Felipe Villegas | Sevilla www.elcorreodeandalucia.es 18/04/2009
Y lo mejor es que el asunto –la investigación arqueológica promovida por el Patronato del Real Alcázar y las Casas Consistoriales en el Patio de Banderas desde el pasado 16 de febrero– no ha hecho más que empezar. Hace un par de semanas este periódico dio cuenta de los primeros restos islámicos que aparecían, que servían para contar cómo fue evolucionando el urbanismo árabe a lo largo de los siglos de dominación de la ciudad; pero es que ahora Roma ha irrumpido con toda su potencia.
Para empezar, en poco más de un metro de terreno se apelmazan restos de hasta cuatro edificios romanos, arrojando cronologías que, en su parte más moderna, entroncan, según parece, con los restos del posible baptisterio excavado a sólo unos metros de la zona de intervención actual por Manuel Bendala en 1976.
Pero lo que más ha sorprendido a los arqueólogos es el expediente constructivo más antiguo localizado hasta ahora. Está recién excavado y tiene a la comunidad arqueológica soliviantada para bien porque se tratan de los restos más antiguos y mejor conservados localizados hasta ahora de la vieja Híspalis. Hasta la fecha han aparecido vestigios deslavazados –excepción del solar de la Encarnación– y la mayoría minúsculos y en muy mal estado de conservación por efecto del nivel freático, que ha abortado no pocas excavaciones por lo que cuesta –de dinero y de esfuerzo– extraer lo que aparece entre tantísima agua.
Esto no ocurre en el área que hoy ocupa el Patio de Banderas, que en el cambio de era –siglo I d.C.– formaba parte de uno de los límites de la protoSevilla del momento y disfruta, hacia la mitad del patio, de un potentísimo muro de defensa –que dentro de poco se estudiará a fondo cuando se excave en su zona de influencia– que habría hecho de contención frente al nivel freático y al curso natural del Tagarete.
Resultado: que han aparecido, bajo otros tres expedientes constructivos también romanos pero posteriores, los primeros restos de una estancia de más de dos metros de altura de potencia, excelentemente conservada, completamente seca y con una técnica constructiva de tipo africano o púnico que lleva a los arqueólogos, aun con las cautelas debidas, a adscribirla al periodo republicano, es decir, previo al imperial o en el cambio de era –una inscripción con letras latinas confirma este extremo–.
Todavía no ha dado tiempo a alcanzar el suelo de esta estancia, pero lo hallado bien podría tener potencialidad e interés –al margen del científico, que es indudable– suficiente como para justificar la creación de una cripta arqueológica similar a la que se estrenará en 2010 en la Encarnación.
Por si fuera poco, la dependencia recién aparecida no es algo aislado, sino que forma parte de un complejo que el equipo dirigido por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales va a excavar hasta extraerle todo su potencial. Así se lo tiene encomendado el Patronato del Real Alcázar.
Un crismón obispal y un batiburrillo de monedas
Es consustancial a cualquier excavación: entre los estratos históricos que se investigan aflora una ingente cantidad de material cerámico, utensilios domésticos y demás testimonios de la vida de nuestros antepasados que, no por ser recurrentes, dejan de tener su curiosidad.
En este capítulo hay que incluir las más de 50 monedas –desde época ibérica en adelante– contabilizadas hasta la fecha, algunas de ellas localizadas en el mismo lugar en el que su propietario probablemente las escondió ante la inminencia de algún peligro, pongamos por caso la llegada de los visigodos en el ocaso del Imperio.
Asimismo, destaca el hallazgo de un ladrillo con el crismón o sello del obispo Marciano, no el Marciano que fue obispo de Écija en el siglo VII de nuestra era, sino otro anterior que vivió en el siglo V. Y justo de esta época son los restos del posible baptisterio excavado en 1976 a pocos metros, lo que hace plausible la hipótesis de que en el Patio de Banderas hubo un complejo religioso.