Rosana Torres – Mérida – www.elpais.com 28/07/2007

Su montaje ‘Los persas. Réquiem por un soldado’ se estrena en Mérida con polémica

«A los que han protestado nos los hemos comidos con patatas», apuntaba una eufórica Natalia Dicenta minutos después de haberse estrenado Los persas. Réquiem por un soldado, montaje escénico antibelicista de Calixto Bieito en el que ella participa. Una vez más este director, constantemente reclamado por los mejores coliseos de ópera y teatro de Europa, genera polémica con su trabajo, con el que casi siempre un sector del público no parece estar de acuerdo. Esta vez ha sido en el Festival de Teatro Clásico de Mérida donde la obra se representará hasta el próximo 5 de agosto, antes de viajar a Sagunto y Barcelona.

Bieito ha querido lanzar sobre el escenario un lamento dolorido contra las guerras y para ello no se ha ido por las ramas. No sólo no se ha sumergido en diatribas, sino que ha acudido directamente a sentimientos primarios, casi caricaturescos, sobre lo que un civil puede observar del mundo del ejército. Para ello ha recreado una especie de espejo esperpéntico y valleinclanesco a través del cual ofrecer un mundo militarote marcado por un lenguaje y una actitud más que cuartelarios.

El gran acierto de Bieto es que lo que presenta sobre el escenario es un documento, en este caso de protesta antibelicista, y al igual que Michael Moore investiga sobre los tejemanejes de Bush y sus guerras preventivas, Bietio se pone casero y husmea en situaciones que bien podemos creer son a las que se enfrentan cotidianamente nuestras tropas en misión de paz en Afganistán.

Esquilo dice en su obra «La guerra es eterna». Bieito parece añadir en este montaje: Y más que nunca ahora que supuestamente se va buscando la paz.

Los Persas de Esquilo tiene el honor de ser la tragedia más antigua conservada y paradójicamente la de tema más reciente, puesto que pone en escena un hecho histórico ocurrido ocho años antes de su estreno: la derrota del poderoso Jerjes y su inmenso ejército persa frente al humilde y relativamente escaso ejército de ciudadanos griegos en la batalla de Salamina, en el año 480 a.C. Este suceso histórico es presentado desde el lado persa, el de los vencidos. Humanizando a los persas, llenándolos de sentimientos, Esquilo no hace sino valorar aún más la victoria de los griegos. Es su particular canto a su querida patria. «Esta no es una tragedia sobre dioses y sus cábalas sino sobre simples y mortales humanos; sobre sus angustias, tristezas y lamentos por una guerra perdida y por sus soldados muertos; todos ellos con nombre y apellidos que es cuando los muertos duelen más ya que Los Persas es también una pieza sobre el exceso de soberbia de un país civilizado que intenta imponer su «tiranía» sobre otro», apunta Bieito.

Es en ese territorio donde el director se encuentra con Esquilo, y aunque a muchos espectadores les parezca que de manera sólo fugaz, en realidad Bieito toma prestadas del poeta griego varias estrofas que pone en boca de Jerjes (el gran soldado persa aquí convertido en una soldado española) y Dario (interpretado por Roberto Quintana), su padre pacifista y enloquecido por el dolor, primero el que le produce la marcha de su hija soldado, después el que le desgarra el corazón y la cabeza cuando la pérdida ya es definitiva e irrevesible.

Como en la propuesta de Esquilo las canciones emergen a lo largo de la obra hasta el punto de que casi se podría hablar de teatro musical. De hecho la versión de Calixto Bieito y Pau Miró se subtitula ‘réquiem’ porque el elemento musical adquiere tanta importancia como el narrativo a través de una estructura de oratoria-teatro-réquiem. Canciones como Cry baby de Janis Joplin, War de Edwin Starr o In the flesh de Pink Floyd o el himno nacional a ritmo de rock, contribuyen a crear una atmósfera apocalíptica. La misma que se busca en la escenografía de Alfons Flores que reproduce las huellas de un ataque aéreo a un escuela en el desierto afgano. De agradecer la bella y formada voz en directo de Natalia Dicenta y los conocimientos musicales del resto del reparto formado por Rafa Castejón, David Fernández, Javier Gamazo, Chus Herrera e Ignácio Ysasi. Tanto Bieito, como la vestuarista Mercé Paloma y el resto del equipo de esta producción de Focus con el Festival de Mérida, han contado en todo momento con un asesor militar que ha pasado los últimos diez años en el ejército y ha integrado una misión de paz en Afganistán.

Todo el montaje es como un extraño sueño de cada uno de unos personajes que apenas se relacionan entre sí. Tan sólo están en los sueños de los otros. Todos impregnados por un olor a pesadilla que emerge en lo que cada uno de ellos va contando, viviendo.

Para parte del público la propuesta de Bieito se convirtió en una mala noche y así lo hizo saber con interrupciones gritando «¡fuera!» y preguntándose en alto «¿dónde está Esquilo?» en mitad de la representación. Comenzaron cuando un personaje hace de streeper y se ayuda de la bandera española para no enseñar el pene. Las voces se fueron acallando, no siempre y no todas, una docena de personas se salieron y al final de la representación casi un centenar de espectadores abandonaron el teatro tras el último mutis. Pero fueron más de 1.200 espectadores los que aplaudieron en pie el trabajo de actores y el resto del equipo artístico. No así varios representantes de los cuerpos de seguridad de Estado que estaban entre el público y se limitaron a quedarse sentados sin aplaudir, un gesto que le pareció normal y entendible al director del Inaem, Juan Carlos Marset: «La propuesta de Bieito es magnífica y las actuaciones de Natalia Dicenta y Roberto Quintana son extraordinarias, entre otros méritos de la producción, pero es respetable y comprensible que haya personas que no lo hayan aplaudido».

El director comentaba nada más finalizar el espectáculo: «Es un esfuerzo ir a ver una obra de teatro y hay que relajarse, es un pequeño esfuerzo que vale la pena hacerlo porque si no te pierdes cosas; lo lamento por ellos, son los que han perdido, se han dejado fascinar por la mantequilla de El último tango en París y no por la belleza de la película», apuntó Bieito quien no sufrió con esas famosas piedras del teatro romano a las que tanto temen muchos actores: «Estas piedras tienen tantos muertos, tantos fantasmas, que juegan a favor todo el rato, han sido unas aliadas, porque aquí nosotros estamos explicando la historia de los muertos de siempre y hacer en este teatro éste espectáculo ha sido una gran ventaja».

El montaje, tal y como dice Bieito, está en deuda con nuestra cultura musical anglosajona: «Y con las películas que nos han creado una ficción de lo que es la guerra, pero también con Kubrick o Bienvenido Mr Marshall de Berlanga».