Estambul | AFP 10/07/2006

Los arqueólogos ven cumplido un sueño: en el corazón de la populosa y trepidante ciudad de Estambul, bajo los pies de sus 12 millones de habitantes, los grandes boquetes del monumental proyecto ferroviario Marmaray permiten acceder por fin a los tesoros de Bizancio.

Estambul | AFP 10/07/2006

Los arqueólogos ven cumplido un sueño: en el corazón de la populosa y trepidante ciudad de Estambul, bajo los pies de sus 12 millones de habitantes, los grandes boquetes del monumental proyecto ferroviario Marmaray permiten acceder por fin a los tesoros de Bizancio.

El pliego de condiciones de este proyecto de línea de ferrocarril destinada a unir Europa y Asia por debajo del Bósforo era imperativo: las obras podrían empezar previo examen de los lugares de excavación por equipos de científicos y previa luz verde de los comités de protección del patrimonio.

Unos 20 arqueólogos heredaron una zona de prospección inesperada de 26.000 metros cuadrados en Yenikapi, en pleno corazón de la orilla occidental de la primera metrópolis turca, donde trabajan desde noviembre de 2004 con 150 obreros en los vestigios del puerto bizantino de Eleutherion, fundado en el siglo IV.

«Aquí hemos hecho descubrimientos esenciales que aportan nuevas luces a la historia de la ciudad», anunció a finales de junio Ismail Karamut, director de los Museos Arqueológicos de Estambul y responsable de las excavaciones.

Entre los hallazgos enumera una porción de unos 20 metros de la muralla -conocida hasta ahora sólo por los textos- del mítico emperador Constantino, que en 330 hizo de Bizancio la capital del imperio romano y la llamó Constantinopla.

También se encuentran allí «un muelle, varios hipogeos, almacenes, una necrópolis, una poterna y un túnel que pasa debajo del puerto y da al mar», según Karamut, es decir, todo un barrio alrededor del puerto de Eleutherion, que tuvo un papel crucial en el aprovisionamiento de la ciudad con trigo egipcio antes de que su progresivo enarenamiento sellara su destino.

En otro descubrimiento de talla, los científicos recuperaron estos últimos meses vestigios de dos embarcaciones bizantinas, con lo cual ya son ocho los navíos exhumados en el puerto.

Estos barcos se hundieron en Eleutherion en el siglo XI con toda la carga a bordo -ánforas, mármoles- y sus cascos, mantenidos en un baño perpetuo en el propio emplazamiento para evitar su degradación, y brindan mucha información para los especialistas de la historia naval.

«Asocian técnicas antiguas de construcción, que empiezan por el revestimiento y siguen con el casco, y la técnica moderna, aún vigente hoy en día, que empieza por el armazón y luego clava el casco encima», explica el experto Cemal Pulak, de la universidad norteamericana A&M de Texas.

Entre ellos, «uno de los buques hallados es un ejemplo único en el mundo de embarcación (bizantina, ndlr) guerrera de remos», añade Pulak.

Además del emplazamiento de Yenikapi, una parte del cual será preservada y otra transformada en estación-museo, los científicos empezaron sus labores en la otra orilla del Bósforo, en Üsküdar, donde dieron con «una edificación con ábside del siglo XI o XII, con unas esculturas muy espectaculares», según el arqueólogo Aksel Tibet.

Para el científico, miembro del Instituto Francés de Estudios Anatolios y de la Asociación de Arqueólogos de Turquía, Marmaray ha remediado frustraciones de los arqueólogos.

«Como Estambul es una ciudad histórica de primera importancia, disponíamos de abundantes fuentes escritas, pero paradójicamente, como también es una ciudad viva, no teníamos la posibilidad de hacer excavaciones», explicó.

«Marmaray es una oportunidad formidable», añadió. «Sin este proyecto, nadie se hubiera atrevido por ejemplo a cerrar la plaza de Üsküdar y hacer la vida imposible a miles de vecinos», dijo.