Virginia León | Cádiz www.diariodecadiz.es 13/02/2011
Historiadores y arqueólogos hablan de la existencia y localización junto a las Puertas de Tierra del monumental edificio de Gades · La detección geofísica podría constatar su presencia sin excavar.
Cádiz tuvo un esplendoroso pasado romano. Fue Gades, la urbe creada a imagen y semejanza de Roma por el menor de los Balbo. Aquí proyectó allá por el siglo I a. C. una ciudad monumental, netamente romana, con todos los elementos que así la definen. Pero hasta el momento sólo podemos palpar parte de este pasado glorioso de la ciudad oteando los restos del Teatro Romano, -que actualmente se están excavando- así como los hallazgos y restos de estructuras encontradas en la Casa del Obispo, el solar del Cómico -cisternas y restos de factorías de salazones-, la propia Factoría de salazones del Teatro Andalucía o el acueducto. Pero, ¿qué pasa con ese otro gran desconocido referente arquitectónico que fue el anfiteatro de Gades?
Historiadores, arqueólogos y expertos hablan de la existencia de este monumento, su localización, las fuentes clásicas que lo mencionan y los escasos restos asociados que nos susurran qué significó aquel espacio para el juego y la cultura simbólica romana.
Un monumento que parece ubicarse en el subsuelo del área de intramuros que se extiende frente a las Puertas de Tierra. Concretamente, a la derecha del camino que accedía a la ciudad. En esto están de acuerdo la práctica totalidad de los expertos sondeados, que también exponen su opinión acerca de las posibilidades que actualmente tendríamos de acceder a esta parte colosal de nuestro pasado.
Eduardo del Pino, profesor titular de Filología Latina de la UCA dice que, de tener la posibilidad de excavar, no podríamos saber a priori «qué podríamos encontrar y, en caso positivo, a lo mejor se lograría ver algún resto de valor». Algo más negativo se muestra el también profesor de la UCA Oscar Lapeña, que apunta que «casi todos los materiales constructivos fueron reutilizados. Además, las fuentes hablan de la pervivencia de estos restos hasta el siglo XVI, así que de aparecer algo sería en cualquier caso restos de las estructuras que sobrevivieron, pero creo que ninguno de valor».
Lapeña firmó hace unos años un interesante artículo sobre el anfiteatro en la historiografía local de los siglos XVI y XVII, donde además de repasar todas las fuentes que indirectamente citan este monumento, aporta interesantes datos del porqué de su existencia.
Por su parte, el arqueólogo municipal José María Gener señala que «es imposible saber con certeza lo que tenemos en el subsuelo», aunque añade que «existe mucha posibilidad de que existan restos. El problema es definir si tiene la suficiente monumentalidad como para que se pueda poner en valor», cuestiona.
Hay que tener en cuenta que el anfiteatro se localiza en un punto estratégico para el tráfico de la ciudad, nada menos que el área de las Puertas de Tierra. Por lo que hay que andar con pies de plomo y, en caso de que surja tal oportunidad, habría que buscar una fórmula asertiva que plantee la menor molestia al ciudadano, al bolsillo de las administraciones que lideren la operación -visto los tiempos que corren y la crisis que vive la arqueología- y que sea lo menos destructiva posible.
Y es que cuando hablamos de anfiteatro lo hacemos de un edificio que, según relatan las fuentes documentales, concretamente Agustín de Horozco, contaba con un perímetro de 34 metros de ancho por unos 100 de largo. Es decir, que ocupaba una buena parcela anexa a las actuales Puertas de Tierra, llegando a alcanzar probablemente parte del barrio de Santa María, en la zona entonces denominada Huerta del Hoyo.
Un área en la que actualmente sería complicado excavar sin ocasionar grandes perjuicios. Y, sobre todo, sin saber a ciencia cierta a qué atenernos.
No obstante, según apuntan los expertos, la solución estaría servida por las técnicas de detección geofísicas, ya que permiten localizar restos arqueológicos sin la necesidad de excavar. De ésta y otras fórmulas nos habla el geólogo Manuel Rodríguez Fernández, de la empresa Geytex S.L., experta en la materia.
«Actualmente son varias las aplicaciones que se utilizan en arqueología. Desde el geo radar, tomografía eléctrica hasta la magnetometría y la gravimetría». En el caso del rastreo del anfiteatro y teniendo en cuenta que probablemente se encuentre sobre el nivel del mar, «podría ir bien la técnica de geo radar, que ya hemos utilizado en Cádiz para la localización de otros restos». Es una técnica que permite la fácil detección de restos hasta los cuatro o incluso cinco metros de profundidad y que además «no es destructiva y se podría aplicar en un espacio corto de tiempo, ya que se trata de hacer un barrido», señala el geólogo de la empresa con sede en Espartina, en Sevilla.
Hasta el momento, han sido pocos los restos que han aparecido en la ciudad asociados a este legendario edificio y que actualmente se muestran en el Museo de Cádiz. Entre éstos se encuentran las piezas referentes al gladiador, tan apegada a los juegos que se organizaban en el anfiteatro. Es el caso de las figuras de terracota o las lucernas que los representan.
También figura una inscripción funeraria de mármol de un gladiador, de la que hace unos días el profesor de la UCA Eduardo del Pino hilvanó una interesante conferencia dentro del ciclo la Pieza del mes, que se organiza en la pinacoteca provincial. Bajo el título La historia de un gladiador griego en Cádiz a partir de su epitafio latino, del Pino habló del epitafio hallado por el arqueólogo Pelayo Quintero en las excavaciones de la antigua necrópolis de Cádiz, cerca de la Fábrica Nacional de Torpedos. Una placa en la que se aprecia la inscripción «Aquí yace el samnita juliano llamado Germano, que alcanzó 14 victorias, griego de nacimiento, que murió con 30 años».
Todas estas piezas se expusieron en la muestra Iocosae Gades Juegos y diversiones en una ciudad romana, que se organizó en la pinacoteca provincial en el año 2003.
Son algunos de los vestigios que recuerdan la existencia de este gran edificio que un día se proyectó en Cádiz -Gades- para el disfrute de sus ciudadanos. Una construcción que se erigía como agente ordenador del terreno y elemento clave en el dominio ideológico del territorio. Que hablaba de la fisionomía romana de la ciudad, como muestra su ubicación en lo que entonces se consideraba las afueras.
«La ubicación responde a la ordenación urbana y a razones de seguridad, ya que allí se encerraban animales salvajes», comenta el profesor de la UCA Oscar Lapeña. Igual de interesante resulta la explicación simbólica, «ya que el anfiteatro marca las fronteras palpables de la cultura romana. Aquí combaten civilización y naturaleza, la barbarie y la civilización. Era el paso de la vida a la muerte, de la esclavitud a la libertad y de la infamia a la gloria», recoge el artículo publicado por este profesor.
En definitiva, un edificio que hablaba de la grandeza de una ciudad entonces poderosa, cuyo prestigio fue similar «al que se vivió en el siglo XVIII, donde los romanos del imperio venían a pasar sus vacaciones y donde incluso mandaban a construir sus casas residenciales», apunta Eduardo del Pino.
Pocas son las fuentes clásicas que lo citan directamente, aunque existen informaciones indirectas sobre los espectáculos y características físicas del edificio y los momentos posteriores a su abandono. La mayoría son citadas en los artículos que acompañan esta información. Citas de personajes históricos que van desde Asinio Polión (43.a.C) hasta Columela, pasando por Fray Francisco, Horozco o Anton de las Viñas, que por encargo de Felipe II recogió la silueta del anfiteatro en el grabado de la ciudad que hizo allá por 1567. La silueta de un monumento todavía por descubrir.