Albert Lladó | Barcelona www.lavanguardia.com 05/12/2012

Miguel del Arco trae al Lliure de Gràcia ‘Juicio a una zorra’, desgarrador monólogo sobre Helena de Troya.

Una fiesta del teatro de texto y de la interpretación. El Juicio a una zorra, escrita y dirigida por Miguel del Arco, llega al Teatre Lliure de Gràcia (hasta el 16 de diciembre) con una Carmen Machi capaz de adoptar todos los registros, de saltar de la tragedia a la comedia con aparente sencillez, hablándonos sobre la belleza, la derrota y el paso del tiempo.

La historia es más que conocida. La reina de Esparta abandona su reino, a su marido y a su hija, para huir junto a Paris, hijo de Príamo, rey de Troya. Los griegos responden al ultraje con la guerra más conocida de la Antigüedad, sitiando la ciudad durante diez años de sangre y venganza.

Transformada en Helena de Troya, el personaje interpretado por Machi se convierte en la gran culpable. Los troyanos la acusan de traer la ruina, los griegos no le perdonan su adulterio. Es la mujer-paradigma portadora de todos los males, irresponsable e interesada, de una belleza –solamente comparable a la de Afrodita– que utiliza para provocar el caos. Pero ella misma nos pregunta: «¿De verdad alguien en su sano juicio puede pensar que todo aquel despliegue era realmente por mí?»

Y es que la propuesta de Miguel del Arco –el mismo que dirigió a Núria Espert en La violación de Lucrecia– es una reflexión sobre las excusas de la guerra. Helena es un pretexto para invadir una cultura y quedarse con todas sus riquezas. Es el «arma de destrucción masiva», como se define, un subterfugio empleado de la misma forma tanto en la época clásica como hoy en día. Esparta o Iraq. Paris o Saddam Hussein.

Esta Helena vive en su propia decadencia, castigada por su padre Zeus a envejecer eternamente. Alcoholizada, con una peluca rubia y un vestido rojo, Carmen Machi se expone al público para que la juzgue. Ya no tiene miedo a los dioses. No hay nada que perder. Se siente responsable exclusivamente de haber amado. Violada de niña, casada a la fuerza, nos encontramos con una vuelta de tuerca al relato mitológico, incuestionable, que nos ha llegado tantas veces ¿Quién es la víctima y quién el verdugo? ¿Quién escribe la Historia?

El interrogante que recorre toda la pieza es, en realidad, cómo construimos la memoria. Alguien la escribe y otros la leemos, pasivos, aceptando el perverso juego del maniqueísmo que separa en blancos y negros todos los matices. Helena de Troya sólo aspira, ya, al olvido. Ahora será ella quien elija las palabras, la narración, enumerando los abusos que ha sufrido. El vino, pócima para calmar el dolor, es el único alivio. Extranjera en Troya y traidora en Esparta, es la coartada perfecta para disfrazar de honor lo que es mera codicia.

Machi realiza un trabajo sorprendente. Una hora, sin pausa, en la que la actriz combina una Helena malhablada, sarcástica, con un personaje desesperado que grita de rabia al cielo. Incluso el final, que se quiere concluir con un recurso demasiado simple, es salvado por una intérprete que se emociona al ver al público en pie. No hay para menos.

FUENTE: http://www.lavanguardia.com/escenarios/20121205/54356078677/mucho-machi.html