Maite Ducajú | Valencia www.levante-emv.com 26/03/2011
El catedrático Ballester afirma que el poeta fue deportado a otro lugar En «Gálatas, Getas y Atlantes» duda de algunos de los mitos.
Dispuesto a romper con algunos de los mitos geográficos de más relumbrón, el catedrático de Filología Latina de la Universitat de València, Xaverio Ballester, se suma a las tesis de otros especialistas para cuestionar el destierro en la, entonces, colonia griega de Tomis del poeta Ovidio y reubicar a la Atlántida en «Tres ensayos de Geofilología Clásica» desarrollados en su obra «Gálatas, Getas y Atlantes». En su opinión, y parafraseando el título de su libro, «en la historia no hay tantos getas como en las universidades o en la política».
La teoría que presenta en esta obra -editada por Institució Alfons el Magnànim- es un «juego de palabras. Este tipo creó una ficción porque no estuvo en realidad entre los getas. Ovidio no estuvo en Tomis, en la costa del Mar Negro -actual Constanza, en Rumania-. Manejando datos he llegado a la conclusión de que el destierro se produce pero no allí. Es falso desde el principio. No da un topónimo, una sola palabra» explica el catedrático.
En su opinión, «todo lo que describe del destierro no tiene ninguna verosimilitud histórica. No hay ningún elemento que muestre que él estuvo allí. No hubo una temperatura de 27 grados bajo cero; la presenta como una ciudad bárbara y eso es falso. La hipótesis más razonable es que, como él siempre estuvo esperando del césar Augusto volver a Roma, que estuviera refugiado en otro sitio. Y allí o no estuvo nunca, o un rato. Pero con sus dotes para la ficción podía sostenerlo en la época. Por so digo que es geta. En este sentido, sí ha habido muchos getas en la historia, grandes falsificadores».
Desde la base de que «la duda es bella», el profesor Ballester recorre la geografía de los mitos y situa la capital de la isla Atlántida en el mar de Mármara, antes de que otros científicos la ubicaran bajo el suelo del Parque Nacional de Doñana. Considera que la historia de este mundo perdido es «como el diluvio universal, un conjunto de relatos de diversa procedencia pero constatando esencialmente una misma historia en su base sobre la que habrían superpuesto historias afines solo que acaecidas en diferentes tiempos y lugar».
Así, partiendo del texto platónico, para el el relato esencial «resulta suficientemente semejante al cataclismo que, hacia el 5.600 a J. C. se produjo al abrirse el estrecho del Bósforo y conectar el Mar Mediterráneo con el Ponto Euxino».
«La Atlántida no la situamos en ningún sitio. Lo que decimos es que tu no puedes ir a los textos y pensar que es todo literatura. Sobre todo si son textos de naturaleza popular. Fue una historia popular con ciertas verosimilitud» añadió.
Para este profesor, «tal vez, el futuro pueda confirmar o descartar esta nueva hipótesis. O tal vez no. Y aún, durante mucho tiempo sigamos preguntándonos dónde estuvo la Antártida porque, quizá, haya preguntas de las que no deseamos respuestas».
Revisionista de la historia clásica, el catedrático afirma que «reivindicamos la historia que se nos robó. En definitiva, la teoría tradicional decía que unos señores a caballo, una especie de superhombres, habían invadido continente y medio imponiéndose a los demás pueblos y, entonces, todo habría comenzado ahí. Pero de esa superinvasión no hay ninguna evidencia, se han ido cambiando las fechas, la ubicación».
Lo que hicimos es constatar que los grandes grupos lingüísticos se conforman en el paleolítico superior. Nosotros decimos, no hay ninguna evidencia de la teoría tradicional, que estamos repitiendo 150 años, y las evidencias van en otro sentido».
Mestizaje de lenguas y la utopía de la pureza
De la primera lengua que hablaron quienes poblaron lo que ahora es Valencia, Xaverio Ballester afirma que sería «indoeuropea y, luego, céltica. Pero el elemento idiosincrático del pueblo valenciano y catalán son los iberos porque la gran conformación de entidades étnicas se hace en la Edad de Hierro». Y matiza: «Una cosa es la primera lengua que se habló en este territorio y otra la que hablamos ahora. No tiene mucho que ver; pero algo sí».
El catedrático concluye que «todas las lenguas tienen un gran componente de mestizaje. Ni se crean ni destruyen, se transforman. Los hablantes sí. Muchos elementos se mezclan y es difícil separar. La puridad de la lengua es una utopía o tontería tan grande como la pureza racial».