Mario Gracia | Zaragoza www.elperiodicodearagon.com 06/05/2010

Investigadores de la Universidad de Zaragoza analizan los restos arqueológicos del patrimonio aragonés para desentrañar el uso de cosméticos y medicinas en época romana.

El patrimonio arqueológico esconde más de lo que muestra. Solo hay que saber buscar para hallar sorpresas ocultas, como los mismísimos secretos de belleza de las nuestras antepasadas cesaraugustanas. La investigadora Josefina Pérez-Arantegui, perteneciente al grupo de investigación Espectroscopia Analítica y Sensores (GEAS), reconocido como consolidado por el Departamento de Ciencia, Tecnología y Universidad del Gobierno de Aragón, lleva, como ella misma explica, «mucho tiempo trabajando desde el punto de vista de la química analítica con materiales de patrimonio: arqueología, alguna cosa de pintura, sobre todo cerámica…». Además, desde hace dos años, esta investigadora dirige un estudio sobre la utilización de materiales orgánicos e inorgánicos para la obtención de cosméticos y medicinas en la antigüedad.

El grupo GEAS se enclava en el Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA) de la Universidad de Zaragoza, que impulsa trabajos de investigación en un campo tan multidisciplinar como es el estudio del patrimonio, la arqueología y las piezas de museo, que englobaba desde químicos, geólogos, físicos, historiadores hasta conservadores.

Los depósitos de los museos de Zaragoza y Albarracín albergan objetos de la domus romana y otros útiles que mantienen restos de aquellos productos que contuvieron. Entre ellos, residuos minerales o vegetales, como aceites o resinas, utilizados para elaborar maquillajes, perfumes o medicinas. «Yo, la parte de cosméticos la he trabajado sobre todo con cosas del yacimiento de Celsa (Velilla de Ebro), y alguna cosa de Zaragoza y Albarracín, que ahora están depositadas en los museos», señala Pérez-Arantegui.

Los investigadores analizan todo tipo de pequeños objetos que se piense que hayan podido servir para preparar los cosméticos o para guardarlos. «Hemos tomado muestras –continúa esta científica– de ungüentarios de vidrio, de ungüentarios de cerámica, de pequeñas tablillas que han podido servir para extender o mezclar los compuestos… Y luego, todo tipo de útiles relacionados con la preparación de maquillajes, como pequeñas cucharillas, pequeñas varillas que servían para remover…». Estas se procesan, analizando la mezcla de ingredientes para poder entender cómo y con qué se preparó y para qué se usó.

El equipo de Josefina Pérez-Arantegui colabora en esta investigación con la Universidad de Pisa. «Como yo tenía interés en iniciar una línea nueva que incluyera también el análisis de los materiales orgánicos (antes se centraba más en la química inorgánica), empecé a colaborar con la gente de Pisa porque ellos ya llevan un rodaje importante en estos temas. Hacemos parte del trabajo allí y yo me traigo los resultados para Zaragoza, y aquí voy haciendo otra cosa. Los análisis de los materiales inorgánicos, a lo mejor, los hago aquí y luego los comparo también con los resultados que ellos van obteniendo en Italia… O sea, hacemos un intercambio tanto de las metodologías como de las muestras», explica esta científica de la Universidad de Zaragoza.

El problema es que con el paso del tiempo «lo orgánico se degrada más y dura menos», asevera. Y luego, «como la muestra ha evolucionado mucho con el tiempo, nos faltan referencias. Por ejemplo, si tú analizas un aceite de oliva que ha sido elaborado recientemente tienes muchas referencias para saber cómo es. Pero como una muestra evoluciona mucho con el tiempo lo que nosotros encontramos ahora no es igual que ese aceite nuevo, y no tengo referencias de todo lo que le ha pasado a esa muestra a lo largo de los siglos. Nos encontramos esos compuestos y tienes que averiguar de dónde proceden, o sea, de qué raíz han salido. De ahí la complejidad», señala la investigadora.

Por otra parte, «al ser muestras muy complejas, tienen muchas mezclas que además, con el paso del tiempo, han ido modificándose mucho. Desde el punto de vista del análisis son mucho más complejas, pero también mucho más interesantes, claro», admite. A veces, «seleccionamos muestras que podían tener parte orgánica pero luego cuando las analizas te encuentras de todo. Pueden ser solo orgánicas pero la mayoría están mezclados», apunta.

Para analizar la parte orgánica «usamos sobre todo cromatografías asociadas a espectrometrías de masa, porque es la parte más compleja y hay que separar la muestra para poder identificar compuestos. Y luego, si llevan parte inorgánica, lo que más usamos es el microscopio óptico, el microscopio electrónico, algunos análisis con rayos X o con espectroscopia de infrarrojos. Normalmente hay que combinar varias técnicas porque son mezclas de compuestos de distinta naturaleza y una técnica sola no te termina de dar todo lo que andas buscando», reseña Pérez-Arantegui.

Además, a veces, «es difícil hacerse con este tipo de muestras», admite, porque cuando se excavan los yacimientos, lo que se hace con los objetos que van saliendo es limpiarlos. «Y normalmente aquello con lo que nosotros trabajamos son restos que quedan adheridos a la superficie, en el fondo de los recipientes… Y si se han limpiado muy bien, no queda nada», explica esta investigadora.

Y otra complejidad añadida es que «tienes que trabajar con cantidades muy pequeñas. Tenemos que usar muy poquita cantidad de muestra porque claro, procuramos que los restos se conserven prácticamente como están, por eso tratamos de alterar lo menos posible los hallazgos». Y es que, en el fondo, se trata de que un conocimiento del pasado lo más exacto posible sobreviva a las generaciones, como esos polvos de colorete que han sobrevivido dos milenios para acabar yendo a parar a manos de otra mujer; aunque en este caso, su ánimo sea investigarlos, y no maquillarse.

Dos milenios de productos de belleza naturales
El uso cosmético de algunos de los materiales que los investigadores han ido encontrando en los restos arqueológicos ha perdurado hasta hoy. Eso sí, «ahora, la parte de la elaboración química ha evolucionado muchísimo. Pero la cosmética natural de hoy día usa compuestos muy parecidos. Por ejemplo, el aceite de oliva se usa hoy como se usaba también entonces. Extractos vegetales con propiedades hidratantes o que aportan olor de los de entonces son los que se usan hoy también en la cosmética natural», explica Josefina Pérez-Arantegui.

O sea, que se puede decir que hoy en día todavía se mantiene una herencia de aquella época. «Sí, sí. Tienes maquillajes para tonos de piel morenos, tonos tierra, que siguen usando óxidos de hierro igual que entonces. Las sales de aluminio se usaban ya también ahora».

Y con lo que están averiguando, ¿se pueden extraer algunas lecciones para la cosmética natural, que trata de evitar los químicos? «Hombre, se puede recuperar a lo mejor alguna sustancia que ahora se usa menos. Pero en general la cosmética natural recoge muchos de aquellos materiales. Más que encontrar recetas que ahora no se usen, lo que encuentras son ingredientes que pensabas que eran más nuevos pero que sin embargo ya se utilizaban entonces», asegura.

Perfumes, retrato de una sociedad
Con todo lo que el equipo lleva analizado hasta ahora, más allá de los propios materiales que componían los cosméticos, se puede deducir alguna otra información sobre el estilo de vida de la época romana en Aragón. Celsa era una colonia, y no son los mismos productos los que llegaban a la periferia del Imperio que los que estaban vendiéndose en Roma. De todos modos, sí que se puede concluir que entonces había ya un importante comercio de importación de productos de belleza.

Sobre los usos y costumbres, también se puede deducir que, como ahora, en aquella época ya practicaba el culto al cuerpo. «En época romana, sobre todo, había muchísima preocupación por el baño. Había un uso muy importante de perfumes, de aceites… Y los usaban tanto hombres como mujeres». Incluso «hay documentación escrita de la época en la que se habla de un uso excesivo de los perfumes. Pero luego, exclusivamente para la mujer sí que se ha visto toda una gama de tocador, de maquillajes de distintos colores, tanto para la cara como para los labios o los ojos», señala.

Saber de dónde ha salido exactamente la muestra también puede ayudar a retratar cómo estaba dividida la sociedad, las diferencias entre clases. «Por ejemplo, a la hora de elaborar perfumes una de las sustancias más usadas era el aceite de oliva. Pero claro, había otros aceites que solo se usaban para perfumes muy caros, como el de almendra. En el caso de lo que hemos trabajado nosotros se nota que esto era una colonia, son productos muy extendidos por todo el Mediterráneo y más baratos». Pero en la misma Roma, o en el caso de las familias cesaraugustanas más pudientes, «se pueden encontrar perfumes hechos con resinas exportadas desde Medio Oriente», todo un lujo.