Carlos García Gual www.elpais.com 28/08/2010

Un texto clásico puede desdoblarse en variados libros al ser trasladado por distintos traductores.

Gracias a mi desconocimiento del griego, la Odisea es para mí no tanto un libro como una entera biblioteca», advertía Borges en su ensayo sobre las varias traducciones en que había leído, en inglés, del poema homérico. Hablaba de unas cuantas versiones de la Odisea, cuyo héroe evoca a menudo en sus poemas y que prefería, con mucho, a la sangrienta Ilíada. Como Borges, también para nosotros un texto clásico antiguo puede desdoblarse en variados libros, al ser trasladado por distintos intérpretes y en distintas épocas. No es trivial la tarea mediadora de los traductores de los clásicos: prestan su voz y palabras de su lengua para que aquellos se hagan de verdad universales. A través de múltiples versiones -diversas y sucesivas- a lenguas modernas perviven los mejores textos antiguos. Y la historia de esas versiones deja una impronta significativa y muy interesante (aunque a veces olvidada) en cualquier literatura.

La primera traducción impresa de la Ilíada en castellano es de 1788 y fue la de Ignacio García Malo. La segunda, la del preceptista José Gómez Hermosilla, en 1831. Esas tardías fechas revelan un hecho sorprendente: en España hasta entonces casi nadie -a excepción de unos pocos helenistas- había leído de verdad el poema homérico. A finales del siglo XVIII, la Europa culta se había agitado con la famosa Querelle de antiguos y modernos, trifulca en la que Homero y sus traducciones tuvieron un papel esencial. España se ahorró las discusiones, porque casi desconocía al viejo Homero.

Constatemos que la Odisea tuvo mejor suerte: la versión en verso del secretario Gonzalo Pérez es de mediados del XVI; anterior incluso a la espléndida versión inglesa de G. Chapman. Pero no tuvo larga difusión. A fines del XIX, don Juan Valera advertía asombro e incredulidad en sus amigos madrileños cuando decía que él leía por gusto a Homero. (Y reconocía que resultaba algo aburrido en los endecasílabos de Hermosilla).

Los tiempos han cambiado mucho. En los últimos veinte años del siglo XX se han editado en España no menos de seis traducciones distintas de la Ilíada, todas directas y de esmerado rigor filológico, tan ajustadas como la excelente de Luis Segalá, de comienzos del siglo. La mayoría en ediciones de bolsillo. Como esta de Oscar Martínez (en Alianza), que es la primera del siglo XXI, y que, por su tersa y flexible prosa y su precisión, está a la altura de la mejor de sus precursoras. Así que el lector interesado podría hacerse una breve y curiosa biblioteca de versiones homéricas españolas, añadiendo las recientes de la Odisea. Y el erudito completar así el meritorio estudio de J. Pallí: Homero en España, de 1953. La traducción de Óscar Martínez tiene además un documentado prólogo que menciona las otras y resume las perspectivas actuales acerca de la obra y figura de Homero. Es decir, el gran narrador de mitos y el primer gran poeta de Occidente, y no sólo por ser el más antiguo, al alcance de todos.

El legado de Homero de Alberto Manguel viene muy amena y admirablemente a recordarnos cuántos encantos guardan sus resonantes poemas y cómo a lo largo de los siglos han dejado una estela sin igual, con incesantes ecos en nuestra tradición literaria. Los héroes y los dioses de Homero, tan lejanos en el tiempo, resultan asombrosamente familiares, y uno puede apasionarse con los viajes del taimado Ulises o emocionarse en el final de la Ilíada. Como antes lo hicieron tantos escritores evocados en estas páginas. Si bien no hubo en nuestra literatura ese infinito fervor homérico que se da en la inglesa (ver G. Steiner, Homer in English), todas estas últimas y expertas traducciones vienen a acreditar el interés actual, en el horizonte renovado por la arqueología de la histórica Troya.

No voy a reseñar aquí el El legado de Homero, ya tratado en Babelia. Si Manguel es un lector infatigable, es, además, un ágil y estupendo narrador que saborea lo que cuenta y no es nunca pedante. Es fácil encontrar otros estudios recientes sobre los ecos actuales de Homero (por ejemplo, E. Hall, The Return of Ulysses, de 2008), pero es raro encontrar un estilo narrativo como el suyo. No son sólo los muchos y curiosos datos (como el que Pope se enriqueciera con su versión de Homero) lo que hace su libro tan interesante y ameno, sino su ágil e irónico estilo. La excelente traducción del inglés aparece ahora cuando Homero, que quizá está más allá de las modas, recobra lectores en tantas claras traducciones. Estamos de enhorabuena: dos asequibles y atractivas lecturas para el verano.

Homero. Ilíada. Traducción de Óscar Martínez. Alianza Editorial, Madrid, 2010.
Alberto Manguel. El legado de Homero. Traducción de Carmen Criado. Debate. Madrid, 2010.