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OPUS
TESELLATUM.
Uno
de
los
mosaicos
aparecidos
en
la
villa
adriana |
El
informe
preliminar
de la
intervención
señala
la
importancia
de la
decoración
de la
residencia
romana,
sólo
comparable
a los
mosaicos
expuestos
en el
Alcázar.
CÓRDOBA.
Los
restos
de la
villa
romana
hallada
recientemente
en el
barrio
de Santa
Rosa han
puesto
al
descubierto
una
colección
de
mosaicos
única,
lo que
convierte
a esta
edificación
en una
de las
villas
más
lujosas
construidas
en la
época
altoimperial
(primera
mitad
del
siglo II
d.C.).
Estos
mosaicos
tan sólo
son
comparables
a los
que en
la
actualidad
se
exhiben
en el
Alcázar
de los
Reyes
Cristianos,
hallados
en la
plaza de
La
Corredera
a
mediados
del
siglo XX.
Según
consta
en el
informe
preliminar
de la
excavación,
dirigida
por la
arqueóloga
Rocío
Penco,
los
mosaicos
más
espectaculares,
construidos
con la
técnica
del opus
tesellatum,
se
sitúan
en el
tablinium
(o sala
de
recepción)
en el
que,
además
de
motivos
geométricos,
se
representa
una
alegoría
de las
cuatro
estaciones
que
rodea al
dios
Saturno
(consagrado
por los
romanos
a la
agricultura).
Este
Saturno
porta
una
cornucopia
o cuerno
de la
abundancia,
en su
brazo
izquierdo,
y un aro
que
representa
el ciclo
estacional
de la
vida, en
el
derecho.
La
decoración
se
completa
con
escenas
de caza
salvaje
entre
animales
como el
oso y el
toro o
el león
y el
caballo.
Destacan
también
los
mosaicos
polícromos
de la
fuente
central
hallada
en el
patio de
la
villa,
que
representan
motivos
marinos
como
peces y
frutos
del mar.
La
riqueza
de sus
pavimentos
queda
patente,
asimismo,
en otras
estancias
de uso
privado
como el
triclinum
o salón
destinado
a
comidas
o
celebraciones
festivas,
en el
que se
ha
documentado
un
pavimento
de
mármoles
de
importación
de
variedades
como
verde
antico,
rosso o
paromezzetto.
Esta
villa
romana,
de
carácter
rural,
posee
zonas
ajardinadas
y
destinadas
a la
vivienda,
que
ocupan
una
extensión
de 700
metros
cuadrados.
A éstos
habría
que
añadir
los
espacios
dedicados
a la
labranza.
Por el
lujo de
la
construcción,
los
expertos
sospechan
que esta
edificación
perteneció
a una
familia
de clase
pudiente
que
habitó
la villa
desde la
primera
mitad
del
siglo II
d.C.,
momento
en el
que se
construyó,
hasta el
siglo
III, en
el que,
según
las
primeras
estimaciones,
pudo ser
abandonada.
La villa
se
construyó
a unos
800
metros
de las
murallas
de la
ciudad y
cercana
a una
vía
romana,
en una
época en
la que
la
población,
especialmente
en el
caso de
las
clases
altas,
sufre un
proceso
de
ruralización
motivado
por la
aglomeración
en
Corduba,
la
entonces
capital
de la
Bética
Romana.
Esta
vivienda
sigue
una
distribución
habitual
de la
época.
Se
compone
por un
patio
central
o
peristilum
en torno
al cual
se
disponen
las
distintas
estancias
como el
triclinum
o salón
de
esparcimiento,
el
tablinium
o sala
de
recepción
y el
cubiculum
o
alcoba.
No
obstante,
la villa
tiene a
su vez
características
muy
singulares
como la
protección
de un
muro de
contención
curvo,
único
junto
con otro
hallado
en Roma,
y la
construcción
aterrazada
en dos
niveles
distintos.
Este
hallazgo
ha
supuesto
una
sorpresa
importante
para el
equipo
de
arqueólogos
-en el
que
también
se
encuentran
María
Asensi y
Fernando
Penco-
que no
tenían
constancia
documental
de la
existencia
de un
emplazamiento
de tal
categoría
en esta
zona de
la
ciudad.
Los
trabajos
realizados
por los
expertos
han
revelado
también
la
existencia
de
estructuras
arquitectónicas
domésticas
integradas
en en
uno de
los
arrabales
septentrionales
de la
Córdoba
Califal.
Estas
construcciones
datan de
los
siglos X
y XI.
En la
actualidad,
y una
vez
finalizada
la
excavación,
los
restos
permanecen
protegidos
para que
las
lluvias
no dañen
las
estructuras
arquitectónicas
y
ornamentales.
La
Delegación
de
Cultura
ha
dictaminado
su
conservación
íntegra
en el
solar,
por lo
que el
futuro
edificio
de nueva
planta
deberá
albergarlos. |