Esquilo y Eurípides escribieron dos obras de título homónimo «Las Suplicantes». El primero centró su relato en la huida de Egipto de las hijas de Dánao, destinadas a casarse contra su voluntad con los hijos del rey Egipto, y en su llegada a la ciudad de Argos, conducidas por su padre, donde son acogidas de forma amistosa. Más tarde surgirán los problemas ante la reivindicación de los novios abandonados y del padre de estos, que planteará una guerra ante la «ofensa» recibida.
Por su parte Eurípides narra en su tragedia el episodio en el que las madres argivas visitan Eleusis para reclamar los cadáveres de sus hijos que habían fallecido en la invasión que Argos intentó realizar contra Tebas. Ante la negativa tebana, las mujeres logran la mediación de Teseo, el rey de Atenas, para que consiga por las buenas o mediante amenazas la devolución de los insepultos.
Con estos dos mimbres, Silvia Zarco construye, aun siendo fiel a los textos originales, una versión arrebatadoramente moderna. Una obra en la que las mujeres alzan la voz para denunciar dos situaciones injustas que ponen de manifiesto que la tragedia griega siempre tiene una vigencia absoluta.
El derecho de las mujeres a proteger su propio cuerpo; la libertad de elección de pareja sin coacción de ningún tipo; la reclamación de un entierro digno para los caídos en un conflicto; el amparo de hombres implicados en ayudar la causa de las mujeres; la unión de mujeres de varias generaciones en una causa común, reivindicando sus derechos; el derecho de los migrantes a huir de zonas en conflicto… Son titulares de la prensa de hoy en día. Un momento, ¿no estábamos hablando de tragedias escritas hace veinticinco siglos?
El Festival de Mérida en 2021 ha logrado reunir a cuatro mujeres dispuestas a poner en pie un espectáculo que trata de asuntos que a lo mejor alguna vez dejan de ser actuales, aunque estén escritos hace muchos siglos o esta mañana. La productora Maribel Mesón, Eva Romero, en la dirección, Gema Ortíz, que diseña la coreografía, y Silvia Zarco, en la escritura del texto, han decidido dar un paso al frente y reclamar el peso que las mujeres merecen en el teatro clásico y en el mundo en el que vivimos. Mujeres que ponen en escena a mujeres que no quieren estar en un segundo plano, que no son quieren ser consideradas «ciudadanos de segunda», que exigen ser escuchadas porque tienen argumentos y razones que nadie, que sea sensato, puede contradecir.
Mujeres, en fin, de todas las edades reunidas en un Coro, verdadero protagonista de la obra, arropadas por hombres «de labios libres», denunciando y reclamando sus derechos, que les fueron arrebatados por aquellos que las juzgan incapaces de dar ese paso adelante. Mujeres que son dueñas de su propio destino y que no buscan venganza, sino reparación, que tan solo pretenden ser dueñas de su propia anatomía, de su deseo, de sus esperanzas y de su futuro. Mujeres que reclaman la memoria y la dignidad de sus hijos que perecieron en el combate y fueron enterrados sin el más mínimo reconocimiento. Mujeres que ya no se conforman con suplicar sino que se enfrentan a sus verdugos. Mujeres que gritan porque ya callaron durante demasiado tiempo. Son mujeres de entonces y son mujeres de ahora.
Un espectáculo que además pretende ser, en palabras de su autora, Silvia Zarco, un homenaje a los profesores de clásicas que, con el mayor de los decoros, también intentan mantener la compostura en estos difíciles momentos en los que nos ha tocado vivir por mor de la pandemia.
Ahora comprenderán por qué este espectáculo tiene que ser representado y por qué nos morimos de ganas de ir a verlo en el escenario del Teatro Romano de Mérida.