www.labrujulaverde.com 24/02/2022

El 3 de junio de 1968, mientras excavaba una pequeña necrópolis del siglo VI-V a.C. en la zona conocida como Tempa del Prete a 1,5 kilómetros del yacimiento de la antigua ciudad griega de Posidonia (llamada Paestum por los romanos), en el sur de Italia, el arqueólogo Mario Napoli hizo un descubrimiento excepcional.

Encontró una tumba datada hacia el año 480-470 a.C. con cinco grandes losas de piedra caliza, que forman las paredes y el techo, mientras que el suelo está excavado en la roca madre natural. Las cinco losas estaban cuidadosamente unidas con yeso formando un nicho de 2,15 metros de largo por 1 de ancho y 80 centímetros de altura.

Pero el verdadero tesoro se encontraba en la cara interior de las losas, decoradas con pinturas al fresco. En las cuatro que formaban las paredes está representada una escena de simposio (banquete masculino tradicional entre los griegos, pero también los fenicios, etruscos y otros pueblos mediterráneos).

Y en la del techo una imagen que no tiene parangón en el arte de la Antigüedad griega: una figura solitaria que salta desde unas columnas para zambullirse en el agua, un río o el mar representado como una corriente rizada y ondulada. Casi todos los estudiosos coinciden en que la zambullida no tiene un significado literal sino que sería un símbolo del paso de la muerte al más allá.

El lugar desde el que salta aludiría a las míticas columnas de Hércules que marcaban el fin del mundo conocido y simbolizaban el límite del conocimiento humano. Según su descubridor, Mario Napoli, la pose atlética, tan cercana al pedestal como para que la inmersión parezca un sobrevuelo, simbolizaría el tránsito hacia un mundo de conocimiento.

Es este fresco el que ha dado nombre a la tumba, conocida como Tumba del Nadador, en italiano más específicamente Tomba del tuffatore (saltador, clavadista). Según los investigadores estos frescos representan el único ejemplo conocido de pintura mural al fresco en el arte griego de la Antigüedad arcaica y clásica con representaciones figurativas.

En las paredes norte y sur se representan cinco figuras reclinadas que participan del simposio. Todos llevan guirnaldas o coronas y están bebiendo o tocando instrumentos musicales. Una de las figuras está jugando al cótabo, un juego griego que consistía en lanzar el resto de líquido de la copa a un objetivo predeterminado. Otra lleva entre los dedos un objeto blanco que parece ser un huevo, probable referencia, según Mario Napoli, a los cultos órfico-pitagóricos.

En la pared oeste tres figuras parecen entrar o salir del simposio (quizá llegan tarde), un hombre mayor que lleva un bastón, otro joven con un himatión y una mujer que toca una flauta. La pared este muestra un solitario sirviente que sostiene un enócoe, jarra que sirve para sacar vino de un recipiente mayor, como la crátera situada a la derecha.

En el interior de la tumba estaban los restos de un hombre joven, que se pulverizaron al abrirla, junto con un lécito ático (jarra para aceites) decorado con figuras negras, dos frascos de alabastro para ungüentos y algunos fragmentos de caparazón de tortuga, que probablemente formaban parte de la caja de resonancia de una lira. No se sabe quién era el individuo allí enterrado, pero sí que debía ser una persona de cierta riqueza, pues entre las pinturas se ha detectado el pigmento azul egipcio, que era costoso de obtener y muy caro.

Los investigadores todavía siguen debatiendo si la tumba es griega o por el contrario pertenece a una tribu local anterior a la llegada de los griegos. Los que defienden esta última hipótesis se basan en la excepcionalidad de los frescos, ya que no se ha descubierto ninguna otra tumba griega con una ornamentación figurativa similar, y de hecho no era costumbre griega pintar las tumbas.

Los que defienden que es griega indican una posible influencia o inspiración en las tumbas etruscas (con un referente muy claro en la Tumba de la Caza y de la Pesca, del siglo VI a.C., donde también aparece el motivo del saltador), decoradas con motivos parecidos, ya que en aquella época los etruscos estaban asentados al norte del río Sele, muy cerca de Paestum.

No obstante la estilización y abstracción de la escena de la zambullida se diferencian del naturalismo que impregna las pinturas de tumbas etruscas. Y tanto la iconografía como su representación son típicamente griegas.

La existencia de una tradición local en Posidonia (Paestum) de pintura de tumbas queda atestiguada por el descubrimiento, en las últimas décadas, de una veintena de tumbas pintadas de entre finales del siglo VI y principios del V a.C. No obstante, ninguna de ellas contiene escenas figurativas. Sí que se han encontrado algunas tumbas con decoraciones figurativas en la zona, pero no griegas, sino posteriores a la conquista de la ciudad por los lucanos, una tribu itálica.

Los frescos de la Tumba del Nadador se pueden ver hoy expuestos en el Museo Arqueológico Nacional de Paestum.

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