Xavier Theros | Barcelona www.elpais.com 01/06/2013

Podría decirse que es el dios particular de la ciudad de Barcelona.

Llevo unos días en un continuo déjà vu, no hago más que tropezarme por todas partes con un mozalbete tocado con un casco alado, o con unos zapatos alados (o simplemente alado), que parece dominar el espacio de esta ciudad a la chita callando. Incluso aunque no aparezca él, se puede descubrir su símbolo en muchos detalles escultóricos y arquitectónicos en forma de caduceo, una vara de olivo con dos alas y unas guirnaldas enrolladas. No obstante, mi misterioso perseguidor no es ningún santo de la Iglesia, ni ningún deportista famoso.

El adolescente que se agazapa en muchos portales y frontispicios no es otro que Hermes, hijo de Zeus —el jefazo de los dioses del Olimpo—, y de la pléyade Maya. Los griegos atribuían a este jovenzuelo pagano el invento del fuego y era considerado como el heraldo de los dioses. Los romanos le llamaban Mercurio y los egipcios Thot, era el protector de los viajeros, del comercio y de la oratoria, y al mismo tiempo era invocado por ladrones, mentirosos y estafadores. Era la divinidad que custodiaba a los mercaderes y a los timadores cuando querían engatusar a un cliente, una bonita imagen para explicar muchas cosas de la época que nos ha tocado vivir. Este personajillo moral y físicamente ambiguo está inscrito en las paredes de nuestra ciudad con una recurrencia bien poco casual. Podría decirse que Hermes es el dios particular de Barcelona, algo así como una deidad local, o un paisano que ha medrado y no renuncia en ningún momento a recordárnoslo.

Reconozco que a mí la mitología no me despierta ninguna pasión especial, pero hace cosa de un año un grupo de blogueros amantes de la ciudad se unieron para hacer una primera excursión buscando imágenes de este dios. La cosa tuvo éxito y decidieron abrir un grupo de Facebook que llevase por nombre Cazadores de Hermes, a fin de organizar rutas temáticas buscando detalles o motivos escondidos tras una fachada o una esquina. Al principio fueron Apu del blog Veo Digital Barcelona (veodigital.blogspot.com.es) y Neus del blog La meva Barcelona (lamevabcn.blogspot.com). Todo nació de forma casual a partir de una fotografía de éste semi-dios publicada en la página de uno de ellos. Cuál no sería su sorpresa al comprobar la capacidad de convocatoria que tienen las modernas redes sociales. En poco tiempo habían reunido a un heterodoxo grupo de aficionados, dispuestos a perseguir las huellas de Hermes por todas partes.

Yo llegué por casualidad hasta ellos, he de reconocer que al principio la iniciativa me pasó desapercibida. Pero influido por su idea, al cabo de un tiempo comencé a ver a este hombrecillo por todas partes. De hecho se le puede encontrar en monumentos o edificios relacionados con el comercio, junto a la diosa Fortuna y su cuerno de oro, o al ladito de la Industria representada por una rueda dentada. Le vemos en el edificio de la Aduana, frente a las Drassanes. También está en la sede de la Autoridad Portuaria, sobre la puerta de la antigua fundición de cañones del Refino, en la fachada del museo de Cera, o sobre el portal del Centro Gallego de la Rambla. Podemos buscarle en el pasaje de la Banca, que anteriormente había albergado diversas empresas relacionadas con la banca y los seguros. Se le puede seguir el rastro por la calle Ample, donde habían estado las grandes empresas financieras del siglo XIX y donde nacieron personajes como Eusebio Güell, el patrono de Gaudí (creo que era Albert Llanas quien decía maliciosamente que Gaudí era un somiatruites y que Güell era quien le pagaba los huevos). Por estos andurriales es posible encontrarle en cualquier sitio, está en varios portales, bajo un balcón, aparece en la fuente de Neptuno de la plaza de la Mercè, y en un par de fincas de la plaza Duque de Medinaceli. En este escenario del primer capitalismo, Hermes el mentiroso tiene una presencia iconográfica avasalladora, fruto de la devoción que le mostraron los grandes almirantes de la industria catalana (y los pelotas de sus arquitectos).

Aparece en la estatua dedicada al negrero Antonio López, muestra fehaciente de la dudosa catadura de esta divinidad. Y en la vecina casa Xifré, que el indiano Josep Xifré se hizo construir plagada de símbolos masónicos y alegorías a las bondades de la revolución industrial. También le podemos ver en el edificio de Correos y en la delegación del ministerio de Economía y Hacienda de la Vía Layetana, esa avenida construida a mayor gloria de una burguesía convencida de que estaba pagando de su bolsillo una metrópoli internacional, cuando en realidad edificaban una capital de provincias sobre el sufrimiento de las clases más humildes. Hermes es la advocación de los que medran y de los que mueven dinero, por eso se asoma al pasaje del Crédito donde nació Joan Miró. Nos observa en un soportal de la calle Ferran, sigue nuestros pasos en la plaza Real desde las farolas que diseñó Antoni Gaudí. Aparece en una fuente pública de Nou de la Rambla, en un portal de la calle de la Nau, y en unas rejas del parque de la Ciutadella. Incluso está presente en una vidriera de la basílica de la Mercè, en forma de caduceo.

Hace unos días supe que los Cazadores de Hermes habían celebrado su primer aniversario con una nueva ruta, aún más numerosa. Esta vez se les habían añadido Roser del blog Cosas de Absenta (srabsenta.blogspot.com.es) y Xavi del blog Las Crónicas de Thot (lascronicasdethot.blogspot.com.es). Fruto de la contemporaneidad, la ciudad tiene un plantel de aficionados a la historia local y a las curiosidades que ahora se expresa desde las redes sociales con una energía arrolladora, tanto como la del propio Hermes.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/05/31/catalunya/1370022175_509241.html