Interior de la Casa del ObispoCarmen Alvarez | Cádiz www.diariodecadiz.com 17/06/2006
El recorrido de la Casa del Obispo sumerge al visitante en el continuo paso de civilizaciones por este solar de sólo 1.500 metros cuadrados
A simple vista y ante el ojo poco experto pueden parecer sólo piedras. La realidad es que son el legado de los siglos, de las civilizaciones que habitaron Cádiz a través del tiempo. Fenicios, púnicos, romanos, árabes y así hasta llegar al siglo XVIII. Huellas que han quedado plasmadas en un solar de 1.500 metros cuadrados.
La visita a la Casa del Obispo, que gestiona Monumentos Alavista, nos acerca a la historia. Y si a la simple observación de los restos se le une la lectura de los paneles, el visitante puede salir con una idea bastante bien formada de lo que aconteció a lo largo de los siglos en este escenario situado entre la catedral vieja y la nueva. Como ya explicaba José María Gener el día de su apertura al público, «la intención no es que el visitante aprenda arqueología, si no que se de cuenta de cómo han pasado las diferentes civilizaciones por este escenario y los diferentes usos que le han dado». Un viaje que los gaditanos no deben perderse.
El recorrido comienza en la Sala de las cisternas. Nada más pasar la recepción, a la que se accede por la plaza de Fray Félix o el arquillo del Obispo, sorprende este primer recinto gracias a la presencia predominante de las piletas romanas. No es el único tesoro que exhibe. No hay que olvidar que en la Casa del Obispo las diferentes culturas se superponen, y las antiguas construcciones eran reutilizadas y aprovechadas por cada nuevo ocupante. De esta forma, no es raro encontrar, por poner un ejemplo, sillares construidos por los romanos sobre los muros que dejó en herencia la influencia cartaginesa.
En el caso de la Sala de las cisternas, se intercalan las piletas de la época romana republicana con la estructura del edificio púnico, además de un muro del siglo XVII y un suelo de bolos que evidencia que fue empleado como corral en esta misma época. Los restos, a su vez, se complementan con un panel que explica la línea cronológica desde las primeras huellas fenicias hasta el siglo XVIII. Un cartel al que el visitante debe dedicarle su tiempo para llegar a comprender todo lo que va a contemplar en el recorrido.
Unas pasarelas de cristal, que dejan ver en todo momento el suelo original, conducen hasta el siguiente recinto, la Sala de los sótanos. Se trata del espacio más hondo y en el que, como es habitual en toda la Casa del Obispo, también se entremezclan los restos de las distintas civilizaciones, aunque con especial predominancia de la púnica. A ella pertenecen una serie de muros que permiten hacerse una idea de las dimensiones del edificio entre los siglos VI y III antes de Cristo. Se piensa que en esta época esta construcción podría haber sido utilizada como edificio religioso y esta tesis se apoya también en el monumento funerario, datado como fenicio púnico, que actualmente permanece enterrado fuera de la explanada que se extiende delante de la Casa del Obispo y frente al mar. Una vez que esté listo el proyecto Entre catedrales de Campo Baeza, que consiste en crear una especie de plaza en alto entre las dos seos, este monumento también permanecerá a la vista del público.
Junto a los muros de la época del control de Cartago, la sala también permite contemplar sillares romanos y y pilares de piedra ostionera, fechados entre el siglo XVI y XVII, época en la que este edificio era el Palacio Episcopal.
Tras los sótanos, la Sala de las pinturas romanas brilla por su colorido. A los fragmentos hallados se le une una recomposición realizada por la artista gaditana Candi Garbarino gracias a los estudios de los arqueólogos Álvaro Canabás y Carmen Guiral y en la que aparecen representados Melpómene, musa de la tragedia, Clío, musa de la historia, Apolo y su amante Corónide. A estas representaciones se le unen otros hallazgos, como restos de un feto y una tumba del siglo IV, así como, en el suelo, la huella de las construcciones púnicas, romanas, tardorromanas y del siglo XVI al XVIII. Sin olvidar, fragmentos del derrumbe que originó el terremoto del siglo III.
A lo largo de todo el yacimiento, pueden observarse desde lo más hondo hasta el nivel del suelo vestigios de la impronta que dejaron las sucesivas civilizaciones. Algo comprensible ya que según iban ocupando el solar, aprovechaban los cimientos y lo que permanecía en buen estado para las sucesivas construcciones.
La Sala de los establos es quizá la que mejor refleja esta superposición estratigráfica. Es el caso, por el ejemplo, de un pozo ciego aprovechando la estructura púnica y romana o un muro del siglo XVII sobre otro del XII. En este espacio es donde se evidencia con mayor relieve el paso musulmán, bastante superficial ya que en esa época se valieron fundamentalmente de la estructura que se conservaba. Más notables son las marcas del Palacio Epicopal que ocupó esta planta entre el siglo XVII y XVIII y es fácil reconstruir, siempre con la ayuda de los paneles, su apariencia, donde estaban los corrales, los establos… Por último, y no menos llamativo, se puede contemplar un muro de pilares púnico y fechado en el siglo V a.C.
Llegado este punto, el visitante se adentra en la última fase del recorrido, que reserva más de una joya arqueológica. La Sala del criptopórtico es la más pequeña de todas pero también la más monumental y, por último, la Sala del templo (que curiosamente no alberga ningún templo) guarda los restos más antiguos.
En la primera de ellas se conserva el criptopórtico que da nombre a la sala. Esta compleja estructura era utilizada para nivelar el terreno a través de una arcada. Sobre ella se construía el edificio y, el hueco que quedaba debajo, era empleado habitualmente como sótano o depósito de alimentos. Brilla por su monumentalidad, pero también porque se trata de una construcción muy difícil de conservar.
Por último, la Sala del templo guarda los restos fenicios más antiguos de la ciudad. Se trata de una pequeña representación del edificio que levantaron los habitantes de la primitiva Gadir y que se encontró ya a finales del siglo XX junto a una fuente romana de la época republicana, que también se muestra a la vista del público. Completan el recorrido un muro de fachada del siglo IV o III a.C. y una cisterna con pozo en recodo del II a.C., convirtiéndose en uno de los espacios más completos en lo que a restos se refiere y que deja un buen sabor de boca la visitante.
De Gadir a Cádiz, pasando por Gades. Así se resume la historia que cuenta la Casa del Obispo, que espera dar alguna que otra sorpresa dentro de poco tiempo como, por ejemplo, la exhibición del anillo fenicio, uno de los hallazgos más sorprendentes de este yacimiento. Esta joya, y otros elementos encontrados, serán expuestos a través de réplicas en un plazo de dos o tres meses. Hasta entonces, los visitantes pueden deleitarse con los restos mencionados, de gran interés y valor por sí mismos.