Pedro Espinosa | Cádiz www.elpais.com 10/10/2011

Un libro reúne las investigaciones sobre el yacimiento arqueológico de San Roque.

Carteia es uno de los mejores resúmenes de la historia de Andalucía. Factoría fenicia, ciudad púnica, colonia romana, cabeza episcopal y fortaleza meriní. Es uno de los yacimientos arqueológicos en los que más intensamente se ha trabajado en los últimos 60 años aunque su conocimiento haya quedado algo eclipsado por la fama de otros asentamientos cercanos como Bolonia y su ubicación entre refinerías. Carteia se reivindica ahora gracias a la publicación del tercer volumen de una serie monográfica dedicada a este enclave.

El libro Carteia III. Memorial, de Lourdes Roldán y Juan Blánquez, editado por la Consejería de Cultura, la Universidad Autónoma de Madrid y Cepsa, eleva el grado de detalles sobre esta excavación iniciada en los años cincuenta bajo la supervisión de Julio Martínez Santa-Olalla. En este amplio volumen se pueden descubrir imágenes inéditas de aquellos trabajos, que permitieron sacar a la luz la importancia de esta ciudad. «Pone en evidencia que se trató de una década de muy intensa actividad, y que, aun de manera seguramente inconsciente, marcó el camino siguiente por los posteriores arqueólogos», detallan los autores. Según se sabe ahora, gracias a este libro, algunas estructuras romanas afloraban ya en superficie, como la muralla de la torre del Rocadillo.

En plena bahía de Algeciras, en el término municipal de lo que ahora es San Roque, Carteia fue un estratégico fortín geopolítico, donde se asentaron las civilizaciones para dominar el río Guadarranque y el mar Mediterráneo. Los expertos sitúan la creación de la factoría fenicia en una de las márgenes del río en el siglo VII antes de Cristo. Carteia fue después la primera colonia romana asentada fuera de suelo itálico, elegida para competir con la potente fuerza comercial del Gadir fenicio. Fue ocupada después por visigodos, árabes y ejércitos meriníes (dominadores de la España musulmana tras los almohades) que, en el siglo XIII, construyeron el recinto de Torre Cartagena. Ahora son visitables el templo, el foro, la casa señorial romana, los edificios termales, una torre o una necrópolis visigoda.

El nuevo libro reúne las aportaciones de cada una de las fases de investigación y homenajea a los que trabajaron por su conocimiento como Santa-Olalla, la Bryant Foundation, Daniel E. Woods, Francisco Collantes de Terán, Concepción Fernández-Chicarro y de Dios y Francisco José Presedo. También exhibe una amplia cartografía y una selección de grabados y fotografías. Los autores de Carteia III. Memorial creen que todavía hay pendiente una profundización en estos estudios y reivindican la necesidad de continuar investigando.

El libro llega cuando se han cumplido 10 años desde que la Consejería de Cultura abrió al público el yacimiento. Gracias a un convenio con Cepsa, que se renueva año tras año, se ha mejorado el circuito de visitas. Además, con la instalación de las señales indicativas en las carreteras de acceso, inexistentes hasta hace unos meses, se ha aumentado el número de visitantes. De 1.300 en los seis primeros meses de 2010, a 2.425 en el mismo periodo de este año.

Los últimos trabajos de recuperación se han centrado en la restauración de la vivienda romana tipo domus situada junto al templo republicano, en los jardines de Santa-Olalla y en la factoría de salazones. Existe un proyecto público del Ayuntamiento de poder abrir algún día el parque metropolitano de Carteia en la margen izquierda del Guadarranque, que se enriquecería con las investigaciones hechas en el embarcadero del cerro del Prado. «Estamos ante la posibilidad de sacar a la luz por primera vez en el Mediterráneo occidental un puerto de época fenicia con continuidad púnica», destacan Roldán y Blánquez.

Ese proyecto incluye la recuperación del poblado, donde se levanta la estructura del Hostal Carteya, antigua venta donde descansaban los investigadores del yacimiento de hace 60 años. Los autores proponen formalizar dos áreas de descanso y un corredor verde con un manto vegetal propio de época antigua y destinar el edificio del hostal a alojar becarios de cursos de verano, arqueólogos y turistas. Los autores son conscientes del coste de su propuesta pero son optimistas. Y así lo reflejan en la conclusión de su libro. «Progresar en la meta de toda utopía es una manera digna de andar por la vida».

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