He formado parte del jurado destinado a seleccionar y premiar algunos montajes de teatro grecolatino, de estudiantes de instituto, y tanto en la preselección como en la final de los grupos más destacados, que se realizó el día tres de Junio en el teatro romano de Segóbriga, he podido comprobar el interés y la calidad de esos entusiastas jóvenes, lleno de amor por el teatro clásico y de entusiasmo teatral. Y si es admirable el trabajo de estos jóvenes actores, tanto o más lo es el de los profesores, que con una dedicación exhaustiva y agotadora completan sus clases con esta dedicación de preparar, formar y dirigir estos grupos.

He formado parte del jurado destinado a seleccionar y premiar algunos montajes de teatro grecolatino, de estudiantes de instituto, y tanto en la preselección como en la final de los grupos más destacados, que se realizó el día tres de Junio en el teatro romano de Segóbriga, he podido comprobar el interés y la calidad de esos entusiastas jóvenes, lleno de amor por el teatro clásico y de entusiasmo teatral. Y si es admirable el trabajo de estos jóvenes actores, tanto o más lo es el de los profesores, que con una dedicación exhaustiva y agotadora completan sus clases con esta dedicación de preparar, formar y dirigir estos grupos.

Y así, una vez más, las voces de Eurípides, Aristófanes, Plauto…, resonaron en las gradas del teatro romano, al acoger a estos jóvenes de oro que daban vida a las pasiones de sus personajes. Los llanos de Castilla-La Mancha al fondo, construían el grandioso decorado en que se recortaban sus figuras llenas de futuro, hablándonos del pasado, de las luchas y conflictos de los humanos por tratar de defender una sociedad de cultura y valores positivos en el mundo, a partir del marco admirable que es la palabra de los más grandes textos teatrales de todos los tiempos.

Cuando nuestros jóvenes sólo salen en la prensa para relacionarles con los problemas de la "litrona", de la falta de metas y entusiasmo, o para citarles como ejemplo de un mundo culturalmente empobrecido, es importante recordar – y ver – a estos otros miles de jóvenes que tiemblan de entusiasmo y placer al conocer las palabras de nuestros clásicos -¡eternos guías y maestros¡- y al practicar el hermoso, humano y noble arte del teatro. Toda una fiesta para los sentidos y para la parte más lúcida y positiva de nuestra razón.

El Instituto de Teatro Grecolatino sigue así con su actividad sorprendente, y necesaria, de tantos años, en silencio y total generosidad, muy lejos de ese escaparate mediático elemental de lo efímero de las modas y fama del momento, que tanto reconocimiento tiene siempre en nuestro país de escaparate.

José Luis Alonso de Santos