Justo Barranco | Barcelona www.lavanguardia.es 24/06/2010

Bijan Sheibani vuelve al Grec con una particular ‘Eurydice’ escrita por Sarah Ruhl con un motivo claro: más que superar, conseguir entender, asimilar, la muerte de su propio padre.

Pérdida y maduración. Orfeo y Eurídice pero también Alicia en el país de las maravillas. Tras el éxito en el Grec de hace dos años con The brothers size –la crítica teatral barcelonesa lo consideró el mejor montaje internacional del año–, Bijan Sheibani vuelve al festival con la compañía británica ATC y con una obra poética, una particular Eurydice escrita por la joven dramaturga estadounidense Sarah Ruhl (Illinois, 1974) con un motivo meridianamente claro: más que superar, conseguir entender, asimilar, la muerte de su propio padre.

Sheibani, un director angloiraní cuya trayectoria se ha disparado al ser nombrado director asociado del National Theatre británico, donde ha conducido con enorme éxito de crítica y público Our class, explica que Eurydice, que estará en el Teatre Lliure desde hoy hasta el domingo, tiene muchos vínculos con The brothers size. Para empezar, ambas son de autores jóvenes norteamericanos y su puesta en escena supone un enorme desafío, aunque Sheibani, que trabajó con Peter Brook, es capaz de transformar un espacio esencial, despojado, con apenas una tiza. Pero, sobre todo, dice el joven director, se trata también de una obra sobre los lazos en el ámbito familiar. Si The brothers size hablaba sobre el cariño entre dos hermanos combinado con la historia y dioses de la mitología nigeriana yoruba, la Eurydice recreada por Sarah Ruhl retoma el trágico mito griego para contarlo esta vez desde el punto de vista de la joven, una joven cuyo padre, en este caso, ha fallecido recientemente.

Así, si en el mito original el día de su boda Eurídice sufre un intento de rapto por un pastor rival de Orfeo y al huir pisa una víbora que la muerde y la mata, en la obra de Ruhl cuando Eurídice se va a casar está de duelo por la muerte de su padre. Y el día de la boda conoce a un hombre que le asegura tener una carta de su padre muerto. Y tras abrirla, como si fuera la Alicia de Lewis Carroll, cae por una larguísima escalera al Hades, a donde su enamorado Orfeo, un joven para quien la música es toda la vida, irá a rescatarla. El problema empezará cuando Eurídice dude entre regresar con él o quedarse con su padre, al que ha reencontrado en el averno.

«Sarah –dice Sheibani– fue poeta primero y se nota, esta obra es como un gran poema dramático. Y también como un sueño loco, como un paseo por su inconsciente, en el que está lidiando con la muerte de su padre. Está eligiendo estar en el mundo o estar con su padre, se debate entre seguir interesada en vivir o no. Y al acabar la obra parece realmente que te despiertes de un sueño, crea un paisaje en la mente». La actriz Ony Uhiara, que encarna a la atribulada joven, reconoce que su personaje «tiene algo de complejo de Electra, no ha superado la muerte de su padre y de hecho eso siempre va a estar ahí. Toda la obra es como un viaje y la cuestión es lo que aprende, las diversas fases del viaje, algo similar a Alicia en el país de las maravillas, porque además encuentra a muchos personajes extraños, como el señor del inframundo o las piedras del coro, con los que interactúa y aprende para llegar a la reconciliación y que uno podría imaginar que en el mundo real son amigos que ayudan a lidiar con el dolor. De hecho, Eurydice habla de la pérdida y el dolor de manera delicada e intensa, incluso muestra el miedo que tenemos a olvidar la imagen, la voz, de los seres que amábamos».

El Orfeo de la obra, cuenta su intérprete Osi Okerafur, «usa la música todo el tiempo de su vida, lo expresa todo a través de ella y cuando pierde a Eurídice esta se vuelve muy triste. Pero es su talento y su instrumento para recuperar su amor», una música que vuelve a estar a cargo de Manuel Pinheiro. como en The Brothers Size, que aquí, donde no será en directo, ha elegido instrumentos de cuerda para simbolizar además los lazos que nos unen y su fragilidad. Okerafur señala que precisamente la relación de su personaje con la música cambiará al final de la obra, al entender, por la pérdida, la verdadera importancia de su amor. Y es que, señala otro actor, Rhys Rusbatch, el hombre interesante, es una obra de maduración, en la que se observa la distancia «entre lo que creemos que queremos y lo que queremos de verdad, algo que a veces sabemos sólo cuando vemos que lo que hemos conseguido no era realmente lo que queríamos».