São Paulo | EFE 10/04/2007
Las épicas carreras de cuadrigas romanas, revividas en la aclamada película «Ben-Hur», se pueden ver ahora en las planicies del Estado brasileño de São Paulo, donde el empresario Luiz Agusto Alves espera hacer de esta práctica un nuevo deporte.
São Paulo | EFE 10/04/2007
Las épicas carreras de cuadrigas romanas, revividas en la aclamada película «Ben-Hur», se pueden ver ahora en las planicies del Estado brasileño de São Paulo, donde el empresario Luiz Agusto Alves espera hacer de esta práctica un nuevo deporte.
Este visionario empresario del sector de la caña de azúcar ha hecho realidad el sueño de emular las gestas de Charlton Heston en la producción cinematográfica de 1959, pero adaptadas a la realidad del siglo XXI.
«No estamos rescatando la época (romana) y no tomamos esto como faena folclórica. Lo que queremos es divulgar un deporte de vanguardia, crear una expectativa de competición deportiva sana», señaló Alves en una entrevista con Efe.
La idea surgió en 1995, cuando Alves se recuperaba de un accidente que lo postró algunos meses en una silla de ruedas y decidió apostar por las cuadrigas como pasatiempo. Desde entonces, la técnica para construir los carros y las normas de competición han evolucionado y se han perfeccionado.
«Nuestro primer carro era en lámina de hierro, con unos 120 kilos de peso. Ahora los últimos los hemos construido en aluminio, reduciendo el peso a setenta kilos. También nos dimos cuenta de que no necesitamos carros extrarreforzados para las carreras», comentó.
El precursor de la nueva práctica deportiva detalló que los carros con refuerzos en su acabado son utilizados para la doma de los caballos, pero después, con animales dóciles y entrenados, se usan cuadrigas más livianas para las carreras.
En la actualidad, la pista de arena de 305 metros de largo por 106 metros de ancho, adaptada entre los plantíos de caña, cuenta con nueve carros que son conducidos por los trabajadores de la hacienda, quienes cambiaron el balón por las riendas y monturas en los ratos de ocio.
Las reglas, explicó Alves, fueron adaptadas de la poca literatura que se tiene al respecto e incluso el propio empresario viajó el año pasado a Roma para indagar más acerca de esta práctica en la época de esplendor del Imperio romano.
En Alemania existe un parque que cuenta con carreras de cuadrigas, «pero más con el sentido turístico que deportivo, pues los caballos utilizados son animales de fuerza, que son lentos, y los carros tienen un diseño moderno (con asiento y un frente de protección de 1,70 metros), bastante diferente del romano», apuntó Alves.
Los «media sangre», cruces de caballos árabes, andaluces, y purasangre ingleses con razas domésticas utilizadas para el arado, son los equinos que Alves utiliza en sus carreras. En cuanto a la seguridad, el empresario contó que «el eje y la tracción aseguran una estabilidad que no permite que el carro se vuelque. Lo que pueda acontecer es un riesgo como el de cualquier deporte».
El famoso domador francés Mario Luraschi, cuyos caballos han participado en más de cuatrocientas producciones cinematográficas de Europa y Hollywood, conoció el proyecto de Alves y lo invitó para sus espectáculos de «carreras Ben-Hur» en Francia. «Fue un honor que una personalidad del mundo de los caballos como el señor Luraschi nos recibiera en su casa para conocer el proyecto e invitara para su espectáculo, que es algo muy bonito, con escenografía y actores, pero un poco diferente de lo nuestro, que es competición», destacó.
En el reglamento de las carreras de cuadrigas de Alves se precisa que todos los competidores deben tratar de terminar el recorrido, incluso después de sufrir percances. El uniforme de los aurigas está inspirado en túnicas utilizadas por los príncipes egipcios. «No quisimos copiar las armaduras y cascos romanos. Quisimos quitarle ese tinte de violencia al deporte. Tampoco colocamos las puntas de lanzas en el eje de las ruedas, como en la película, que fue sólo un efecto cinematográfico», indicó.
El próximo paso del proyecto, donde cada caballo puede costar seiscientos dólares y la fabricación del carro unos 2.500, es conseguir la aprobación de las autoridades para montar una pista con gradas abierta al público y esperar que por cada 3.000 espectadores, uno de ellos se anime a la práctica de las carreras.