Vanessa Collingridge (BBC) www.terra.es 27/07/2005

Por más de 500 años, investigadores de todas las nacionalidades han luchado con un ancestral rompecabezas romano que podría poner a prueba incluso a los más avezados expertos en el tema.

¿Cómo se descifra un mapa de piedra gigante cuando no se tiene el 80% de las piezas y hasta se ha perdido la cabeza en el intento? Con ayuda de la tecnología un equipo conjunto de estadounidenses e italianos espera poder proporcionar la respuesta a este interrogante. El Forma Urbis, un mapa elaborado en mármol -también conocido como Severan- es un plano inmenso de la ciudad de Roma, construido alrededor del año 200 DC por el emperador Septimius. Se colocó originalmente en una de las paredes del Templo de la Paz, en el corazón de la ciudad, el Foro Romano, simbolizando tanto la grandeza de Roma como el poder del emperador, que se extendía hasta el último rincón imaginable en la ciudad. Pero cuando el imperio se encontraba en su ocaso, alrededor del siglo IV, el gran mapa de mármol -que medía 18 por 13 metros y había sido cavado en 250 losas- se fue desprendiendo de la pared. Algunas piedras fueron robadas, otras se partieron al caer y el resto se deslizó de la pared para terminar enterrado en los jardines adyacentes por los siguientes 1.000 años.

Reto histórico

El redescubrimiento de algunas de las piezas del mapa durante el Renacimiento despertó el interés por descifrar la enorme piedra y desde entonces, los investigadores no han cedido ante el embrujo que les genera la posibilidad de reconstruir el rompecabezas. Ahora la Universidad de Stanford se unió a un grupo de arqueólogos del Museo Romano de la Civilización y con la ayuda de un programa informático especial han escaneado las 1.182 piezas que sobrevivieron al paso del tiempo, para tratar de colocarlas en su posición original. Para ayudarse cuentan con algunos datos adicionales, como la forma de los bordes, el color del mármol, las características particulares de las piedras y los huecos en la parte posterior que servían para adherir la losa a la pared. "Utilizamos toda esta información durante los primeros tres años sin éxito alguno, fue entonces cuando los programas de computadora empezaron a arrojar las primeras coincidencias. Pero fue maravilloso cuando estos datos se verificaron físicamente con las piezas en Roma", señala el profesor de Stanford Mark Levoy. Éxito tecnológico Sólo en el último año los investigadores encontraron más coincidencias que las descubiertas a lo largo de los últimos 20 años. Y en las últimas semanas se han completado modelos tridimensionales con las piezas existentes. ¿El resultado? Un paso monumental hacia la reconstrucción del paisaje de la Roma antigua: ricos y pobres, comerciantes, burócratas, esclavos y todos aquellos que vivían en la ciudad más cosmopolita de la época. Observar el mapa después de 2.000 años es una posibilidad que emociona al profesor Andrew Wallis Hadrill, director de la British School en Roma. "El primer deber del emperador era saber quién estaba en la ciudad, dónde vivían, cómo alimentaría a sus habitantes para evitar revueltas. Por eso el valor de este mapa va más allá del tamaño y lo magnífico que es. El plano dice: te conocemos, sabemos cuantas y cuales son las calles de esta ciudad". El mapa también posee gran valor porque permite descubrir las partes de Roma que no soportaron el paso del tiempo, las casas y las tiendas que usaban los romanos ordinarios. A pesar de lo frustrante que pueda resultar, los detalles que proporciona el plano no son subterráneos. Pero para una ciudad que pudo haberse comparado con Nueva York, este es el trabajo topográfico más importante que ha llegado a tiempos modernos. Ahora el velo se retira para descubrir la verdadera historia de Roma: una ciudad ruidosa, llena de gente, cuya belleza fue capturada en una piedra.

ENLACES: Proyecto del plano Forma Urbis de Roma. Universidad de Stanford