Félix de Azúa www.elpais.com 21/03/2023

Sucede en Italia, como en la España de mi infancia, que tienen un genio literario nacional y lo imparten en los colegios. El suyo es Virgilio y el nuestro Cervantes. La lectura del Quijote en los colegios era obligatoria y recuerdo los dolores de cabeza que forzaba en nuestras débiles imaginaciones. El idioma de Cervantes, a pesar de no haber cambiado tanto corno el inglés de Shakespeare, era inasequible a los bachilleres. La labor de Trapiello, modernizando la escritura del castellano y haciéndolo asequible a la población más sorda al lenguaje del renacimiento, es tan encomiable como los centenares de miles de ejemplares que ha vendido.

Pero en Italia el genio nacional es un poeta y su obra, la Eneida, no puede ‘modernizarse porque está escrita en hexámetros latinos. Ya imaginan los problemas que eso provoca, al tiempo que eleva el nivel de la educación italiana varios cientos de kilómetros por encima de nuestra pobrísima enseñanza. Como es de suponer, todo ciudadano de Italia conoce versos virgilianos de memoria y tiene una enormidad de textos de apoyo que van desde los ensayos doctísimos a los cómics.

La presencia abrumadora del genio nacional hace que, sorprendentemente, su obra se eclipse y no sólo eso, sino que casi no hay estatuaria o monumento en su memoria. De hecho, en España tenemos la suerte de que Cervantes sigue siendo muy grato de lectura y su aprecio entre la población es indudable. No sucede lo mismo en Italia, donde las dificultades del latín virgiliano suponen un obstáculo grande en el aprecio de la epopeya fundacional. Para remediarlo, la simpática Andrea Marcolongo ha publicado un ensayo curioso, ameno y a ratos bromista, sobre Eneas bajo el título de El arte de resistir (Taurus). Ha querido representar al héroe, Eneas, como un gran resistente (los cursis dicen «resiliente») ya que no se puede exhibir como un héroe de la fuerza, a la manera de Aquiles, o de la astucia, como Ulises. Eneas es el héroe del Hado, de la obligación, del deber, el que todo lo sacrifica por el cumplimiento de su destino.

El libro está pensado para italianos, pero también los españoles podemos aprender mucho de la épica latina. Para empezar. Virgilio ha mantenido su presencia a lo largo de miles de años, no sólo como uno de los mayores poetas de Occidente, sino también como profeta del cristianismo, como santo milagrero. como nigromante. como mago… es, en fin, una figura interesantísima y muy bien contada por Marcolongo. Es remarcable el extenso y magnífico capítulo sobre la escena más conocida del poema, los trágicos amores de Dido y Eneas. La reina de Cartago ha sido una de las heroínas más admiradas en todos los tiempos y una de las pocas que tienen en su haber no menos de una veintena de óperas, madrigales, canciones y composiciones varias. Ello se explica por la belleza poética del escenario. A la manera de Ulises y la reina Calipso. Eneas conoce a Dido y de inmediato estalla la carga erótica. Pasarán juntos una temporada de amores volcánicos, pero cuando Eneas decida volver a su deber de resistente. es decir, a la fundación de una patria que sustituya a la perdida Troya, la bellísima reina no podrá soportarlo y se suicidará.

Pasmosamente, Marcolongo, que da muestras de un feminismo muy puesto al día, no llega a justificar a Eneas, pero tampoco se compadece de Dido con la misericordia habitual. Es una muestra más de la inteligencia de esta treintañera que ya ha publicado dos inesperados superventas sobre el clasicismo: La lengua de los dioses y La medida de los héroes, ambas en Taurus.