Barry Hatton | Almodovar (Portugal) | AP 03/03/2009

Cuando arqueólogos que participaban en una excavación en el sur de Portugal el año pasado voltearon una pesada losa y vieron inscripciones que habían dejado de ser usadas hace más de 2.500 años, se sintieron eufóricos.

Un enigmático diseño de símbolos grabados en la piedra se extendía de manera simétrica en torno a la parte superior de una tableta de piedra amarillenta, de bordes ásperos, y enfilaba hacia el medio creando un estilo decorativo típico de un extinto lenguaje ibérico llamado Escritura Suroccidental.

«No comenzamos a aplaudir, pero estuvimos a punto de hacerlo», dice Amílcar Guerra, un conferencista de la universidad de Lisboa que supervisó la excavación. «Es algo extraordinario».

Durante más de dos siglos, los científicos han intentado descifrar la Escritura Suroccidental. Se cree que es el idioma escrito más antiguo de la península ibérica y, junto con el etrusco, que apareció y desapareció misteriosamente en Italia, uno de los primeros de Europa. La tableta de piedra cuenta con 86 caracteres y ofrece el texto más extenso de un idioma de la Edad de Hierro jamás encontrado.

Alrededor de 90 placas de pizarra que tenían esas inscripciones han sido desenterradas. La mayoría de ellas son incompletas, y estaban diseminadas a través del sur de Portugal, aunque algunas fueron halladas en la vecina región española de Andalucía.

Los primeros intentos por interpretar esa escritura datan del siglo XVIII. La escritura despertó la curiosidad de un obispo, cuya diócesis incluía la región donde se hicieron los hallazgos.

Almodovar, una población rural de unas 3.500 personas, se halla en el corazón de la región de la Escritura Suroccidental. Creó un museo hace dos años, donde se exhiben 20 de las placas con inscripciones.

Aunque se obtienen cada vez más evidencias sobre las nuevas placas, hay problemas pues fueron elaboradas en una época de la cual sabemos muy poco, dijo el profesor Pierre Swiggers, un especialista en la Escritura Suroccidental de la universidad de Lovaina, en Bélgica. Los científicos tienen escasos documentos originales y son muy pocos los textos paralelos de la misma época y del mismo lugar que se encuentren en lenguajes legibles.

«Apenas si sabemos acerca de los hábitos cotidianos o de las creencias religiosas» de los pueblos que usaron esa escritura, dice.

La Escritura Suroccidental es una de una serie de antiguos lenguajes sobre los cuales poco conocemos, dice Swiggers. Y eso ha proporcionado un terreno fértil para una serie de teorías sobre quienes escribieron esas palabras.

Se acepta que los textos datan de hace unos 2.500 a unos 2.800 años. La mayoría de los expertos suponen que el pueblo que usó esa escritura era el tartesio, una tribu de comerciantes del Mediterráneo que buscaban metal en esas partes, pero desaparecieron luego de algunos siglos.

Otra dificultad para traducir el lenguaje es que la escritura no es estándar. Se supone que fue adaptada de los alfabetos fenicio y griego, pues copia algunas de sus convenciones escritas. Sin embargo, también ha alterado algunas de las reglas e inventado nuevas.

Expertos han identificado caracteres que representan 15 sílabas, siete consonantes y cinco vocales. Pero ocho caracteres, entre ellos una especie de tenedor vertical de tres puntas, resultan incomprensibles.

También hay dificultad para tratar de descifrar los mensajes. Incluso cuando pueden leer partes del texto, los científicos realmente ignoran qué están diciendo. Son como niños intentando pronunciar las palabras de una obra de Shakespeare.

«Tenemos muchas dudas», dice Guerra, quien ha escrito varios ensayos académicos acerca de la Escritura Suroccidental. «Podemos leer caracteres y ver la fonética en acción … pero cuando intentamos entender qué significan (esas palabras) se presentan gran cantidad de problemas».

Sin embargo, hay algunas claves. El texto, simétrico, enroscado, da la impresión de una rúbrica decorativa. Algunas placas también muestran figuras crudamente diseñadas, tales como un guerrero llevando lo que parecen ser flechas. La parte baja de las piedras rectangulares está en blanco, como si la intención hubiera sido clavarlas en la tierra.

Eso ha hecho que los expertos elaborasen la teoría de que las piedras eran en realidad lápidas de miembros de la elite de una sociedad de la Edad de Hierro. Reiteradas secuencias de palabras tal vez significan, «Aquí yace…» o «Este es el hijo de …» explica Guerra.

Pero se trata de simples conjeturas, reconoce Guerra. Su equipo ha realizado excavaciones a través de siglos de ocupación. El área fue ocupada por pre-romanos y por romanos. Y luego, por árabes. (Almodovar es una corrupción de la palabra árabe al-mudura, que significa cercado o sitio).

Los hallazgos del año pasado han ayudado, pero todavía falta encontrar algo como la piedra Rosetta, que contribuyó a descifrar los jeroglíficos egipcios hace dos siglos, señala Guerra. De lo contrario, los esfuerzos para reconstruir el antiguo lenguaje serán lentos. «Debemos ser pacientes, y tener esperanzas», dice Guerra.