Rosario Fontova | Barcelona www.elperiodico.com 11/04/2008

El domingo, la tarraconense Legio VII Gemina evocará en CaixaForum la época de Vespasiano.

En un tiempo en que declinar en latín el rosa, rosae parece una provocación, grupos de esforzados amantes de la historia reviven la cultura clásica romana. Las legiones de Roma, sus artes de guerra y su sofisticada y casi perfecta organización militar son objeto de una fascinación que no solo tiene ramificaciones literarias (las aventuras de Didio Falco) o televisivas (la serie de la BBC Roma).

Dispersas por el mundo, decenas de asociaciones de alemanes, británicos, norteamericanos y hasta neozelandeses se reúnen periódicamente para discutir sobre armamento, cenar recostados en triclinios o recordar gestas como las guerras galas o la conquista de Britania. La fiebre llega hasta la remota localidad de Givhans, en Carolina del Sur, donde se plantan cada año las tiendas de campaña de un Castra romana y hasta el Parramatta Park de Sídney, en Australia, donde celebra sus vistosas sesiones la Sydney Ancients Hoplite & Roman Society.

Reconstrucciones
Mucho más cerca, en Tarragona, sienta sus reales la Associació Projecte Phoenix, que organiza cada año las Jornades de Reconstrucció Històrica Tarraco Viva, un clásico del género del Re-enactment, concepto que engloba las distintas reconstrucciones históricas que siguen haciendose en el mundo. La evocación histórica no es nueva. En 1876 los supervivientes de la batalla de Little Horn, en Montana, regresaron y recrearon la escabechina para fotografiarla. En 1998, unas 25.000 personas tomaron parte en la recreación de la batalla de Gettysburg. Y en junio del 2005 volvió a oler a pólvora en Waterloo (Bélgica) en el 190 aniversario de la derrota del gran Napoleón.

Las recreaciones que impulsa la entidad tarraconense no son tan masivas ni rememoran gestas de enciclopedia pero impresionan por su fidelidad y rigor. Magí Seritjol, su fundador, lleva desde 1999 al pie del cañón con el objetivo de divulgar las curiosidades de las legiones romanas y los entresijos de la vida cotidiana en la Roma imperial. Aunque una legión romana, entre los siglos I y II d.C, es decir en tiempos de Vespasiano y Tito, constaba de unos 5.000 hombres en fila, su grupo no pasa de 50. Pero, eso sí, bien entrenados, con un armamento fabricado artesanalmente, tal y como los que usaban los legionarios. Un ejemplo: «Invertimos un mes en hacer una hamata o coraza, que tiene 32.000 anillas metálicas que se cortan y se cosen –explica Magí Seritjol–. Y para hacer una tienda de centurión necesitamos unas 120 pieles de cabra cosidas a mano». Corazas y cascos se pulen con aceite y pimienta de la India. Las túnicas son de lana sin poliamidas y se cosen con hilo de algodón encerado con cera de abeja.

A la espera de las grandes demostraciones que hará la compañía del 15 al 25 de mayo en Tarragona –con la colaboración de los alemanes de la VII Vitrix y la VIII Augusta–, este domingo a mediodía en Caixaforum los legionarios de la Legio VII Gemina instalarán en el auditorio una ballesta reconstruida y explicarán el sistema de formación cerrada de las legiones –los soldados de la primera y mortífera fila se reemplazaban cada pocos minutos–, su férrea disciplina y hasta su alimentación.

En cuanto al porqué de esta romamanía, Pedro Ángel Fernández Vega, director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, aventura que quizá sea «el espíritu de grupo que sirve de estímulo» una de las respuestas posibles. De todos modos, advierte, no nos separa tanto de la civilización romana, articulada en torno al progreso, la ingeniería y la plaza pública. Y recuerda un epigrama –vigente hoy– de Marcial en el que este se queja de que no ve nunca a su vecino aunque sus balcones estén uno al lado del otro.