Lola Galán | Madrid www.elpais.com 13/05/2007

Hallado un comentario a las ‘Categorías’ del filósofo griego en el ‘palimpsesto de Arquímedes’

La historia no se ha pronunciado todavía sobre Ioannes Myronas. ¿Fue un destructor de la cultura clásica o contribuyó a preservarla a pesar suyo? Myronas, conocido sólo por los eruditos, fue el monje bizantino autor de un libro de plegarias -al que puso fin el 14 de abril de 1229-, confeccionado a partir de varios códigos, entre ellos el que contenía siete tratados de Arquímedes. Pero este palimpsesto, bautizado con el nombre del científico griego, guardaba otras dos joyas: unos discursos desconocidos de Hipérides, uno de los grandes oradores griegos, que vivió en el siglo IV antes de Cristo, y un comentario a las Categorías de Aristóteles, padre de la filosofía, descubierto gracias a las últimas técnicas de fotografía digital.

Primero fue la ciencia, luego la política, finalmente, la filosofía. No es el orden de creación dispuesto por alguna caprichosa deidad, sino la secuencia de hallazgos que han hecho del denominado Palimpsesto de Arquímedes, sometido a exhaustivo análisis en Estados Unidos, más que un manuscrito, una minibiblioteca clásica ambulante.

Se tiene la certeza de que el escriba realizó su tarea en el último cuarto del siglo X
En el siglo XIII, el presbítero bizantino Ioannes Myronas recicló para crear su breviario no menos de cuatro códigos, sacados de una biblioteca a todas luces bien nutrida. Poco se sabe de este monje, salvo que se aplicó con rigor a la tarea de desmontar de sus bastidores de madera los folios de pergamino, y a borrar con ácido las letras minúsculas, del griego clásico.

Menos se sabe aún del escriba cuyo trabajo destruía. La totalidad del saber acumulado en la Grecia clásica se transmitió al mundo gracias a desconocidos amanuenses. Pero su tarea se vio minada por las vicisitudes de la historia. El sujeto que copió los razonamientos de Arquímedes (287-212 antes de Cristo), las sentencias de los discursos de Hipérides (389 antes de Cristo – 322), y las reflexiones de Alejandro de Afrodisias (alrededor del 200 antes de Cristo), a propósito de una obra esencial del Aristóteles, tuvo un desigual éxito. Ni siquiera sabemos si fue una única persona. Pero su tarea requirió largas horas y numerosos pliegos de pergamino, elaborado a partir de la piel de, al menos, 24 ovejas. Cada folio original medía 30 centímetros de largo, por 19,50 de ancho. Cada uno de estos folios sería doblado por la mitad tres siglos después para crear el breviario de Myronas. Los especialistas tienen la certeza de que el desconocido escriba realizó su tarea en el último cuarto del siglo X, periodo en el que se impone el uso de minúsculas y se intercalan espacios de separación entre las letras. Tanto Arquímedes como Aristóteles escribían en mayúsculas, largas series de palabras pegadas entre sí.

El camino hasta llegar a este último hallazgo ha sido largo. Todo empezó en octubre de 1998, cuando el palimpsesto, comprado en una subasta de Christie’s por un desconocido millonario americano que pagó dos millones de dólares por él, fue depositado en el Museo Walters de Baltimore. Desde enero del año siguiente, la conservadora del museo, Abigail Quandt, se puso manos a la obra. Lo primero que hizo fue desencuadernar el manuscrito. Una tarea que llevó cuatro años. Simultáneamente, llegó el trabajo de los expertos en ciencia antigua, en interpretación de signos, y sobre todo, en el uso de las últimas técnicas digitales para bucear en las profundidades de una imagen, hasta desentrañarla.

«Los folios correspondientes al libro sobre Aristóteles han sido los más difíciles de descifrar», reconoce Roger Easton, profesor de Ciencias de la Imagen del Instituto de Tecnología de Rochester EE UU, que ha desarrollado los programas especiales para aplicar las técnicas de imagen multiespectral. Se trata, básicamente, de utilizar fotografías tomadas con distinta longitud de onda para ampliar determinadas áreas de la imagen.

Aunque Easton no sabe griego, no pudo contener la emoción cuando vio aparecer en el ordenador las letras de un texto nuevo, el comentario sobre las Categorías de Aristóteles. Unos fragmentos no tan importantes como los tratados de Arquímedes, o el discurso del orador Hipérides, descubierto anteriormente, pero no menos fascinantes. «Es una contribución importantísima a nuestro conocimiento respecto a la acogida que tuvo esa obra de Aristóteles», dice Reviel Netz, profesor de Ciencia Antigua de la Universidad de Stanford (California), y miembro del equipo que lleva trabajando en el palimpsesto desde 1999. Netz considera ya prácticamente agotado el caudal de erudición procedente de este manuscrito. «Lo sabemos todo, salvo el contenido de dos páginas de El método de los teoremas mecánicos de Arquímedes, que se perdieron y deben estar en algún rincón de Europa». Material irrecuperable porque ese tratado, no figura en ningún otro lugar.

Pero con este antiquísimo códice no se agota un importante filón. «Estoy seguro de que tiene que haber otros manuscritos que pueden contener tratados de similar importancia en Oriente Próximo. Nuestro palimpsesto perteneció a los monjes de un monasterio próximo a Jerusalén. Y es sorprendente que otro famoso palimpsesto, el de Eurípides, más o menos de la misma época que el de Arquímedes, fuera localizado allí. Todo apunta a que, en la Jerusalén de los cruzados, fue reutilizada una gran biblioteca con el objetivo de hacer palimpsestos. Se encontrarán más materiales en Palestina y en el desierto del Sinaí», añade Netz, en un correo electrónico desde la Universidad de Stanford.

Bibliotecas recicladas por monjes para elaborar libros de oración, que han condenado al olvido a nadie sabe cuántos tesoros. Al menos, hasta que el trabajo aislado de estudiosos y expertos arroja luz sobre ellos. Cuando el Palimpsesto de Arquímedes llegó al museo de Baltimore ya se sabía, de hecho, lo fundamental que ocultaban las oraciones de Myronas. Un filólogo danés, Johan Ludwing Heiberg, conocedor de la existencia de un manuscrito con diagramas en el Metochion, una dependencia del Santo Sepulcro en Constantinopla, se presentó allí en 1906. Con una cámara fotográfica de la época y sus prodigiosos conocimientos de griego, estudió el manuscrito, del que habían desaparecido en los avatares de los últimos siglos 60 folios, y fue capaz de comprender que tenía delante una joya de incalculable valor. Nada menos que varios de los tratados de Arquímedes, en el griego original, entre ellos, uno totalmente desconocido de la comunidad científica, El método, junto a un libro curioso, el Stomachion.

Heiberg publicó su hallazgo en una revista, y editó las obras completas de Arquímedes, unos años después. Aun así, los tiempos no daban más de sí, y nuestro especialista no prestó especial atención ni a los diagramas del libro ni a los otros textos que figuraban en él. Un material que ha permanecido oculto casi un siglo, hasta que el equipo dirigido por Will Noel -responsable de manuscritos del Museo Walters de Baltimore- ha sido capaz de desentrañar los restantes misterios del palimpsesto. La práctica totalidad de los siete tratados de Arquímedes y los discursos de Hipérides. Diez folios que arrojan nueva luz sobre la batalla de Salamina, del año 480 antes de Cristo, en la que los griegos derrotaron a los persas. Y el puñado de folios con el comentario a las Categorías de Aristóteles, obra de un estudioso griego que vivió entre los siglos II y III de nuestra era, Alejandro de Afrodisias. Bien pensado, la historia debería indultar al presbítero Ioannes Myronas.

Las acotaciones de Alejandro de Afrodisias

En el último código del palimpsesto desentrañado, Alejandro de Afrodisias, filósofo que vivió entre los siglos II y III despues de Cristo comenta las Categorías de Aristóteles. El texto está siendo transcrito. En él se incluyen párrafos como este fragmento, ya traducido:

«De la misma manera que pie es ambiguo, al poder referirse igual a un animal o a una cama, son ambiguas las expresiones «con pies» o «sin pies», por lo que con «en especie», Aristóteles quiere decir «en su fórmula».

Porque si pasa alguna vez que el mismo nombre indica distinciones de género que son diferentes entre sí y no subordinadas, por fuerza no pueden ser las mismas en la fórmula.