Madrid | EFE 27/02/2008
El filólogo y académico Francisco Rodríguez Adrados, defensor e impulsor de las humanidades y de la cultura helenística, presenta estos días su «Historia de las Lenguas de Europa», una obra «para enterarnos de quiénes somos los europeos y por qué se parecen nuestras lenguas», según ha manifestado a EFE.
«Europa es muy anterior a su unión política, es, ante todo, una creación cultural a partir de los griegos, y sobre la base de una herencia común indoeuropea que lingüísticamente nos emparenta con la India y el actual Irán», aclara Rodríguez Adrados dando el alcance de este libro, que publica Gredos.
Reconstruir la historia de las lenguas indoeuropeas de Europa, ver cómo empezó y cómo se produjo la unificación lingüística, cómo se acercaron las lenguas y cómo se influyeron unas a otras, es «un asunto complejo», subraya este investigador (Salamanca 1922), reconocido como uno de los mayores expertos internacionales en el tema.
«Nuestras lenguas se parecen por esta base común indoeuropea, pero no sólo por eso -explica-, pues a excepción de las tres grandes lenguas de familias distintas, el vasco, el húngaro y el finlandés, que también se han aproximado, las lenguas en Europa se han ido acercando en una creación lingüística y cultural que parte de orígenes no sólo europeos».
Adrados sitúa la llegada a Europa -y a distintos lugares de Asia- de las lenguas indoeuropeas hacia el año 5.000 a.C., fecha en que arribaron también avanzadas de lenguas fino-ugrias. Así pues, el hombre europeo más antiguo hablaba otras lenguas, y «tal vez el vasco fuera una de ellas», dice, pero cree más probable que éste llegara de fuera por esas fechas.
«Nuestras lenguas indoeuropeas actuales vienen de oleadas a partir del 3.000 a.C., que penetraron desde Ucrania y los Balcanes y la llanura oriental europea», señala.
A partir del 2.000 a.C. el indoeuropeo se extendió por Grecia, y desde el primer milenio a.C. por Italia, el centro y oeste de Europa y España (lenguas itálicas, célticas, germánicas).
Más tarde se añadieron las bálticas y las eslavas o lenguas menores como el ilirio, apunta, para constatar cómo las lenguas «eran varias y diversas» y no hubo nunca una lengua europea base de todas las posteriores.
«Pero desde los griegos para acá hay unas tendencias unificadoras, que podemos llamar culturales, y que se mantienen vivas, ya que hoy día no sólo buscamos en el inglés -según Adrados-, sino que cientos de palabras en la ciencia y la técnica se sacan del griego».
Los griegos trajeron el alfabeto con miles y miles de palabras, y todos esos elementos iniciales y finales -como la «a» o «an» de negación (a-moral, an-alfabeto), los «bio», «peri», «geo», «hiper», «sis» o «ma».. (de hipóte-sis o de fone-ma), etc., todo eso llegó a Europa, luego al latín, y recibieron influencias recíprocas: decimos «supermercado», que es latín, pero también «hipermercado», que es griego, pone como ejemplo.
Adrados hace hincapié en que el indoeuropeo, con su matriz en las llanuras de Asia, es «un sistema en evolución con etapas cronológicas y locales», una herencia común que comprobamos en nombres del parentesco, la agricultura o los animales, como el buey, la gallina o el cerdo, como el toro, el lobo o el oso.
Y para describir cómo se ha creado esa «evolución lingüística», a través del tiempo, el espacio y el mundo cultural, ha repasado corrientes, contracorrientes y préstamos recíprocos de palabras señalando las tendencias unificadoras.
Del indoeuropeo viene el vocabulario de base, verbos como tejer o arar, pero el vocabulario cultural «para lo abstracto» viene del griego, del latín y luego de unas lenguas influyéndose entre sí, por eso decimos «hotel», un término del latín que pasó por el francés.
«Desde la Edad Media usamos palabras del francés, del italiano y actualmente del inglés; las lenguas antiguas entraron en Italia o en España a través del francés, del provenzal, del árabe… y hay muchísimas palabras griegas que nos llegan a través del árabe».
«Todo esto se comprueba al estudiarlo científicamente», afirma el autor, y así «podemos decir que, comparadas con el chino, el semítico o el bantú, nuestras lenguas están bastante próximas». «Y ¡que nadie me venga a convencer ahora de que Europa es Atapuerca, porque la base lingüística europea es mucho más reciente que el ‘homo sapiens’!».