De la precariedad a la abundancia. Del circo a las bacanales, la guerra, la corrupción o lo paranormal, la divulgación histórica sobre un imperio que nunca ha dejado de fascinar vive un momento de esplendor en España

Manel García Sánchez www.elpais.com 06/01/2024

Roma nunca ha pasado de moda, su pasado siempre ha sido próximo. Figuras como Julio César o Augusto, la Roma republicana o imperial han influido en líderes de todas las épocas. Virgilio, Tito Livio o Séneca han sido un motivo recurrente de inspiración en las bellas letras de todos los tiempos. El Coliseo, las termas de Caracalla o la Pompeya sepultada por el Vesubio siguen fascinándonos hasta el punto de celebrar el Ferragosto bajo un sol de justicia visitando sus ruinas y subiendo una foto a Instagram. La herencia de Roma sigue muy, pero que muy presente en el siglo XXI.

Fuimos muchos, sin embargo, los que descubrimos la antigua Roma con Astérix y Obélix y aquellos locos romanos. De aquella infancia recuperada rememoramos la expectación semanal para ver en TVE un nuevo capítulo de Yo, Claudio e incluso, cuando las cajas de ahorros regalaban libros y no baterías de cocina, leímos la excelente novela de Robert Graves en un lejano Día del Libro a cambio de un simbólico ingreso en nuestras cartillas. Autores como Graves y actores como Derek Jacobi nos iniciaron en la Roma de los Julio-Claudios y nos acercaron a Tácito mediante el recurso de la intriga familiar y las disputas dinásticas, con los romanos ocupados en conquistar el mundo, forjar un imperio y participar en orgías y banquetes. Habíamos sucumbido al péplum desde niños, Peter Ustinov en Quo vadis era nuestra cara de Nerón y educamos nuestra sensibilidad adulta con el Espartaco de Kubrick, el Satyricon de Fellini o La vida de Brian de los Monty Python. No por ello los incondicionales del cine de romanos —también de malvados romanos en Semana Santa, como el Mesala de Ben-Hur— renunciamos a la épica Gladiator de Ridley Scott y perdonamos algún que otro error histórico porque éramos fieles a Roma, con sus gladiadores, sus legiones y sus emperadores tiránicos y desatados.

Ahora, desde TikTok se nos dice que eso es típico de los hombres, pensar a todas horas en el Imperio Romano, quizás porque nuestra naturaleza heterobásica halle en la antigua Roma la sangre y arena para reforzar nuestra razón patriarcal amenazada, aquella Roma en la que, por cierto, las mujeres interpretaron un papel nada menor en todos los ámbitos.

No era fácil en nuestro país iniciarse de otra manera en el conocimiento de la Roma antigua si no eras un especialista. Las obras de divulgación escaseaban porque no contábamos con una tradición como la anglosajona. Alguna existía aquí y allá, pero eran ensayos fallidos de autores profanos a partes iguales en la historia y las artes literarias que violentaban lo que había sucedido realmente. Nuestra salvación venía de la novela histórica, las de Robert Harris o Colleen McCullough, e incluso nos convertimos en fans del Marco Didio Falco de las novelas de Lindsey Davis. Pronto cambió esa situación y las editoriales apostaron por publicar ensayos escritos por sabias plumas surgidas de la academia internacional que dominaban el arte de acercar a un público curioso y culto los avatares de la antigua Roma. Los libros del erudito Pierre Grimal son paradigmáticos al respecto, la guerra en el mundo clásico de Peter Connolly fue precoz en Espasa-Calpe y la tradición anglosajona continúa con una salud de hierro con éxitos como los de Adrian Goldsworthy y Mary Beard.

¿Era también en ello España diferente? Aquí la divulgación no acababa de seducir a los especialistas, que confundían divulgar con vulgarizar. Creían que si el gran público quería acercarse a Roma ya contaba con traducciones de Gibbon o Mommsen —su Historia de Roma fue premio Nobel de Literatura—, obras maestras traducidas hacía tiempo al castellano que si bien daban un aire culto a nuestras estanterías de salón eran solo leídas por especialistas o por forofos ilustrados de la historia de Roma con más tiempo que un lector de Proust y una voracidad lectora que facilitara no desfallecer en el intento. Es verdad que pronto surgieron también colecciones de quiosco en las que académicos acercaban al gran público la historia antigua, y sería injusto no reconocer que en nuestro país hemos tenido excelentes divulgadores del mundo clásico, por poner algún ejemplo, Carlos García Gual, el académico que más ha hecho por acercar Grecia y Roma a los lectores, o Fernando Quesada y Francisco Gracia, que nos han enseñado tantas cosas sobre la arqueología de la guerra en la antigüedad. Cabe aquí recordar la labor encomiable de la editorial Desperta Ferro, que ha logrado grandes éxitos con su serie sobre las legiones romanas.

Esa precariedad ha cambiado radicalmente y son ahora muchos los nombres de autores que nos teletransportan a la antigua Roma, profesores universitarios o sencillamente licenciados en Historia, Arqueología o Filología Clásica que han asumido el compromiso con la divulgación y han entendido que la transferencia del conocimiento es más necesaria que nunca, por no decir un deber con una ciudadanía que financia nuestra investigación. El éxito de dichas obras es proporcional a su calidad y son la mejor prueba de cómo una joven y no tan joven generación de autores ha sabido despertar en la sociedad la curiosidad por la historia antigua, incluso haciendo de ella de nuevo una magistra vitae, saltando de las tarimas de las aulas universitarias a la calle, en papel y en digital, a través de múltiples sellos editoriales o de la red, pero satisfaciendo sin duda la necesidad de que la historia cumpla con su finalidad de ofrecernos herramientas para pensar y repensar nuestro proyecto social. El lector acostumbra a premiar siempre la calidad y vuelve una y otra vez sobre la Roma antigua sin importarle demasiado que su historia se aborde desde la política, la guerra o la sexualidad, los asuntos más recurrentes.

Panem et circenses. Una historia de Roma a través del circo
David Álvarez Jiménez
Alianza, 2018
512 páginas. 26,95 euros
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Gladiadores, fieras, carros y otros espectáculos en la antigua Roma
María Engracia Muñoz Santos
Síntesis, 2022
248 páginas. 25 euros
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Bacanales. El mito, el sexo y la caza de brujas
Pedro Ángel Fernández Vega
Siglo XXI, 2018
408 páginas. 22 euros
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Cunnus. Sexo y poder en Roma
Patricia González Gutiérrez
Desperta Ferro, 20232
72 páginas. 24,95 euros
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Emperadores de Hispania
Alberto Monterroso

La Esfera de los Libros, 2022

500 páginas. 24,90 euros
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Sub luce maligna. Antología de textos de la antigua Roma sobre criaturas y hechos sobrenaturales
Gonzalo Fontana Elboj
Contraseña, 2021

368 páginas. 22 euros

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Momentos de la antigua Roma que cambiaron el mundo

Néstor F. Marqués
Espasa, 2023
264 páginas. 19,90 euros
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Si el lector fue seducido por los romanos con el Julio César de Astérix y su frase favorita, “¡A los leones!”, con los cuatro caballos árabes de Ben-Hur o con Máximo Décimo Meridio en Gladiator combatiendo contra tigres de Bengala, podrá encontrar una buena inmersión en la sociedad romana a través del circo o el anfiteatro en los libros de David Álvarez Jiménez Panem et circenses. Una historia de Roma a través del circo (Alianza Editorial) y de María Engracia Muñoz-Santos, Animales in Harena. Los animales exóticos en los espectáculos romanos (Confluencias) o Gladiadores, fieras, carros y otros espectáculos en la antigua Roma (Síntesis). Ambos autores nos han brindado excelentes trabajos que seducen tanto al público de a pie como al historiador profesional. La receta es sencilla, pero no por ello fácil de materializar con éxito, a saber, han espigado lo que dijeron Marcial, Plinio, Plutarco o Dion Casio aquí y allá sobre los espectáculos con bestias y han sabido acercar al lector la espectacular iconografía de mosaicos, relieves y pinturas como las de Pompeya o la villa romana del Casale en Piazza Armerina, en Sicilia.

Cómo no adentrarnos en la Roma antigua banqueteando con Trimalción en El Satiricón o participando en orgías con Mesalina. Freud nos enseñó que la literatura erótica, la pornografía o el falocentrismo de los frescos romanos son productos culturales que han servido a todas las épocas para sublimar la represión dominante desde la moral comunitaria. Uno no puede dejar de pensar en Roma y rememorar sus bacanales, a las que Pedro Ángel Fernández Vega ha dedicado un completísimo ensayo (Bacanales. El mito, el sexo y la caza de brujas, Siglo XXI) y una novela histórica (Bacanalia, Espasa), ese campo abonado para la divulgación y género con el que seducir al gran público. Si alguien puede decir Roma soy yo es Santiago Posteguillo, que ha intuido como nadie el poder de la antigüedad novelada con ventas millonarias de su Trilogía de Trajano y hasta un Premio Planeta con su Yo, Julia (Ediciones B y Planeta). La estela de su serie televisiva, El corazón del imperio, la sigue Miguel Díaz Espada para ofrecernos una galería de retratos de matronas romanas que quisieron, con Ovidio, iniciarse en el arte de amar como Venus furtivas y en el arte de mandar como Césares vistiendo stola. En esa misma serie participó Patricia González Gutiérrez, que en Cunnus. Sexo y poder en Roma (Desperta Ferro) ha demostrado cuánta razón tenía Foucault cuando en su Historia de la sexualidad nos enseñó que todo lo sexual es político y que cuando decimos sexo lo que realmente queremos decir es poder. Ya antes nos había ofrecido una fascinante inmersión en el mundo de las mujeres romanas con su Soror. Mujeres en Roma (Desperta Ferro), jugando con el arte de la provocación para ilustrar y escandalizar al lector a partes iguales, sin traicionar nunca el rigor científico aunque prefiera usar el vulgus sermo para acercarnos didácticamente las costumbres de unos romanos que invocaban a todas horas las moralizantes costumbres de los antepasados, el mos maiorum, pero que sucumbían a las coacciones del deseo y las tentaciones de la vida refinada y muelle.

La política y la guerra son siempre una inversión segura. Alberto Monterroso, profesor de Latín y Griego, lo mismo nos ha servido una solvente biografía de Séneca para transportarnos a la Roma de Nerón (Séneca. La sabiduría del imperio, Almuzara) que un ensayo sobre los emperadores hispanos (Emperadores de Hispania, La Esfera de los Libros), decisivos en la historia del Imperio Romano y para algunos, anacrónicamente, un motivo trasnochado de orgullo patrio. Quien crea que la corrupción de los políticos es un mal de nuestros días debería saber leer de nuevo a Pedro Ángel Fernández Vega (Corrupta Roma, La Esfera de los Libros), quien nos descubre, con Plauto, que la corrupción ha estado siempre santificada por la costumbre y liberada de toda ley. Los romanos culparon de ese ambiente de corrupción moral generalizada a la adopción de las costumbres perniciosas de los griegos, algo de lo que se lamentaba con severidad Marco Porcio Catón hace más de 2.000 años cuando censuraba que los que roban al Estado pasan la vida entre oro y púrpura, aunque tampoco ignoraba que la virtus romana del manriqueño Camilo ysuamoralatierrayalapatria (es con el hierro, no con el oro, como se libera a la patria) era perfectamente compatible con la codicia del publicano o el general que se alimenta de botines de guerra y abusivas exacciones de impuestos.

La escuela historiográfica francesa de los Annales nos descubrió lo fascinante que puede resultar la historia de la vida privada, de lo cotidiano. También aquí hemos sido seducidos por los romanos, por sus costumbres, por sus goces y por sus temores, y tanto nos atrapa una antología de textos mágicos o sobre fenómenos paranormales, como el exhaustivo trabajo de Gonzalo Fontana Elboj Sub luce maligna. Antología de textos de la antigua Roma sobre criaturas y hechos sobrenaturales (Contraseña), como el fenómeno superventas de Néstor F. Marqués (Un año en la antigua Roma. La vida cotidiana de los romanos a través de su calendario; Fake news de la antigua Roma. Engaños, propaganda y mentiras de hace 2000 años; ¡Que los dioses nos ayuden! Religiones, ritos y supersticiones de la antigua Roma, o Momentos de la antigua Roma que cambiaron el mundo, todos en Espasa), que con sus libros, su participación en el programa televisivo El condensador de fluzo (TVE) o sus miles de followers en X (antes Twitter) demuestra cómo gracias a la divulgación de calidad se puede a la vez enseñar y deleitar.

La divulgación de la Historia de Roma en nuestro país ha alcanzado sin complejos la mayoría de edad, la de la autonomía de la voluntad que no solo es original creando, sin resignarse al que inventen ellos, sino que además poco a poco fideliza a un público curioso y empieza a ser traducida a lenguas de otras latitudes como el italiano o el polaco. Es cierto que no es tarea fácil explicar otra de romanos sin caer en los clichés que se reproducen de generación en generación. Si bien no siempre es oro todo lo que reluce, podemos afirmar sin tapujos que no hay tema de la historia romana que la divulgación española no haya acercado al público bendecida por la Fortuna y por el simple hecho de que Roma es siempre un pasado presente.

FUENTE: www.elpais.com