Marta González-Hontoria | Ostia (Italia) www.ocholeguas.com 24/05/2012

Esta es la playa de Roma, el rincón del Tirreno adonde acuden los romanos a tostarse de día y a darlo todo de noche. Y lo que es de verdad extraordinario, aquí se levanta una ciudad antigua al estilo de Pompeya, aunque sin mareas de turistas.

Hay dos Ostias, con perdón. Una es la moderna, la del puerto deportivo y los stabilimenti, esos clubes playeros donde no falta de nada para disfrutar del sol. La otra es Ostia Antica, una ciudad-puerto de hace más de 2.000 años, a sólo media hora de Roma.

Es menos conocida que Pompeya, entre otras cosas porque Ostia Antica no tuvo un final tan dramático. Pero como aquélla, ésta es una ciudad romana que ha llegado prácticamente entera a nuestros días, y en cierto modo resulta para algunos más interesante que la mítica ciudad del Vesubio ya que sirvió de estratégico puerto comercial.

Además de sentir el sol y la brisa del Mar Tirreno, en Ostia puede uno sumegirse en el día a día de lo que fuera una efercescente metrópoli. Sus ruinas son un relato completísimo de la vida cotidiana de Roma, y de cómo se defendió y se abasteció el grandioso imperio. Es fácil -y recomendable- perderse entre la maraña de templos, tiendas y edificios públicos donde no llegan las hordas de peregrinos, turistas y otras mareas humanas que sientan plaza en la grandiosa y abarrotada ‘ciudad eterna’.

El puerto de Roma
Ostia significa boca en latín. Era el lugar donde el Tíber se encontraba con el Mediterráneo (hoy la desembocadura está más allá debido a siglos de sedimentación). La colonia se fundó en el siglo IV a.C. como un puesto militar para proteger Roma y con los siglos pasó a convertirse en su principal puerto comercial de la capital imperial. En su apogeo, hacia el siglo II, llegó a tener hasta 38 termas y 50.000 habitantes.

En Ostia quedan restos de lo que fueron almacenes, galerías de tiendas, casas de pisos, bares, molinos de pan, lavanderías, baños públicos… aunque también se han excavado palacios, templos cristianos y emitreos. Es un lugar único para viajar en el tiempo.

Deambulando entre los edificios antiguos tropezará aquí y allá con fantásticos mosaicos con motivos marinos, frescos de color rojo pompeyano y columnas esculpidas con figuras de animales. El espectacular teatro fue construido en tiempos de Agripa. Hoy, en la época estival, acoge todo tipo de espectáculos culturales: conciertos, representaciones teatrales, ballet, cabarets, etc.

Si Pompeya sufrió una muerte súbita, Ostia padeció una lenta agonía, como el propio Imperio Romano, hasta quedar expoliada, vacía y, lo que es peor, olvidada. Volvería a poblarse en la Edad Media, y de ahí el Borgo de Ostia, a escasos metros de las ruinas, donde se levanta un castillo de la época.

La playa romana
En vez de regresar a Roma, merece la pena acercarse a la playa (sólo dos paradas más de tren) para conocer la otra cara de Ostia y ver a los romanos en su salsa. El Lido di Ostia es, de hecho, el litoral más cercano a la capital y el más popular entre los romanos por sus hoteles, restaurantes, balnearios y clubes náuticos, conocidos como stabilimenti.

Estos clubes son en realidad los auténticos dueños de esta playa de arena oscura de Ostia, puesto que para extender la toalla no hay más remedio que utilizar sus servicios -previo pago de unos 50 euros al día-. Se encuentran, eso sí, en primera fila del atardecer tirreno y una vez que caiga la noche comprenderá por qué Obelix, aunque en otro contexto, decía aquello de «están locos estos romanos».

FUENTE: http://www.ocholeguas.com/2012/05/08/europa/1336489962.html