Nueva York | EFE 14/01/2008
Tres jarrones griegos de más de 2.500 años de antigüedad y que muestran algunos de los enigmas más destacados de la cultura griega se expondrán a partir de esta semana en el Museo Metropolitano de Nueva York, que acaba de adquirir su primera gran obra de arte africano contemporáneo.
El prestigioso museo neoyorquino informó hoy de que las tres piezas griegas son un préstamo acordado con el Gobierno de Italia, a cambio de un jarrón griego denominado «Euphronios krater», de 2.500 años de antigüedad, que hasta ahora se consideraba uno de los tesoros más valiosos de la colección del Metropolitano.
La pieza más destacada de esas tres adquisiciones temporales es una vasija del siglo IV A.C., atribuida al maestro Phyton, que muestra a Edipo resolviendo el famoso enigma de la esfinge, que pregunta cuál es el animal que tiene cuatro patas por la mañana, dos al mediodía y tres por la noche, así como su respuesta, el hombre, porque durante su evolución gatea, anda y finalmente utiliza bastón.
Otra de las piezas es una copa que representa la asamblea de los dioses del Monte Olimpo, dedicada a los hijos de Zeus, Cástor y Pollux, y que está firmada en torno a los años 515-510 A.C. por el alfarero Euxitheos y el pintor Oltos.
El préstamo también incluye un jarrón de terracota en forma de cabeza femenina realizado por Charinos en Atenas entre finales del siglo VI y principios del V A.C.
Las nuevas piezas complementan a las copas de Laconia que se exponen actualmente en la galería de arte griego y romano del museo, y que también fueron cedidas por Italia en noviembre de 2006.
Junto a esas tres antiguas piezas griegas el museo neoyorquino también informó hoy de su primera adquisición relevante de arte escultórico africano contemporáneo.
«Entre el cielo y la tierra», del artista ghanés El Anatsui, es un tapiz, de dos por tres metros, esculpido principalmente con tapones de botellas de licores hilvanadas con hilo de aluminio y cobre.
Afincado en Nigeria, donde vive y da clases, el artista ghanés de 64 años es uno de los más reconocidos de su continente y asegura que la pieza adquirida por el museo representa la vida contemporánea, dividida entre la realidad terrenal y la versión cibernética del cielo que permite la alta tecnología.