María José S. Mayo www.elconfidencial.com 23/03/2007

Los fans de Frank Miller, antes o después de Sin City; los amantes del cine de batallas grandiosas; los apasionados por la historia helénica; los devotos de los efectos especiales de la era digital… A muchos debía contentar Zack Snyder con esta película basada en el cómic homónimo que el dibujante norteamericano realizó en 1998 sobre la batalla de las Termópilas siguiendo -mal que les pese a muchos por su hinchada poética- la visión de Herodoto. Finalmente, se han hecho las cosas como se suelen hacer en estos casos: pensando en la taquilla. Porque 300 agradará especialmente al público que más réditos económicos suele conceder: el adolescente, acostumbrado a la dinámica del videojuego y al más es más, cuando, en esta ocasión, es menos.

María José S. Mayo www.elconfidencial.com 23/03/2007

Los fans de Frank Miller, antes o después de Sin City; los amantes del cine de batallas grandiosas; los apasionados por la historia helénica; los devotos de los efectos especiales de la era digital… A muchos debía contentar Zack Snyder con esta película basada en el cómic homónimo que el dibujante norteamericano realizó en 1998 sobre la batalla de las Termópilas siguiendo -mal que les pese a muchos por su hinchada poética- la visión de Herodoto. Finalmente, se han hecho las cosas como se suelen hacer en estos casos: pensando en la taquilla. Porque 300 agradará especialmente al público que más réditos económicos suele conceder: el adolescente, acostumbrado a la dinámica del videojuego y al más es más, cuando, en esta ocasión, es menos.

Y es menos porque tras asistir a las dos horas que retratan los cinco días de lucha entre espartanos y persas, la sensación que prevalece es la de que se ha estropeado el aliento épico de la historia gracias a un abuso de efectos especiales que son una auténtica vuelta de tuerca al estilo visual de Matrix, con ralentíes cada dos por tres, y toda una serie de criaturas –gigantes deformes cual ogros, verdugos con extraños huesos en lugar de brazos- que son más propias de la saga Hellraiser o de alguna historia de fantasía medievaloide. Efectos con los que, a buen seguro, ni el imaginativo dibujante norteamericano osó estropear su genial novela gráfica.

300 olvida, como gran parte del cine actual, que para tener una buena historia de antagonismo se ha de contar con un malo inteligente y no con una caricatura parlante. Porque este Jerjes, grandioso en manos de Miller, es ridículo en las de Snyder, pues distorsiona diabólicamente su voz y cede su figura a un limitadísimo Rodrigo Santoro con piercings en cada poro de su piel. Frente a él se sitúa Gerard Butler y su Leónidas teñido del laconismo espartano que regala, según la leyenda, míticas frases para la posteridad: “Desayunad copiosamente que esta noche cenaremos en el infierno”. El intérprete escocés, gracias a su buena planta y a cierto magnetismo, mantiene su personaje con una cierta dignidad, pero no deja de parecernos artificial -ese implante nasal no ayuda- en comparación con la fuerza de David Wenham, como Dilios, o sobre todo Michael Fassbender, en la piel de Stelios, mucho más rotundos y convincentes.

No se puede negar que 300 es espectacular mostrando los métodos de lucha en defensivos bloques compactos de estos hoplitas de mantos encarnados; también suando muestra los momentos que hablan de la selección darwiniana de los niños y las pruebas a las que son sometidos, así como la plasmación del poderío persa -parece que numérico más que de destreza en la lucha- reflejando la imagen herodotiana de que lanzadas todas sus flechas a la vez se nublaría el sol. Nuestro cinismo de espectador con dos dedos de frente disfruta con la épica de la leyenda, claro que sí -de hecho nos encanta-, pero no cuando se abusa e incluso se añaden elementos con calzador por aquello de agradar a todo ser humano que se precie. Por ahí nuestro cinismo no pasa.

También nos recorre un escalofrío -ya nos pasó en casos como Bravehearth- cuando oímos más de una alusión a la libertad como causa final de una batalla -que le vamos a hacer, tan mal acostumbrados nos tiene la política exterior estadounidense-, que enseguida nos hace saltar todas las alarmas con respecto al trasfondo político que se nos quiere endilgar, pues ni los espartanos eran modelos de conducta recta ni los persas esas bestias pardas que venían a imponer una esclavitud de la que, gracias a Zeus, nos salvarían definitivamente los helenos en la batalla de Salamina. Aquí, hasta la reina Gorgo -una soberbia Lena Heady-, auténtico inspiradora de las decisiones de Leónidas -por aquello, parece, de contentar a las féminas presentes en la sala-, recuerda a su marido que acuda a la batalla que promete ser su fin, no como griego, ni como espartano, sino como hombre libre.

Pero, polémicas aparte, 300 se erige como una narración llena de tantos momentos de impacto que satura nuestra capacidad de ser sorprendidos, una cinta que en toda su ambición se olvidó de lo más sencillo: mostrar el aliento humano que hay tras esta historia de sacrificio por un ideal más fuerte que la vida y la muerte, apagando gracias a su vacuidad el fuego que en ella latía. Una verdadera lástima.

300
Director: Zack Snyder.
Guión: Zack Snyder, Kurt Johnstad y Michael Gordon, basado en el cómic de Frank Miller y Lynn Varley.
Fotografía: Larry Fong.
Música: Tyler Bates.
Intérpretes: Gerard Butler, Lena Heady, Dominic West, David Wenham, Vincent Regan, Michael Fassbender y Rodrigo Santoro, entre otros.
www.300-es.com