Daniel Casado Rigalt www.elconfidencial.com 13/06/2006
Hubo un tiempo en el que Roma era la enemiga común de media Europa. Galos, britanos, lusitanos, cántabros, germanos… Todos trajeron en jaque a las legiones romanas para acabar sucumbiendo ante la aplastante superioridad latina. Perdieron la guerra. Sí. Pero en la memoria colectiva de los vencidos quedó un poso de orgullo racial e inconformismo rebelde que se ha ido depositando en las señas de identidad de estos pueblos y sus generaciones venideras. En muchos casos, los episodios mítico-legendarios han sido recrecidos y sometidos a un uso excesivo por parte de una tradición oral que se ha encargado de magnificarlos.
Daniel Casado Rigalt www.elconfidencial.com 13/06/2006
Hubo un tiempo en el que Roma era la enemiga común de media Europa. Galos, britanos, lusitanos, cántabros, germanos… Todos trajeron en jaque a las legiones romanas para acabar sucumbiendo ante la aplastante superioridad latina. Perdieron la guerra. Sí. Pero en la memoria colectiva de los vencidos quedó un poso de orgullo racial e inconformismo rebelde que se ha ido depositando en las señas de identidad de estos pueblos y sus generaciones venideras. En muchos casos, los episodios mítico-legendarios han sido recrecidos y sometidos a un uso excesivo por parte de una tradición oral que se ha encargado de magnificarlos.
Los anales bélicos del aparato propagandístico romano (relatados con detalle por Tito Livio, Polibio, Apiano o el propio Julio César) se recrearon en sus victorias, pero reconocieron también la heroica resistencia de estos pueblos de raigambre bárbara. Y es que la Historia es antojadiza. En tiempos de la Roma Imperial el bárbaro era presentado como ingobernable, enemigo de la civilización y antítesis del mundo clásico. Hoy, algunos de sus caudillos y ciudades se han convertido en eje reivindicativo de ciertos territorios nacionales, provinciales o locales. Tratan de ahondar en lo más profundo de sus ancestros, apelando a su espíritu de lucha en el pasado para justificar todo tipo de actuaciones en el presente.
La actualidad europea está repleta de referentes históricos que se consideran fiel portadores de los valores patrios. A ellos se recurre como aglutinantes o elementos de cohesión de la esencia nacional. En Francia, por ejemplo, la ciudad de Alesia fue convertida por Napoleón III en un símbolo nacionalista galo con Vercingétorix como cabeza visible de la rebelión. Igualmente los comics de Astérix y Obélix han incidido en la indómita condición gala frente al ejército romano.
En Alemania, Arminio o Hermann es considerado el héroe nacional germano de la Antigüedad. Sus continuos desafíos a las tropas romanas le convirtieron en un consumado caudillo de la independencia. Su herencia se percibe hoy, por ejemplo, en el nombre de equipos de fútbol como Arminia Bielefeld o Arminia Hannover.
El arrojo de las mujeres británicas es tan temprano como su hostilidad al invasor. Dos cualidades que reunió la reina Boudicca en el siglo I antes de Cristo. Los romanos sufrieron en sus carnes el espíritu combativo de esta abigarrada mujer, que siendo niña llegó a estar encomendada a Nerón. Hoy, Mel Gibson planea estrenar un film (Warrior) en memoria de la heroína británica a la que Enya dedicó una canción en su álbum The Celts en 1992.
Caudillos hispanos
El elenco de héroes hispanos se inaugura con Indíbil y Mandonio, el ‘tándem rebelde’ por excelencia. Esta pareja de ilergetes (pueblo prerromano que ocupaba las tierras ilerdenses) trajo de cabeza a los primeros destacamentos romanos de la Península Ibérica. Encabezaron varias revueltas hasta que vieron rodar definitivamente sus cabezas allá por el 205 antes de Cristo. Así se escribió la primera página heroica de los ingobernables pueblos hispánicos, a la que hay que añadir caudillos como el lusitano Púnico, el celtíbero Olíndico o el cántabro Corocotta; y ciudades míticas como Numancia o Sagunto.
“El mérito no está en ser parte de la mayoría que desiste sino en ser parte de la minoría que resiste”. Esta sentencia de Viriato se ajusta perfectamente a su filosofía de vida. El caudillo lusitano encabeza hoy el panteón de héroes gracias a su condición de excelente estratega. El ejército romano solo pudo reducirle con la ayuda de tres traidores que le asesinaron 139 años antes del cambio de era. Su recuerdo está vivo en esculturas conmemorativas erigidas en ciudades que reivindican al héroe como propio: Viseu (Portugal), Santiago de Alcántara (Cáceres), Coria (Cáceres) y Zamora.
La nómina de rebeldes ilustres que se opusieron a Roma la completan: Zenobia, reina de Palmira y paradigma actual del glorioso pasado de Siria. Su derrota ante el emperador Aureliano provocó su humillante participación en el desfile triunfal de aquel, como botín de guerra; Ambiórix, héroe belga de la tribu de los eburones cuya osadía y bravura fue reconocida por Julio César; Decébalo, antiguo rey de la Dacia (Rumanía), que supuso un auténtico quebradero de cabeza para los ejércitos imperiales hasta que Trajano le acorraló, forzándole al suicidio.
*Daniel Casado Rigalt es Doctor en Historia Antigua