León | EFE 20/09/2009

En plena comarca de La Cabrera se halla la mayor mina de oro subterránea conocida en la Península, en Llamas de Cabrera, un espacio que su descubridor, Alberto Matías, pretende que se incluya dentro del sitio de Las Médulas, patrimonio Mundial de la UNESCO.

Ingeniero Técnico de Minas, especializado en el conocimiento de la minería romana, Alberto Matías ha sido el descubridor la mina romana de cinabrio de Miñera de Luna (León), única en su género, y del complejo de minería aurífera de Llamas de Cabrera (León).

El hallazgo de este último yacimiento tuvo lugar hace siete años, durante las actividades que desarrolla la asociación cultural leonesa Promonumenta para conservar limpios los canales que llevaban el agua a Las Médulas.

El propio Matías ha dedicado buena parte de sus últimos años a la realización de la cartografía y el análisis hidráulico de la totalidad de la red hidráulica de Las Médulas (León), que según él también debe tener consideración de Patrimonio Mundial.

«Todo este conjunto de canales alcanza unos 600 kilómetros de longitud, y es la mayor red hidráulica minera conocida; una obra maestra de la ingeniería romana que debiera estar incluida en el sitio que en 1997 recibió el titulo de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO». «No se comprende -sostiene Matías- que quede fuera de la declaración (de la UNESCO) la totalidad de la red hidráulica de abastecimiento, porque fue este conjunto de canales lo que hizo posible la explotación».

Los ocho canales que suministraban agua a las médulas se hallan en torno a los Montes Aquilianos, estribación occidental del Teleno, captando aguas de diversas cuencas, especialmente de las del Cabrera, el Oza y también del Eria. Cuando la Asociación Promonumenta limpiaba parte de estos canales, fue descubierto el complejo minero de Llamas de Cabrera, con explotaciones a cielo abierto y subterráneas.

Este descubrimiento supuso «un antes y un después en los conceptos sobre la historia de la minería romana en Hispania» según Matías, quien promovió seguidamente -en 2005- la declaración del paraje como Bien de Interés Cultural, petición que aún no ha resuelto la Junta de Castilla y León. Las excavaciones a cielo abierto fueron realizadas mediante técnicas de minería hidráulica, aplicando directamente la fuerza del agua sobre derrubios de ladera, coluviones y la zona meteorizada de los filones de cuarzo aurífero.

Con posterioridad a los trabajos de superficie, en un amplio sector del yacimiento se realizaron más de 20 labores subterráneas que superan en muchos casos los 50 metros de profundidad, conformado un conjunto estructurado de pozos y galerías que se concentran principalmente en el paraje conocido como «La Casarina», una ladera de la montaña a lo largo de 350 m de desnivel.

Tanto en los pozos inclinados como en las galerías transversales se conserva gran número de lucernarios, así como las huellas de los útiles metálicos utilizados para trabajar la roca, pudiéndose apreciar también en algunos puntos de estas galerías las cunetas de desagüe y el pulimento del suelo como consecuencia del tránsito de los mineros.

Estas labores «constituyen la principal evidencia de la utilización intensiva de minería subterránea en un yacimiento aurífero primario del territorio Astur durante la época romana», afirma Matías, quien relata que los mineros sacaban la roca de cuarzo aurífero, que luego machacaban y bateaban, una vez reducida a polvo.

Los trabajos de estas minas se desarrollaron después de que se cerrase la explotación de las Médulas, como se deduce de la destrucción en Llamas de parte de la red hidráulica que abastecía a a la mina Patrimonio de la UNESCO.

Su excelente estado de conservación y el hecho excepcional de que, a diferencia con otras zonas mineras romanas, no se han realizado trabajos mineros en épocas posteriores, hacen de este complejo minero un lugar de referencia a nivel mundial sobre explotaciones subterráneas de minería aurífera romana, todavía no suficientemente investigado ni valorado, según su descubridor.