S. Campo | Zaragoza www.heraldodesoria.es 14/11/2010
Los romanos establecieron muchos de nuestros hábitos de belleza actuales. Las mujeres pudientes popularizaron el uso de cosméticos naturales, que eran similares a los que se compran hoy en las perfumerías y que incluso pueden emplearse en remedios caseros efectivos.
Los romanos establecieron muchos de nuestros hábitos de belleza actuales. Las mujeres pudientes popularizaron el uso de cosméticos naturales, que eran similares a los que se compran hoy en las perfumerías y que incluso pueden emplearse en remedios caseros efectivos.
Así lo está confirmando un estudio dirigido por la investigadora de la Universidad de Zaragoza, Josefina Pérez-Arantegui, en colaboración con la Universidad de Pisa (Italia), que consiste en analizar residuos encontrados en piezas de esta época del Museo de Zaragoza, fechadas entre los siglos I y V después de Cristo. Se han examinado una treintena de muestras, encontradas principalmente en ungüentarios, útiles de tocador, como una concha que se utilizaba para extender el colorete más fácilmente y un removedor (osculatorio) con el que se preparaban las mezclas procedente de la colonia de Celsa, en Velilla de Ebro.
Los primeros resultados del proyecto, que lleva dos años en marcha, permiten descifrar con mayor exactitud cómo se elaboraba el color rojo, los tonos rosáceos para el rostro y la sombra de ojos verde. «La cosmética entonces ya era muy elaborada y se buscaban unas propiedades muy parecidas a las de los productos actuales, que fueran fáciles de aplicar y extender, para lo que en algunos casos mezclaban los polvos con aceites esenciales y aceite de oliva, además también eran resistentes al agua», explica Josefina Pérez-Arantegui.
Colorantes vegetales
Los tonos rojos con que se maquillaban en la Zaragoza romana, explica esta investigadora, se obtenían de dos formas. Por un lado se han encontrado las «tierras rojas», compuestos de hierro de gran pureza y con tamaños de partícula finísimos, que se mezclaban con yeso para atenuar el reflejo final. También ha aparecido el uso del cinabrio (sulfuro de mercurio) que era muy popular gracias a las minas de Almadén (Ciudad Real). En este caso, la tonalidad resultante anaranjada «lleva a pensar que se destinaba más para los labios», señala Josefina Pérez-Arantegui.
Para los matices rosados, se valían de colorantes orgánicos, procedentes en tierras zaragozanas de la planta Rubia Tinctorum. «Extraían el colorante de la raíz, que luego precipitaban para obtener una laca en polvo, cuyo color a la hora de usarse se matizaba con yeso», cuenta esta experta. Después, estos polvos parece que no se aplicaban directamente, sino que se mezclaban con otros compuestos, como el aceite de oliva, para conseguir una pasta más densa o líquida. «El resultado podría ser como una crema algo densa, con consistencia, comparable a los pintalabios en barra», explica Josefina Pérez-Arantegui.
En el caso de la sombra de ojos verdes, se recurría a las «tierras verdes», con celadonita y glauconita, que también se usa como pigmento en la pintura mural. Los próximos estudios se centrarán en los colores más marrones y grisáceos, donde esta especialista espera encontrar resinas y aceites perfumados, y las muestras islámicas que ha recibido desde Albarracín.
Técnicas de arqueometría
Para fijar con exactitud la procedencia de los productos del maquillaje de los romanas, se emplean técnicas de arqueometría con los últimos avances científicos en rayos X, radiaciones infrarrojas o láser y técnicas microscópicas.
Una complicación es que los residuos orgánicos son los primeros que se pierden con el paso del tiempo y las muestras se encuentran en cantidades pequeñísimas, lo que hace complejo su análisis.
Objetos de tocador
En la fotografía, exposición de objetos de tocador (espátulas, removedores, pinzas, peines, recipientes y agujas para el cabello) que se exhibe en el Museo de Zaragoza. Entre las piezas hay una concha de molusco en la que todavía se pueden contemplar claramente los restos de polvos cosméticos rojos.