Una investigación asegura que el incendio en el Museo de los Barcos Romanos del lago Nemi del 31 de mayo de 1944 lo provocó la artillería aliada.

Davis Barreira www.elespanol.com 29/04/2023

«Roma es nuestro punto de partida y de referencia, es nuestro símbolo o si se quiere nuestro mito. Nosotros soñamos con la Italia romana, esto es, sabia y fuerte, disciplinada e imperial. Mucho de aquello que fue el espíritu imperial de Roma resurge en el fascismo: romanas son las fasces lictorias, romana es nuestra organización de combate, romano es nuestro orgullo y nuestro coraje». Esta cita de Benito Mussolini, que resume el intento del duce de conectar su figura con la de Octavio Augusto, el fundador del Imperio romano, se podía leer en una de las salas de la Mostra Augustea della Romanità, inaugurada en octubre de 1937.

El vínculo con Roma fue una de las obsesiones de Mussolini desde su ascenso al poder. Y en la arqueología encontró una sensacional herramienta propagandística. Antes de inaugurar el Ara Pacis, logró sacar a la luz los vestigios de dos lujosas e impresionantes naves del siglo I d.C. en el lago Nemi que pertenecieron al emperador Calígula. Dos sorprendentes proyectos de ingeniería que quedaron protegidos por un museo y que sirvieron para reforzar sus fines ideológicos. Lamentablemente ya no se conservan: los feroces combates de la II Guerra Mundial tienen la culpa.

En la primavera de 1944, las tropas aliadas empujaron a las divisiones nazis a retirarse hacia Roma a través de los montes Albanos, donde escondido en un cráter volcánico se ubica el lago Nemi. El día 28 mayo los alemanes establecieron un puesto de artillería a un centenar de metros del Museo de los Barcos Romanos. Algunas columnas del edificio ya se derribaron por los estallidos de los proyectiles. Pero la gran tragedia patrimonial, la destrucción de una de las más asombrosas construcciones de la Antigua Roma, ocurrió en la noche del 31.

Los aliados bombardearon el área en torno al lago y forzaron a los nazis a retirarse. Según un trabajador del museo, varios obuses americanos impactaron en el edificio, aunque el incendio que consumiría los megapalacios flotantes de Calígula, que estuvieron decorados con columnas de mármol, lujosos mosaicos, enormes anclas de roble y bronce o mástiles y timones ricamente adornados con figuras de lobos y leones, empezó dos horas más tarde. Este testigo aseguró que vio a los soldados de Hitler verter gasolina sobre las embarcaciones y prenderles fuego. Un informe oficial aliado concluyó que los nazis fueron los responsables de este «crimen contra la civilización».

La versión oficial de las causas del incendio, no obstante, ha sido discutida desde entonces. Se acusó también a partisanos que habrían querido destruir «los barcos de Mussolini» y a simples ladrones que buscaban objetos de valor y no dejar rastro de sus hurtos. Pero una nueva investigación realizada durante más de diez años por el arqueólogo Flavio Altamura y el historiador Stefano Paolucci arroja nuevas pistas sobre la autoría de las llamas. Los resultados, publicados en el libro Incendio delle navi di Nemi (Passamonti), apuntan a la artillería estadounidense como detonante.

Los investigadores señalan que cuatro proyectiles aliados perforaron el techo del museo, probablemente arrojando metralla al rojo vivo directamente sobre los restos de los barcos de madera, que además por motivos de conservación estaban impregnados con un material inflamable. «El informe oficial afirma que el fuego no pudo haber sido iniciado por los bombardeos porque se originó dos horas después, pero otras estructuras de madera bombardeadas en ese momento tardaron un tiempo similar en arder y creemos que la luz que vio el vigilante fue el fuego que comenzó lentamente», ha explicado Altamura.

Los autores del libro, que han recorrido archivos de diversos países para consultar fotos, declaraciones, correspondencia e informes militares, encontraron un documento de un experto en artillería italiano en el que se reconocía que los obuses aliados podrían haber originado el fuego. Pero esta información se omitió de la investigación oficial. La destrucción de la abadía de Montecassino, solo unas semanas antes, estaba todavía muy fresca en la memoria. Altamura y Paolucci también señalan una supuesta artimaña de Salvatore Aurigemma, el funcionario del patrimonio italiano que dirigió las pesquisas, quien estaría dispuesto a culpar a los alemanes para ganarse el favor de sus antiguos enemigos en un esfuerzo por disimular sus vínculos con el fascismo.

Su conclusión es que el incendio no fue un acto deliberado por ninguno de los dos bandos, asegurando que habría que considerarlo «un accidente». También reconocen que el relato de este desastre patrimonial nunca podrá ser completado del todo.

FUENTE: www.elespanol.com