Jesús Montero Vítores www.diariodejerez.es 31/01/2012

La ciudad de la historia por Eugenio J. Vega Geán y Fco. Antonio García Romero.

El reino turdetano de Asta, que había logrado la supremacía política del Bajo Guadalquivir en el siglo IV a.C. tras la descomposición de Tartessos, siempre se presentó a los ojos de Roma como un objetivo a dominar. Asta había sido una capital poderosa y controló un conjunto de tierras con importantes recursos minerales y agrícolas y con un gran potencial comercial que se canalizó a través de la vecina polis púnica de Gadir. Por eso mismo, opuso una fuerte resistencia cuando los romanos hacen acto de presencia en 206 a.C., y más teniendo en cuenta que la propia Gadir les abrió sus puertas.

Pero en 187 a.C. Roma acababa con la sublevación turdetana. Luego, como recuerda Livio (Liv. XXXIX, 42) hubo paz. El senado romano destinó a Hispania como gobernador a L. Baebius Dives (Liv. XXXVII, 50). Su cognomen, Dives, nos dice que poseía una fortuna considerable adquirida con el ejercicio de diversos cargos en el senado. L. Baebius murió en el viaje que le llevaba a Hispania, en un ataque de los piratas ligures, y Roma le reemplaza inmediatamente por C. Atinio, pero éste tampoco sobrevive ante una ciudad que, ya moribunda, se resiste a perder su independencia.

También por entonces – hablamos de los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Púnica – Italia hace frente a una serie de transformaciones sociales que van a condicionar su historia. El enfrentamiento con Cartago durante medio siglo significó la salida de Roma al Mediterráneo, y el tener que acondicionarse a la nueva realidad del comercio marítimo. Conseguida la conquista de Italia, las viejas familias senatoriales (como las de L.Baebius y C. Atinio) ocuparon muchas de las tierras del ager publicus, que fueron transformadas en grandes latifundios esclavistas orientados a la producción de vino, aceite, ganado, etc. También los equites, centrados en actividades mercantiles, se beneficiaron en particular con la expansión de sus negocios en las provincias que Roma va incorporando a su imperio, aprovechando la coyuntura de la conquista para hacer dinero con el abastecimiento de las tropas romanas de ocupación o con el tráfico de esclavos. Y entre ellos algunos Baebios, miembros de la gens Baebia, esperan su oportunidad de hacer fortuna en el sur de Hispania.

Pero junto a estos grupos privilegiados existía una masa notable de campesinos que habiendo acudido a las guerras regresaban ahora a casa esperando una vida retirada en una pequeña propiedad en el campo. Otros que ya eran propietarios salieron más perjudicados, pues viéndose obligados a abandonar el cultivo de sus propiedades durante su servicio en el ejército, a su regreso tuvieron que soportar la competencia de esta aristocracia que se había adueñado de las tierras del ager publicus. Por ello no tuvieron otra opción que malvender las tierras, y esta aristocracia se hizo con muchas de ellas. Su única salida fue emigrar a Roma para buscar nuevas oportunidades de vida o, en caso de mayor necesidad, fuera de Italia, en alguna de las colonias que Roma fundaba para asentar su dominio.

Las políticas de colonización de Roma obtuvieron al final aquello que más deseaban. La paz y la progresiva integración de los pueblos dominados en las estructuras que imponía. Y desde 180 a.. C la Hispania Ulterior (y con ella el Valle del Guadalquivir) ya está pacificada: Roma renegoció el sistema de alianzas que había utilizado durante la conquista y concedió la ciudadanía romana y privilegios a las élites locales para mantener la paz, como se hizo con Gades durante la II Guerra Púnica (Liv. XXVIII, 23).

Asta habría sido castigada con la pérdida de gran parte de sus territorios. Es difícil saber cómo porque las noticias sobre Asta desaparecen en las fuentes después de 180 a.C., para no citarse más hasta la época de César, y tampoco la arqueología o la epigrafía han dado de momento respuestas plenamente satisfactorias. Pero podemos hacernos una idea a partir del desarrollo de los hechos que conocemos en otros puntos de Hispania.

Así, en 179 a.C. el pretor Tiberio Sempronio Graco plantea la fundación de colonias en Hispania contemplándose al mismo tiempo el reparto de tierras para fijar a la población nativa (App. Ib, 43). En la Ulterior se fundan las colonias de Carteia en 171 a. c. (Liv. XLIV, 3), el primer punto para el control del territorio del antiguo reino de Asta, y Corduba en 169 a.C., ésta destinada a ser capital de la provincia Ulterior.

Presumiblemente, por estos años la población de Asta pudo estar sometida al pago de un tributo en calidad de ciudad estipendiaria, por ser rendida por la fuerza. Además, parece claro que la afluencia de elementos itálicos en la zona fue cada vez mayor, y que esta llegada iba vinculada a programas de colonización como puede deducirse de la presencia de elementos de cerámica campaniense B del siglo II a.C. en el entorno de la costa y bahía de Cádiz.

En Roma, mientras, los hijos del pretor, Tiberio y Cayo Graco, revolucionan el contexto político de la capital al promover su conocida reforma agraria en 133 a.C., para limitar la extensión de las propiedades de la aristocracia senatorial en beneficio de las clases populares, concediéndose lotes de tierra fuera de Italia no solo a los licenciados del ejército, sino también a los ciudadanos más pobres, alejando así de la capital los posibles efectos de una revuelta social, o incluso aliviando la presión demográfica en una Italia superpoblada a causa de la llegada masiva de esclavos. Cayo Graco promovía en 123 a.C. una ley frumentaria en la que se planificó, como complemento, la distribución mensual de trigo a los necesitados a un precio módico, haciéndose cargo el Estado de la adquisición del cereal, a partir de su servicio de abastecimiento, la annona.

Ninguna de las propuestas de los Graco agradó a los senatoriales , y de hecho ambos murieron de forma violenta por ello. Pero dejaron eco en una nueva clase política, los populares, que podían incrementar su fuerza en el senado atrayéndose al pueblo con la concesión de lotes de tierra y la provisión de trigo. Y las provincias podían suministrar ambas cosas.

Valía la pena, pues, luchar por ello, como de hecho hizo Q. Sertorio frente a Sila, cuya dictadura (82-79 a.C.) fue apoyada por la aristocracia senatorial para garantizar el control de las provincias, comprometiendo de hecho a los gobernadores a la misma causa. Este hecho fue el que permitió acrecentar el poder de los gobernadores en los territorios conquistados, y en la Ulterior coincide con el desarrollo de Gades, ya ciudad romana , que se ha beneficiado de la desaparición del reino de Asta reforzando su dominio sobre los enclaves costeros bástulos (Ptol. II, 4, 6).

Sertorio consiguió dominar por cierto tiempo el espacio meridional de Hispania, y con él sus reservas agrícolas. Finalmente es asesinado en el año 72 a.C. Por entonces, encontramos que Roma ya ha extendido su influencia en el interior de la Turdetania. Además de Lascuta (liberada por L. Emilio Paulo en 189 a.C.) emiten moneda con reverso de espigas las ciudades de Baelo (Bolonia), Baesipo (Vejer?) Asido (Medina Sidonia), Iptuci (Cabezo de Hortales), Arsa (¿en la zona de Arcos de la Frontera ?) y Ceret (en Gibalbín), dato que indica que han hecho un acuerdo con Roma y que sus territorios, autónomos de Asta, deben facilitar trigo a la annona.

La actitud de Asta en este conflicto no se menciona, pero nos movemos a pensar que sus élites prestaron su apoyo a la causa senatorial, a la autoridad ‘ legal’ del gobernador de la Ulterior esperando con ello quizás que Roma mitigase su condición de ciudad estipendiaria y se prestase a cederle la administración de los territorios de los que fueron privadas por pasar a formar parte del ager publicus.

Jesús Montero Vítores
Centro de Estudios Históricos Jerezanos www.cehj.org

FUENTE: http://www.diariodejerez.es/article/ocio/1173044/asta/regia/la/ciudad/en/contexto/la/colonizacion/romana.html