Daniel Casado Rigalt www.elconfidencial.com 28/06/2006
La peseta ya es carne de coleccionista. El euro la borró del mapa monetario hace cuatro años al igual que a sus hermanas europeas: marco, franco, florín, dracma, escudo, chelín o lira. Todas dejaron de circular para fusionarse en ese gran proyecto paneuropeo que ha marcado el nuevo milenio. Si echamos la vista atrás nos encontramos que Europa ya había sido testigo de unificaciones monetarias de gran amplitud geográfica en otros siglos. Algunas monedas, que ahora repasamos, circularon de un extremo a otro del continente. Ninguna logró abarcar la Europa de los doce, pero algunas monedas acariciaron lo que el euro ha acabado consiguiendo. Son los antecedentes históricos del euro:

Daniel Casado Rigalt www.elconfidencial.com 28/06/2006
La peseta ya es carne de coleccionista. El euro la borró del mapa monetario hace cuatro años al igual que a sus hermanas europeas: marco, franco, florín, dracma, escudo, chelín o lira. Todas dejaron de circular para fusionarse en ese gran proyecto paneuropeo que ha marcado el nuevo milenio. Si echamos la vista atrás nos encontramos que Europa ya había sido testigo de unificaciones monetarias de gran amplitud geográfica en otros siglos. Algunas monedas, que ahora repasamos, circularon de un extremo a otro del continente. Ninguna logró abarcar la Europa de los doce, pero algunas monedas acariciaron lo que el euro ha acabado consiguiendo. Son los antecedentes históricos del euro:

El Electro. “Los primeros serán los últimos”. Los griegos fueron los últimos en incorporarse a la moneda común europea por sus problemas a la hora de cumplir los criterios de convergencia. Paradojas del destino: los helenos fueron los primeros europeos en acuñar una moneda similar al euro. El privilegio le correspondió a la ciudad de Mileto, con su electro, allá por el siglo VII antes de Cristo.

Dishekels y Trishekels Cartagineses. El dominio marítimo de los cartagineses en el Mediterráneo durante los siglos previos al cambio de Era vino acompañado por una activa circulación de sus monedas en países como España, Italia, Francia o Grecia. Efigies con el rostro de Aníbal y esquemáticas imágenes de elefantes ó atunes acapararon la propaganda numismática diseñada por los magnates cartagineses.

Ases, Denarios y Áureos Romanos. Avaladas por la pujanza de las culturas clásicas, las monedas griegas y romanas tuvieron un papel internacional, simplemente por razón de su prestigio. A la expansión monetaria griega, que apenas alcanzó países de ámbito mediterráneo como Italia, Francia o España, siguió la romana. La acuñada por los emperadores Trajano y Adriano -en el siglo II- recorrió casi por completo la Europa de los doce gracias a sus calzadas y vías de penetración marítimas. Sólo tres países -Finlandia, Alemania e Irlanda- se vieron privados de las monedas traianea y adrianea.

Libra Carolingia. Desde Aquisgrán nos llegó, de la mano de los francos, un nuevo testimonio monetario: la libra. En el siglo IX, con Carlomagno al frente del Imperio sacro-romano, esta pieza estuvo a punto de abrazar a los doce del Euro. Sólo el extrarradio europeo (Finlandia, Irlanda y Portugal) “se libró” de la moneda carolingia.

Reales, Escudos y Doblones Hispanos. Como todo territorio que haya gozado de una época dorada, España cuenta entre sus glorias con la moneda hispánica del siglo XVI. Alentado por la máxima del pensador Nebrija -“si la lengua sigue al Imperio, la unidad monetaria no le queda a la zaga”- el Real de plata se había convertido en la base del sistema monetario de la casa de Austria en los estados españoles. El escudo de oro de Carlos I y el doblón, también de oro, de Felipe II se constituyeron en santo y seña de la identidad española dentro y fuera de nuestras fronteras naturales. Tras la acuñación de estos tipos monetarios se produjo un período de convivencia entre la moneda del invasor hispano y las monedas francesas, italianas y flamencas. Sin embargo, con Felipe V, el deterioro de nuestro Imperio fue provocando un inminente repliegue de las monedas hispánicas, que relegó al olvido aquellos momentos hegemónicos en que nuestra moneda exhibió sus efigies en países como Italia, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo o Francia.

Franco Germinal. Bastante más ambiciosas fueron las pretensiones de Napoleón. El emperador galo diseñó la creación de una moneda universal, bautizada con el nombre de franco germinal del año XI, que se extendió a buena parte de la Europa de los doce. Irlanda, Finlandia y la enemiga Portugal fueron los únicos países por donde no circuló moneda napoleónica.

Reichsmark. El precedente al Euro más inmediato en el tiempo es el marco de la Alemania nazi. El negocio de la guerra y el avance militar del Tercer Reich extendieron el uso de la divisa alemana hasta los confines de Europa, alcanzando a todos los ‘Países Euro’, con excepción de España (“amiga” de Hitler), Portugal e Irlanda. De haberse consumado la ‘Pax Germanica’ prevista por Hitler, el Reichsmark se habría convertido en la moneda de los países ocupados y del soñado imperio nazi. Sin embargo, el rumbo de la historia ha querido que solo el euro haya cuajado como moneda común europea. Y parece que va para largo.

Daniel Casado Rigalt es doctor en Historia Antigua