|
NUEVOS
VIÑEDOS.
Campo
de
vides
en
los
restos
arqueológicos
de
Pompeya,
con
el
Vesubio
al
fondo.
/IDEAL |
Pompeya
resucita
sus
viñedos
para
producir
el vino
de hace
2.000
años.El
proyecto,
que une
arqueología
y
botánica,
ha
logrado
1.721
botellas
«Los
antiguos
eran
hombres
como
nosotros,
no sólo
los
objetos
que
encontramos
en las
excavaciones,
sino con
vida
compleja,
y claro,
también
bebían
vino»,
explica
Giovanni
Guzzo
mientras
gesticula
con su
pipa.
Pese a
ser
abstemio,
el
superintendente
de
Pompeya,
uno de
los
mayores
paraísos
arqueológicos
del
mundo,
se ha
volcado
en un
proyecto
que ha
necesitado
veinte
años de
burocracia
y ocho
de
experimentos
para
obtener
un
resultado
palpable
y
concreto:
1.721
botellas
de tinto
cultivado
en
Pompeya,
en el
lugar
donde
crecían
los
antiguos
viñedos
y con
las
mismas
técnicas
de
entonces.
Se puede
decir
que esta
cosecha
de 2001
es la
siguiente
de las
prestigiosas
bodegas
de
Pompeya
después
de que
la
ciudad
romana
quedara
detenida
en el
tiempo
por la
lava del
Vesubio,
allá por
el 79 d.
C. Con
un salto
de casi
2.000
años en
medio,
es
verdad,
pero
sigue la
tradición.
«Obviamente
el vino
no es
idéntico,
el gusto
actual
no
soportaría
lo que
bebían
los
romanos,
que
además
lo
mezclaban
con
agua,
miel y
especias,
pero
hemos
respetado
al
máximo
el
cultivo
original»,
cuenta
Piero
Mastroberardino,
dueño de
la
bodega
italiana
que ha
colaborado
en el
experimento
desde
1996.
Todo
comenzó
hace
unos
años,
cuando
alguien
cayó en
la
cuenta
de algo
evidente:
si la
lava ha
conservado
las
personas
y los
objetos
de la
ciudad,
¿por qué
no
buscar
las
vides?
Pompeya
tenía
fama de
buenos
vinos,
sus
habitantes,
como
todos
los
romanos,
eran
amantes
de la
libación
y además
para
ellos
constituía
un
próspero
negocio,
como
demuestran
los
numerosos
sellos
de
fábrica
hallados
en
ánforas.
Pues
resultó
ser
cierto y
allí
estaban
los
viñedos,
en
fincas
dispersas
por las
afueras
de la
ciudad.
Los
moldes
del yeso
inyectado
en los
agujeros
del
suelo
resucitaron
las
raíces y
los
huecos
de los
postes
descubrieron
el
emplazamiento
exacto
de las
cepas.
Mientras
se
resolvían
los
trámites
para
obtener
una
autorización
que
permitiera
trabajar
dentro
del
recinto
arqueológico,
comenzó
la
búsqueda
del
vino,
del vino
exacto
que la
erupción
enterró
para
siempre.
Los
moldes
de las
cepas
dieron
algunas
indicaciones,
pero la
información
llegó de
muchas
fuentes:
documentación
escrita,
examen
de
frescos
y
grabados,
investigación
botánica
de
polen,
semillas,
madera...
Variedades
de uva
Los
estudios
concluyeron
que los
vinos
tintos y
blancos
de
Pompeya
debían
de
provenir
de ocho
variedades
de uva,
identificables
con
especies
actuales,
de entre
las
cerca de
ochenta
existentes
en
aquella
época:
Aminea
Gemina
(el
actual
Greco) y
Hellenica
(Aglianico),
ambos a
su vez
de
origen
griego;
Apiana
(Fiano);
Columbina
Purpurea
(Piedirosso);
Oleagina
(Sciascinoso);
Cauda
Vulpium
(Coda di
Volpe);
Alopecis
(Caprettona)
y
Falanghina.
No hay
muchos
datos
sobre
las
antiguas
variedades
de uva,
pues los
romanos
daban
importancia
sobre
todo al
lugar
del
cultivo.
Plinio,
en su
Historia
natural
,
considera
inútil
enumerar
los
tipos
«porque
es
evidente
que
influyen
la
región y
el tipo
de
suelo,
no la
uva». La
denominación
de
origen,
como se
ve, no
es un
invento
tan
moderno.
Dos
modalidades
-Piedirosso
y
Sciascinoso-
demostraron
adaptarse
mejor
tras
hacer
varias
pruebas,
mientras
que el
terreno
volcánico
de
Pompeya
se
reveló
fértil y
rico en
minerales.
Para
elegir
el
cultivo
también
había
que
decidirse
por una
de las
seis
técnicas
que
utilizaban
los
romanos,
y se
optó por
la
pérgola
y el
poste.
El mayor
de los
cuatro
viñedos
reconstruidos,
Foro
Boario,
se halla
junto al
anfiteatro,
detrás
de una
tapia
que
esconde
como
entonces
el
tesoro
del
vino.
Ratones
y
serpientes
En una
pequeña
construcción
de esta
hacienda,
la celda
vinaria
, hay
una
prensa y
diez
agujeros
que
corresponden
a otras
tantas
tinajas
enterradas
en el
suelo,
donde
fermentaba
el caldo
a una
temperatura
de 4 ó 5
grados.
En estas
condiciones
no era
raro que
se
colaran
dentro
ratones
y
serpientes,
pero
nadie se
escandalizaba.
Según
indican
algunos
documentos,
si el
comensal
encontraba
alguno
de estos
animalejos
en su
vino,
debía
quemarlos
y echar
de nuevo
las
cenizas
en el
caldo.
En 1999
tuvo
lugar la
primera
vendimia,
que se
dedicó a
completar
los
experimentos,
y en
2001, la
primera
cosecha
productiva.
Ha
pasado
doce
meses en
barrica
y seis
en
botella.
La gran
ciudad
antigua
ha dado
un vino
joven,
de color
rubí y
sabor
intenso,
que se
acaba de
presentar
esta
semana.
Su
nombre,
Villa
dei
Misteri
, una de
las
villas
residenciales
de las
afueras
de
Pompeya
cuyos
frescos
representan
un rito
mistérico
de
iniciación
de la
mujer al
matrimonio
y que
han sido
reproducidos
en la
etiqueta.
La venta
de tan
exigua
producción
se
realizará
mediante
una
subasta
que
comenzó
el
martes
en Roma
y que se
desarrollará
a través
de
Internet.
Los
beneficios
se
destinarán
a
restaurar
la celda
vinaria
.
|