Charo Marco | Valencia http://derecoquinaria-sagunt.blogspot.com 26/02/2012

En el mundo romano los banquetes cumplían un papel social y familiar, en los que no sólo se buscaba el placer de comer bien, sino también el gusto de convivir.

Es cierto que en época imperial es frecuente leer en las fuentes clásicas ejemplos de banquetes romanos caracterizados por el lujo y la opulencia, por ejemplo, la cena de Trimalción, aunque no siempre era así. Además de esas cenae colectivas encontramos comidas más íntimas y familiares que se llevaban a cabo en habitaciones especiales.

La sala más conocida es el TRICLINIUM, de la que hablaremos durante estas semanas, pero antes de centrarnos en esta estancia, cabría destacar que no siempre se utilizó esta habitación para comer.

En un principio, el lugar reservado para el banquete romano era el ATRIUM, en el que todos los miembros de la casa compartían la velada sentados alrededor de una mesa, que con el tiempo, acabó siendo un elemento imprescindible en este lugar como bien nos dice Servio, 7, 176: “perpetuis mensis longis, ad ordinem exaequatis sedentum: maiores enim nostri sedentes epulabantur, quem morem a Laconibus habuerunt et Cretensibus, ut Varro docet in libris de gente populi Romani, in quibus dicit quid a quaque traxerint gente per imitationem”, es decir, nuestros antepasados se sentaban para comer.

Quizás nos llame la atención la idea de pensar en un romano sentado para comer, ya que siempre nos viene a la mente la imagen de los banquetes en los que se tumbaban para la cena. En Isidoro, XX, 11, 9 podemos leer que, en tiempos antiguos, entre los romanos todavía no existía esa costumbre:”Entre los antiguos romanos no existía la costumbre de acostarse para comer. Más tarde, los hombres comenzaron a acostarse para comer, mientras que las mujeres continuaban haciéndolo sentadas ya que se consideraba una desvergüenza el que la mujer se tumbase”.

Esta cita resulta muy curiosa, pues nos transmite la idea de considerar indecente a una mujer que se recuesta en un lecho para comer. Sobre este tema hace un comentario Suetonio, Calígula, 24:”Tuvo comercio incestuoso y continuo con todas sus hermanas y las hacía sentar consigo a la mesa en el mismo lecho, mientras su esposa ocupaba otro”

Como bien nos ha anticipado Isidoro, posteriormente la costumbre cambió y comenzaron a utilizarse los lechos para reclinarse, pero “sólo el pater familias tenía derecho a estar recostado, la madre se sentaba a los pies del lecho y los niños en sillas o escabeles” (Servio, Ad Aen. 1, 6)

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