Mabel Amado | Madrid www.abc.es 22/09/2007

Ayer abrió sus puertas en el Centro Conde Duque la sugerente exposición «A la sombra del Vesubio», una muestra que pretende ofrecer una completa visión de las ciudades de Pompeya y Herculano del siglo I d. C.

Amanece el 24 de agosto del año 79 d. C. en Pompeya y Herculano. El Vesubio, tras muchos años en silencio, despierta con un sonido estentóreo. Las cenizas y el fango cubren las dos ciudades. Sin embargo, lo que en principio concluye como una catástrofe natural, siglos después se convierte en un desafío para quienes escriben la historia. Así podemos comprobarlo en el Centro Conde Duque, por unos meses convertido en recuerdo evocador de la vida cotidiana y la cultura romanas.

Y es que ayer abrió sus puertas la sugerente exposición «A la sombra del Vesubio», una muestra que pretende ofrecer una completa visión de las ciudades de Pompeya y Herculano del siglo I d. C. Lo hará a través de los vestigios sepultados por la ceniza y el barro de la erupción del Vesubio en el siglo 79 y que fueron recuperados en las excavaciones iniciadas por Carlos III en el siglo XVIII.

Viaje en el tiempo
Para realizar este viaje en el tiempo, ayer contamos con la ayuda de la directora general de Museos y Bibliotecas del Ayuntamiento, Belén Martínez; el embajador de Italia en España, Pasquale Terracciano; el director de la Obra Social de Caja Duero -entidad que patrocina la exposición-, Antonio Sánchez Puerto, y el propio comisario de la muestra, Albert Rivas.

Con su compañía divisamos el Mare Nostrum flanqueado por una estatua funeraria femenina. Esta imagen recibe al visitante, que quedará en seguida impregnado por la historia que poco a poco le será desvelada. Iniciamos el recorrido veinte siglos atrás y con una frase retumbando en nuestros oídos: «Con pueblos distintos hiciste una sola patria», el actual lema de la Unión Europea.

Con la colaboración del Museo Arqueológico de Nápoles, el Instituto Italiano de Cultura, la Soprintendenza de Pompeya y la Soprintendeza Museale Napolitana, esta exposición presenta una selección de obras de arte y de uso cotidiano que en su día formaron parte de dos antiguas ciudades. Además, el visitante podrá admirar pinturas y grabados que, con posterioridad, realizaron artistas de la talla de Giacinto Gigante.
Tras pasar un túnel que reproduce la situación exacta de los esqueletos que se encontraron en el siglo XVIII, el visitante se encontrará inmerso en una sala que recordará la explosión que sepultó dos ciudades. Junto a la explicación científica -que recuerda que los habitantes murieron por asfixia a consecuencia de los gases y no por la lava- encontramos la justificación fantástica de Cayo Plinio Cecilio Segundo en una carta a Tácito. En esta área, el volcán será protagonista, a través de datos, ilustraciones, un vídeo y varios materiales facilitados por el Observatorio Sismográfico Vesubiano y el Museo Capodimonte.

Damos un nuevo salto en el tiempo para situarnos en el siglo XVIII, fecha en la que comienzan las excavaciones arqueológicas para desvelar esta cultura enterrada bajo kilos de cenizas y fango. Tres cuerpos -copias de calco de sendas víctimas de la erupción del volcán- presiden la sala, en la que también se exhiben acuarelas de las primeras excavaciones y planchas de grabados al aguafuerte del primer libro ilustrado que recogió estos trabajos arqueológicos.

La segunda sala nos desvela la vida y cultura romanas, con copas, jarras, mármoles decorativos de jardín, accesorios de adorno femeninos, cántaros, cálices y ánforas, además de varios frescos de la basílica de Herculano.

Vida cotidiana
El último espacio representa la vida cotidiana en una casa romana. Recreando un jardín de una villa -no olvidemos que Herculano era una ciudad aristocrática donde los romanos tenían sus casas de verano-, el visitante podrá admirar los materiales originales que una vez fueron usados por los habitantes de las ciudades vesubianas. Piezas de mobiliario, vajilla de mesa, objetos personales y hasta lucernas con temas eróticos se suceden en las vitrinas instaladas en la tercera sala.

Para trasladar al público en este sugerente viaje en el tiempo, una gran fotografía desde Herculano con Capri al fondo centrará la atención y rodeará tres objetos de la vida cotidiana: dos estufas y un brasero bajo. Son piezas selectas y espectacularmente conservadas que daban vida a las estancias de una «domus» que, como afirmó ayer Sánchez Puerto, «recuerdan que a veces la historia se escribe así, desde la tragedia».