Luisa Idoate www.diariosur.es 29/08/2009

La isla griega de Tera entró en erupción hace más de 3.000 años, se partió en dos y se convirtió en la actual Santorini.

Los dorios la llamaron Tera. Era la isla griega que entró en erupción en 1450 antes de Cristo (a.C.), se partió en dos y se convirtió en una media luna de tierra asomada a una caldera marina de un kilómetro y medio de profundidad. La misma que aparece en la apertura de ‘Lara Croft Tomb Raider: la cuna de la vida’, de 2003, protagonizada por Angelina Jolie y dirigida por Jan de Bont. Los venecianos conquistaron esta isla en el siglo XIII y la bautizaron Santorini en honor a Santa Irene. Hoy miles de turistas disfrutan de sus restaurantes y hoteles, con terrazas y piscinas suspendidas sobre la caldera volcánica, no aptas para quien padezca vértigo.

En la antigüedad le decían Kalliste, la más hermosa. Lo demuestran las vistas desde Firá, la capital de la isla, arrasada por un maremoto en 1956 y reconstruida con viviendas trogloditas (skaftia), excavadas en la roca. Hay que bajar 580 escalones para llegar al puerto de Scála Firón, aunque también se puede ir en burro y en teleférico. Los atardeceres de la isla son únicos; el aprovechamiento del espacio también: hay veladores hasta en los peldaños de las escaleras. Agios Minás es la arteria principal y desemboca en la iglesia del mismo nombre, del siglo XVIII, con cúpula azul, que es el símbolo de Santorini y la portada favorita de las guías de viajes de Grecia.

Once kilómetros al suroeste de Firá perviven las ruinas de la antigua Tera de los dorios, asomada al mar en bancadas que fueron excavadas en 1860 por el arqueólogo alemán Hiller von Gortringen. De ella quedan restos ptolomeos, helenos y paleocristianos, un ágora y un teatro con vistas al mar. Por el promontorio de Mesa Vounó se llega a la cima del monte Profitis, entre las playas de Kamári y Perissa, las mejores de la isla. Frente a ellas, las llamadas islas quemadas: Palaiá y Nea Kameni.

La erupción de Tera sepultó la ciudad minoica de Akrotiri, situada en el extremo suroccidental de la isla, descubierta en 1967 por Spyrídon Marinátos, que murió en la excavación, donde fue enterrado. Gracias a él salieron a la superficie edificios de varias plantas, sofisticados alcantarillados, jarras y frescos del siglo XVI antes de Cristo, sepultados durante 3.500 años por toneladas de cenizas volcánicas, que se pueden ver en el Museo Nacional de Atenas: ‘las damas’, ‘las plantas de papiro’, ‘el pugilato’. Para los historiadores, la explosión de Santorini supuso el hundimiento de la cultura minoica, que no tenía nada que envidiar a la egipcia ni a la babilónica. El rey Minos dio nombre a este imperio, dueño de la mejor flota del mundo Mediterráneo, con unas ciudades tan avanzadas que disponían de agua caliente en los pisos.

Antes de partir en dos a la antigua Kalliste, el volcán avisó con una serie de erupciones menores. Por los restos encontrados, los arqueólogos creen que los habitantes huyeron de la isla de manera escalonada y pudieron llevarse sus pertenencias. No se sabe dónde fueron a parar. Lo que sí está claro es que Santorini es la parte del volcán que ha quedado sobre el agua.

Por los aires
La erupción de Tera fue seis veces superior a la del Krakatoa, ocurrida el 26 de agosto de 1883 en la isla indonesia, con explosiones tan potentes que se escucharon a 4.500 kilómetros de distancia. Krakatau, como le llaman los indonesios, también saltó por los aires en pedazos y desencadenó maremotos con olas de 35 metros. Hubo 36.000 muertos. Las pérdidas materiales fueron incalculables. Lo vivieron en directo los tripulantes del carguero Batavia Queen, protagonistas de ‘Krakatoa, al este de Java’, de Bernard L. Kowalsky, que navegaban por la zona en busca del tesoro de un barco hundido y llevaban una dotación de reclusos en las bodegas. Pero esa es otra película.