Ramón y Cajal, donde se conservan a simple vista, sin necesidad de comprar entradas, las tres murallas que levantaron los romanos en la ciudad. La de tapines, la de barro y bolos y la de sillarejo. En un rincón que la ciudad contempla con cierto desdén y adoran los perros está la historia mismo de sus orígenes.

Usaban una pala cuadrada, cortaban los tapines de unos 10 centímetros de espesor y los colocaban dados la vuelta, con la hierba hacia abajo. Uno encima de otro. Así fue cómo la Legio VI levantó la primera muralla de León. Ingeniería romana sin una sola piedra. Luego vinieron las otras dos.

Los restos de esas murallas están también en otro lugar oculto, en la antigua sede del CCAN. En Santa Marina. En el espacio que ocuparía un apartamento moderno, en apenas 60 metros cuadrados, está la historia de los primeros momentos de la ciudad. Será, si el tiempo y el dinero quieren, sede del centro de interpretación del León romano. Tantos siglos de espera. De momento, proyecto inacabado.

Roma está en León a pie de calle. En la muralla que va de la Catedral por los Cubos hasta San Isidoro o viceversa, que en ambos sentidos se puede recorrer. Una fortificación que, al menos en algunos tramos, estuvo pintada de rosa-ocre. Nadie sabe aún muy bien por qué, pero los restos de ese encalado tan particular han aparecido, claramente, en algunas excavaciones.

Lo mismo que los restos de la madera que sirvió para hacer el graderío del anfiteatro romano, en la calle Cascalerías, tapado por las viviendas, directamente destruido en la mayor parte de su perímetro. Más grande que el espacio que ahora ocupa la Plaza Mayor. Estaba extramuros, en lo que era una suave colina de la ciudad, entre la muralla que aún se divisa adosada al torreón del Palacio del Conde Luna y el de Don Gutierre, ya en el Húmedo. Basta ver las escalinatas donde ahora juegan los niños y que salva el desnivel que separa la calle del Barranco de la Fernández Cadórniga para imaginar por qué escogieron ese lugar.

La naturaleza les hizo parte de la obra. El resto se levantó en piedra para la base y madera para albergar al gentío, a los legionarios y sus familias, comerciantes, prostitutas y sirvientes. León, que entonces no era ya sólo Legio.

Una ciudad que se abastecía de agua con un acueducto elevado. Una obra de ingeniería discreta pero contundente. Un muro y su canalización alzado desde Eras de Renueva, en alto, cubierto, que entraría desde los Maristas por Puerta Castillo, lo que León conoce como el Arco de la Cárcel. No se sabe muy bien de dónde partía ni hasta dónde llegaba. Sus restos están ahora en el Jardín del Cid, ambientados como un pequeño manantial. Igual que la alberca de San Pedro, el depósito de agua en cuyas proximidades aparcan ahora autobuses y coches. O los Principia, el cuartel general de la Legio VII, en un solar de la calle San Pelayo que es objeto de larga disputa entre el Ayuntamiento y sus propietarios. Tapados. O los barracones de la calle del Cid y Santa Marina. Y las termas y letrinas romanas bajo la Catedral, que fue templo de los dioses romanos, el primer conjunto arqueológico que el Ayuntamiento conservó ‘in situ’, bajo una cripta. Cerrada todavía a cal y canto. O el otro acceso, Puerta Obispo, en donde están las escaleras metálicas que conducen al templo gótico desde San Pedro.

Para llegar a sus baños, atravesarían los romanos la via principal, la calle Ancha. Quizá no exactamente donde está ahora, tal vez 9un poco desplazada, pues bajo el hotel París se localizan restos de esa ‘avenida’ romana y hay evidencias de que la puerta de acceso a la ciudad estaría donde hoy está otra puerta, la del Palacio de los Guzmanes.

Restos de Roma misma que pisan los leoneses, que nunca dejaron de ser romanos.

FUENTE: http://www.diariodeleon.es/noticias/leon-pisa-roma_843934.html

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