Paz Sánchez Pastor | Villalba (Badajoz) www.hoy.es 24/12/2007

La construcción de la presa de Villalba de los Barros deja al descubierto un yacimiento del siglo II, lo que pudo haber sido la parte de explotación agrícola de una villa romana.

A los 1.701 habitantes de la localidad pacense de Villalba de los Barros seguro que les gustaría saber cómo vivían sus antepasados en el siglo II después de Cristo. Qué es lo que hacían, en qué trabajaban, cuál era su medio de subsistencia. Pues pueden conocerlo si se les explicara, ya que han descubierto unos cinco yacimientos romanos muy cerca de su municipio. Exactamente en el lugar donde está previsto que se construya la presa, cerca del río Guadajira. A simple vista son restos de muros, de lo que pudo ser la parte dedicada a la explotación agrícola y ganadera de una villa, la construcción rural más común de aquella época.

Dos arqueólogos y unos once peones han trabajado durante cuatro meses, desde el 20 de agosto al 20 de diciembre, en las excavaciones. Han encontrado herramientas y otros utensilios de las labores, pero ningún motivo decorativo ni mosaico importante. Los muros no son de calidad y solían estar levantados con piedra y barro, material de la comarca. Parte de ellos es lo que se ha hallado. Éstas y otras pistas van encajando en los conocimientos y horas de estudio de los expertos para así documentarse y seguir escribiendo con exactitud la forma de vida de hace unos dos mil años, que al parecer, no ha cambiado mucho.

Las villas
Las villas romanas se asentaban a las afueras de las ciudades. Eran una especie de cortijos que dependiendo del poder adquisitivo del dueño (pater familias o dominus), disponía de más o menos lujos. «Había algunos muy preparados con grandes tuberías, a todo lujo, estatuas, una riqueza espectacular, con muros revestidos de mármol», cuenta José Ángel Calero, profesor de Historia del Arte e Historia Antigua, y que ha participado en numerosas excavaciones de la zona.

Este experto asegura que estos hallazgos son muy comunes en la zona de Tierra de Barros, ya que la riqueza de la tierra para explotarla y trabajar en ella es muy grande. Característica que desaparece a medida que nos alejamos y nos acercamos a Mérida, la urbe, donde las dimensiones del feudo aumentan ya que al no ser tan fructíferas producen menos. «Por ejemplo, si nos acercamos a Lusitania, Portugal, el papel del cerdo es mayor», apunta Calero.

En las villas o cortijos podían vivir unas 150 personas, y se dividían según sus funciones. Estaba la zona residencial, donde habitaba el dueño con su familia; otra dedicada a la explotación agrícola; y una tercera donde vivían los siervos que labraban la tierra (pars urbana y pars rústica). «Era muy habitual que este tipo de explotaciones agrícolas tuviera un núcleo central con una parte residencial, otra fructuaria y una rústica, y estratégicamente repartidas por el territorio otros lugares como por ejemplo un chozo para el pastor», cuenta.

Era un sistema de autoabastecimiento y esta economía sostiene a la población de la época. Es difícil dar una cifra sobre las dimensiones construidas de las villas, ya que dependen de las necesidades del dueño, aunque podían llegar a ocupar hasta 300 hectáreas. «Nosotros excavamos una en Oliva de la Frontera que tenía unas termas muy interesantes», dice. Como es normal, la explotación olivarera y vinatera la tenían en cuenta por lo que muchas villas contaban con espectaculares bodegas. José Ángel Calero asegura que las villas tenían de todo, y además de esto, una parte dedicada a la artesanía. «Para arreglar el arado que se estropea tienen su propia fragua, pequeña, pero la tienen; para fabricar tinajas etc.», ejemplifica.

Núcleo de población
Quienes habitaban allí no eran grandes patricios, pero sí gente adinerada con una economía muy saneada; además de los trabajadores que comprendían un núcleo de población relativamente importante: pastores, agricultores, lavanderas, manijeros…, junto a sus familias.

Muchos más detalles se pueden dar de la vida de nuestros antepasados que se extraen encajando las piezas, no sólo de los materiales, sino también de las horas de estudio. Calero cree que los arqueólogos deben hacer las excavaciones pensando en el conocimiento de un territorio, más que en salvar un yacimiento. Y para ello se necesita tiempo, mucho, no meses sino en ocasiones años de prospección del suelo.

Se inundará
Un descubrimiento, el de la presa de Villalba, que tras haber emitido los informes pertinentes a la Consejería y Ministerio de Cultura servirá para la documentación y ampliación de la historia. Los restos más valiosos pasarán al museo. Después, se inundará y desaparecerá para siempre.

En Extremadura es muy normal encontrar estos vestigios. Recientemente se han hallado dos en Alange, también los encontramos en Jerez de los Caballeros, cerca de Oliva de la Frontera.

En España se conocen más de 500 villae aunque ninguna ha sido excavada en su totalidad. Entre ellos existen ejemplos de la Villa Romana de la Olmeda, en Castilla y León, las villas romanas de Toralla, en Vigo, de Camesa-Rebolledo, en el sur de Cantabria, las de Bruñel en Jaén o las de Ròtova en Valencia.