Alfredo Conde www.elcorreogallego.es 13/11/2010

«NO conviene cargar los jóvenes cerebros con un bagaje inútil», parece ser que afirmaba Herr Adolf en su Mein Kampf. Digo parece porque Benda atribuye la frase a «el arconte de Mein Kampf» y arconte es, si bien recuerdo, palabra de origen griego que indicaba la autoridad que gobernaba en lugar del rey fallecido o bien cualquiera de los nueve individuos ocupantes de los cargos creados posteriormente para tal fin; así que no me extrañaría nada que Benda se refiriese a cualquier colaboracionista francés opinante de tal modo; aunque a lo mejor no; a lo mejor habla del mismo Fuhrer pues, en esa opinión, se sustentó el hecho de que, la prueba de educación física, supusiese el cincuenta por ciento de los puntos necesarios para la obtención del título de Bachillerato y la razón de que, un joven alemán que no fuese capaz de nadar sin pausa durante tres cuartos de hora no pudiese obtenerlo.

Aquí también sucedió algo parecido, en tiempos del Innombrable, cuando el ministro Solís, conocido como «la sonrisa del régimen», gobernador provincial que fue de Pontevedra, en su momento, argumentó a favor de la supresión del latín, apoyándose en aquello de «mens sana in corpore sano» que tantas veces fue la consigna del día en los campamentos del Frente de Juventudes. Se suprimió el latín del Bachillerato y esto es lo que hemos logrado. Me refiero a lo observado en la juventud que nos rodea y aun en la ya no tan joven sociedad supuestamente cultivada de una manera que no tiene nada que ver con aquella y sin embargo…

Dejo los puntos suspensivos a propósito para que cada uno los continúe con los argumentos que sostengan lo que le venga en gana. El partidario del orden, ajeno al hecho de que la idea que defiende, la del orden por encima de todo, está estrechamente ligada a la de violencia pues el orden se mantiene, se restablece e impone. Así que para él será un valor que se pueda desprender fácilmente, el de la puñetera falta que hace el latín para que la juventud crezca sana y disciplinada, fuerte y homogénea, que es lo que le interesa y preocupa.

Por su parte, el partidario de que la verdad y la justicia prevalezcan por encima del orden, acertará a encontrar los argumentos que ayuden a entender por qué la violencia que se genera en una sociedad democrática compensa las res­tricciones que tal violencia impone no sobre el conjunto de la sociedad sino sobre el individuo, o el singular conjunto de individuos que singularizadamente la padezcan. Así que habrá para todos. ¿Y mientras? Pues mientras seguiremos viendo gentes que, abrumadas por las deudas, esa otra forma de violencia, se suicidan, queman a sus hijas y a quien pillen por delante y trastocan todo lo trastocable que se halle al alcance de sus mano. Atención a ello, Napoleón advirtió que «la miseria es la escuela del buen soldado» y estos, si buenos, suelen traer tiempos plenos de un orden que lo desordena todo. Así que más latín y menos gimnasia.

(*) Alfredo Conde es escritor, Premio Nadal y Nacional de Literatura