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3-3-2003

ABC, Madrid

La nueva Biblioteca de Alejandría supera la prueba del fuego

EL CAIRO / BARCELONA
El edificio fue evacuado y el incendio se había controlado una hora después AP

Las llamas no destruyeron ningún libro ni documento de importancia y, gracias a la rápida actuación de los bomberos, se limitaron a una planta de oficinas

Un cortocircuito causó ayer un incendio en la recién inaugurada Biblioteca de Alejandría (norte de Egipto), que fue controlado en una hora y causó 35 heridos, según ha informado Efe. El incendio se localizó en el área administrativa de la cuarta planta de la Biblioteca y los 35 heridos tuvieron que ser trasladados a un hospital por intoxicación tras inhalar humo. Asimismo, la dirección del centro confirmaba ayer a ABC que no ha resultado dañado ningún libro ni documento de importancia, entre los más de doscientos cincuenta mil que alberga actualmente, aún una cifra muy menor, si se tiene en cuenta que sus instalaciones aspiran a guardar nada menos que ocho millones de volúmenes cuando se hayan desarrollado las fases del proyecto previstas para el futuro.

Una utopía

¿Cómo es la Biblioteca de Alejandría que renació de sus cenizas el 16 de octubre de 2002, en una ceremonia que presidieron, junto al presidente egipcio, Hosni Mubarak, la Reina Doña Sofía y las de Suecia y Jordania, así como el presidente francés, Jacques Chirac? Se trata, entre otros elementos, de una inmensa sala de lectura de 160 metros de diámetro -algo más de dos campos de fútbol- que ha materializado lo que durante siglos fue una utopía imposible: crear una Biblioteca de Alejandría que evocara aquella joya de la remota Antigüedad, cuando era considerada una de las siete maravillas del mundo conocido.

Allí, el astrónomo Hiparco ordenó el mapa de las constelaciones y estimó el brillo de las estrellas; allí fue donde Euclides determinó sus Elementos de Geometría, donde Aristarco descubrió que la Tierra giraba alrededor del Sol, donde Dionisio de Tracia instauró las partes del discurso, donde Herófilo estableció que no era el corazón sino el cerebro el órgano que el hombre empleaba como plataforma de la inteligencia, donde Herón inventó cajas de engranajes y aparatos de vapor... Allí, 24 siglos después de que los Tolomeos crearan el núcleo del saber más importante del mundo, hoy se puede trabajar con las tecnologías de archivo y comunicación más avanzadas del mundo. Hablamos de una macrobiblioteca capaz de albergar, como ya hemos señalado, hasta ocho millones de libros como alternativa a los más de 400.000 rollos que desaparecieron con el incendio de la ciudad ordenado por Julio César en el año 47 a.C. o durante la invasión de Omar cuatro siglos después (algo que no aclaran los historiadores).

El edificio, situado hoy junto a la bahía de Alejandría, no está muy lejos de donde pudo encontrarse la antigua Biblioteca, cerca de los palacios y del museo. Se ha encargado de levantarla el equipo de arquitectos noruego formado por Dykers, Kapeller y Thorsen, que además han asumido el proyecto de adecuación paisajística exterior y la creación del mobiliario interior.

No era ésta su primera incursión en el mundo de la cultura: en el elenco de obras de este equipo se encuentran la National Opera House de Oslo y la sede de la Organización Internacional de la Propiedad Intelectual en Ginebra, así como cuatro bibliotecas urbanas en Noruega. Ni tampoco es el primer encargo en territorio árabe: tiene su firma el Centro de Patrimonio Cultural de Dubai.

En forma de tambor seccionado en diagonal, la Biblioteca de Alejandría quiere ser el recordatorio del sol cuando emerge de las aguas al amanecer. Son siete plantas en la zona más alta, cerradas en su parte superior por ventanales de acero y cristal en forma de paneles solares (hay quien dice que tiene aspecto de chip). En total, nada menos que 70.000 metros cuadrados de superficie que miran al Mediterráneo.

¿Antídoto contra la censura?

La fachada redondeada es, sin duda, la mayor pizarra del mundo: sobre el hormigón se han grabado letras de todos los alfabetos conocidos hasta el momento, lo que da idea de la universalidad que se pretende. Pero, en contraste con los 70.000 metros cuadrados que dedica a la cultura universal, el Gobierno de Hosni Mubarak se ha enfrentado a una de sus mayores contradicciones: la falta de libertad de expresión propiciada por los extremistas islámicos. Uno de los episodios más recientes, y por desgracia no el último, ocurrió el 7 de enero de 2001, cuando el ministro de Cultura, Faruq Hosni, ordenó que se retiraran del mercado tres libros y destituyó a los tres cargos oficiales que habían aprobado su publicación, por considerar que se trataba de «obras indecentes». Además, el 23 de diciembre de 2000 la Policía había arrestado al escritor Saladín Mohsen en el Aeropuerto de El Cairo, por considerar que sus obras atacaban al Islam. Una situación a la que se deberá poner remedio si se quiere pronfundizar en el proyecto universalista que anima desde su puesta en marcha la Biblioteca. En fin, han hecho posible esta quimera (cuya inauguración debió ser aplazada del 23 de marzo al 2 de octubre de 2002, por la conflictiva situación entre palestinos e israelíes) gracias a la Unesco y al Gobierno egipcio, que se comprometieron a llevarlo adelante en 1990 al firmar la Declaración de Asuán, con el presidente Mubarak a la cabeza y otros dignatarios, entre ellos la Reina Doña Sofía.

Al inaugurarse, quedó cerrado el gran interrogante que, sin pretenderlo, abrió el presidente de Estados Unidos Richard Nixon cuando en su visita a Egipto lanzó la inocente pregunta: ¿Y dónde están los restos de la Biblioteca? Era el año 1974 y entonces nadie le supo contestar.

 

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